Los 15 pueblos más bonitos de Portugal
No es tarea fácil elegir los pueblos más bonitos de Portugal, un país con unos paisajes tan variados y espectaculares y con una diferencia tan marcada entre regiones. De la flora y fauna abundante y salvaje del norte a las hermosas costas y fachadas encaladas del sur, no faltan lugares preciosos que visitar.
Hay lugares muy conocidos, destinos turísticos de lo más popular que lo son por un motivo: la costa dorada del Algarve y los animados clubs de playa de Comporta, por ejemplo, tienen un atractivo innegable. Pero la magia empieza al alejarse de los nombres más conocidos, de las multitudes, y buscar las poblaciones pequeñas, con ritmos más apacibles y un sabor más auténtico. Estas son nuestras quince favoritas, lugares fascinantes que descubrir y que se han ganado a pulso el título de pueblos más bonitos de Portugal.
Getty Images1. Carvalhal
Este pueblo cercano a Comporta está rodeado de pinares, campos de arroz y dunas, y sus extensas playas de arena blanca son el lugar perfecto por el que pasear al galope al atardecer. Es tan fácil como alquilar un caballo en la agencia cercana, Cavalos na Areia, y cruzar las dunas hasta alcanzar las aguas de color turquesa coronadas por crestas de espuma. Si te apetece algo menos aventurero, el Comporta Beach Club de Praia de Carvalhal sirve las ostras más frescas que te puedas imaginar, y las puedes disfrutar en la misma orilla, con los pies en el agua. A la vuelta, no te pierdas los nidos de cigüeña en lo alto de los postes telefónicos cercanos al pueblo ni las casitas tradicionales de tejados rojos.
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2. Lindoso
Lindoso se encuentra en el parque nacional de Peneda-Gerês, uno de los lugares de mayor atractivo natural del país. Sus más de 50 hórreos, a los que se llama espigueiros, son especialmente característicos, con su aspecto de mausoleos en miniatura. Son estructuras de granito, alzadas sobre columnas y con aberturas verticales de ventilación, coronadas por cruces. El diseño ayuda a mantener una temperatura y humedad óptimas para conservar el grano. Además, el pueblo se encuentra cerca de un castillo medieval que tuvo un papel importante en la guerra de la Restauración portuguesa gracias a su ubicación tan cercana a la frontera. Por si fuera poco, los impresionantes paisajes que lo rodean, con sus cumbres y sus profundos bosques, son hogar de lobos y águilas reales.
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3. Marvão
Ni siquiera hace falta llegar a las murallas centenarias de Marvão para enamorarse perdidamente de la villa más bonita del Alentejo. Se encuentra a 862 metros sobre el nivel del mar, en un majestuoso promontorio con el que se funden su muros de color granito, que cercan las diminutas casas encaladas, las iglesas del siglo XV y las calles adoquinadas que le dan su característico encanto. Merece la pena quedarse unos días en la Pousada Marvão, en la calle principal, para disfrutar plenamente de las vistas desde su terraza.
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4. Cacela Velha
Este pueblito está cerca del extremo este del asombroso parque natural de Ría Formosa, sobre una colina y protegido por las ruinas de una fortaleza del siglo XVIII. Sus casitas blancas con detalles en azul (según dicen, para ahuyentar al demonio) y chimeneas exquisitamente adornadas son tan características de la influencia árabe como fotogénicas. La iglesia del pueblo, reconstruida tras el devastador terremoto que asoló Portugal en 1755, tiene un pórtico de estilo renacentista que merece la pena ver, pero fuera del pueblo también hay lugares únicos. Muy cerca están las arenas doradas de las mejores y menos conocidas playas del Algarve, que se llenan de cálidas lagunas cuando baja la marea.
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5. Belmonte
El lugar de nacimiento de Pedro Álvares Cabral también tiene cierta fama por sus raíces judías. Es uno de los pocos lugares de la península Ibérica donde la cultura y herencia judías pervivieron, aunque tuvieran que mantenerse en secreto, a partir del siglo XVI. Si quieres conocer la fascinante historia de las familias de este lugar, puedes visitar el Museo Judaico de Belmonte. No te pierdas tampoco el castillo, que data del siglo XIII, y la iglesia de São Tiago, con su sencillez románica. En su interior se puede ver una preciosa pietà en granito.
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6. Amarante
Amarante es uno de los tesoros ocultos del norte de Portugal, un pueblo de calles estrechas flanqueadas por mansiones del siglo XVII de balcones de madera pintados en tonos vivos. Junto a la iglesia de São Gonçalo, un santo especialmente querido en la región por sus habilidades como casamentero y solucionador de problemas conyugales, está el museo de Amadeo de Souza-Cardoso. Este pintor, uno de los artistas portugueses más influyentes del siglo XX, nació en Amarante, y hay una colección de su obra cubista expuesta aquí. Para comer, no te pierdas las especialidades típicas del norte de Portugal, como el arroz con pato o la cabra a la parrilla, en uno de los restaurantes con vistas al río Támega. También puedes probar dulces típicos en una de las mejores pastelerías del país, la Confeitaria da Ponte.
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7. Monsanto
El asentamiento musulmán de Monsanto fue conquistado por el primer rey portugués, Afonso Henriques, que lo entregó a los caballeros templarios. Este pueblo tan llamativo recibió en 1938 el curioso distintivo de “aldea más portuguesa de Portugal”. Su diminutas casas se resisten a ser engullidas por la roca, y brotan de entre enormes peñascos con formas peculiares y caóticas. No se puede entrar en coche al centro, pero un paseo hasta las ruinas del antiguo castillo romano ofrece unas vistas inmejorables, y de ahí se llega en un momento hasta el restaurante Petiscos & Granitos, donde se sirve el delicioso guiso típico de habas con cilantro.
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8. Sortelha
Sobre un saliente rocoso con vistas sobrecogedoras de su alrededores se encuentra Sortelha, cuyo castillo centenario tiene una posición privilegiada. A sus pies hay una picota que data de 1510, coronada por una esfera armilar. Todo el pueblo está rodeado de curiosas formaciones de granito, entre ellas la Cabeza de la Vieja y el Beso Eterno, por la similitud de los bloques de piedra a dos rostros que se acercan para besarse. Las casas, rodeadas por la muralla que antaño protegía al pueblo, han cambiado muy poco desde el Renacimiento, y todo tiene ese toque de viaje al pasado que proporciona el entorno perfecto para la feria medieval anual.
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9. Alte
Alte tiene esa mezcla tan onírica de calles empedradas y buganvillas de colores vivos que destacan contra las casitas encaladas. En verano, huye del calor dándote un remojón en Fonte Grande, una de las piscinas naturales del pueblo. Échate en la hierba a hacer un picnic o acércate a una de las muchas cafeterías y bares a probar los caracoles y la cerveza portuguesa. También puedes pedirte un brownie de algarroba para llevar y aprovechar para pasarte por el museo del pueblo.
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10. Talesnal
La región central de Portugal tiene varios pueblos conservados con mucho mimo que se caracterizan por sus casas construidas con lutita. Aunque están repartidos por el campo, hay un grupo especialmente destacable en la Serra da Lousã, de gran importancia histórica. Están unidos entre sí por rutas de senderismo, y ofrecen un ejemplo perfecto de la gastronomía y artesanía locales. De entre todos ellos, Talesnal es el que se ha dado más a conocer, tanto por su belleza como por el apreciado restaurante Ti Lena, con platos como la cabra asada con castañas que se recogen en esos mismos montes. Pásate por una de las tiendas a por un talasnico, un dulce tradicional de miel, castaña y almendra.
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11. Vila Nova de Milfontes
La costa del Alentejo es famosa sobre todo por Comporta o, como mucho, Melides, pero hay muchísimo más que ver en esta preciosa región portuguesa. Vila Nova de Milfontes se encuentra en la desembocadura del río Mira, y sus aguas apacibles atraen visitas de todo el resto del país. En verano, las actividades favoritas son los picnics y el paddleboard, y en el mar también hay una fantástica escena surfera (aunque esto no es ninguna rareza en Portugal). Las playas, menos frecuentadas que las de los pueblos vecinos, se disfrutan más fuera de temporada alta, ya que, en agosto, los visitantes de poblaciones cercanas cubren cada centímetro cuadrado de arena de coloridas toallas de playa.
El pueblo en sí es tranquilo, pero hay una gran variedad de restaurantes y bares en los que entretenerse y disfrutar de la cocina local y el marisco fresco. Si viajas en coche entre Lisboa y el Algarve, este soleado pueblo podría merecer la pena el desvío.
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12. Azenhas do Mar
Pocos lugares hay tan pintorescos como este pueblito de fachadas encaladas y característicos tejados rojos sobre un promontorio que se alza sobre la rocosa costa. Muy cercano tanto a Sintra como a Lisboa, Azenhas do Mar probablemente sea uno de los pueblos más fotografiados del país, y no cuesta entender por qué: vistas sobrecogedoras de la costa, imponentes olas estrellándose contra el acantilado y un montón de rinconcitos preciosos por todas partes. Hay hasta una ruta para conocer el lugar en detalle paseando por sinuosas callejuelas, bien señalizada para no perderse nada. Las empinadas escaleras que llevan hasta la playa no son las más cómodas del mundo, pero todo habrá merecido la pena cuando llegues y puedas contemplar las vistas.
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13. Paredes de Coura
El norte de Portugal, exceptuando quizá Oporto y el valle del Duero, suele pasar desapercibido a los turistas, lo cual resulta curioso teniendo en cuenta que tiene algunas de las mejores vistas del país, paisajes preciosos y temperaturas agradables. Paredes de Coura, que casi toca la frontera con España, es uno de sus pueblos más septentrionales del país, con lo que no falta vegetación abundante y frondosa, y el río Coura que lo atraviesa termina de crear la postal perfecta. Es un lugar ideal en el que buscar tranquilidad, dar largos paseos junto a cascadas y observar la fauna y flora locales.
El tipo de edificación en esta zona es muy diferente a las casitas encaladas del Alentejo y el Algarve: aquí están mucho más orientadas a protegerse del clima de montaña y de la lluvia. En agosto se celebra su festival de música anual, al que acuden portugueses y turistas por igual a pasar una semana tomando el sol, nadando en los lagos y bailando hasta la madrugada.
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14. Sete Cidades
Hay lugares como las Azores cuya existencia cuesta creer, porque paisajes como estos parecen de otro mundo. Esta es la incredulidad que nos embarga al explorar Sete Cidades, en la isla de São Miguel, por primera vez, sobre todo al ver los dos icónicos lagos que son los protagonistas absolutos del paisaje, uno verde y uno azul, rodeados de un verdor tan intenso que parece de fantasía. Cuenta la leyenda que el color de las masas de agua se debe a un amor imposible: una princesa y un pastor se enamoraron, pero el padre de ella prohibió su unión, así que, mientras se despedían, lloraron tanto que ella, con sus ojos azules, y él, con sus ojos verdes, tiñeron las lagunas con sus lágrimas. La realidad es mucho más prosaica: uno de ellos recibe su color de la vegetación y el otro del cielo, pero esto no hace que este lugar pierda ni un ápice de su magia. Puedes vivirla con una ruta de senderismo por sus abundantes caminos o desde un miradouro, desde donde se aprecia al paisaje en todo su esplendor.
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15. Évora
A poco más de una hora de Lisboa, en la maravillosa región del Alentejo, se encuentra el pueblo de Évora, que data de los tiempos de los celtas. Tras sus murallas romanas se esconde una imagen de postal que resume la estética de esta zona de Portugal: callejuelas empedradas, fachadas encaladas con toques de color en amarillo o azul y preciosas iglesias que explorar, entre las cuales se encuentra la catedral medieval más antigua del país. Cuesta encontrar nada que tenga una estética siquiera remotamente moderna aquí, incluso las tiendas de souvenirs encajadas en callejones de edificios bajos tienen ese aire antiguo. A Évora no le faltan visitantes, pero el cuidado con el que se ha conservado la población ha conseguido que su encanto siga intacto, y el ambiente no deja de ser apacible a la par que acogedor.
La mejor forma de explorar la ciudad es a pie: no te pierdas São Francisco, una iglesia del siglo XV que en su día fue parte del monasterio franciscano y que ahora atrae visitas con la Capilla de los Huesos y el templo de Diana, un icónico edificio clasificado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad. También merecen la pena la catedral, el palacio de los duques de Cadaval y la Praça do Giraldo, que lleva a la zona de tiendas y restaurantes en los que disfrutar de la cocina local.
Esta galería se publicó en febrero de 2024 en Condé Nast Traveller.
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