Las mejores playas para un verano en Portugal: de Oporto al Algarve, pasando por Lisboa, Alentejo, Madeira y Azores
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Praia do Senhor da Pedra (Oporto)
En el extremo norte de la playa de Miramar, en Vila Nova de Gaia, se ubica este gran arenal cuya principal atracción es la Capilla do Senhor da Pedra.
Erigida sobre un pequeño promontorio rocoso, muchas son las leyendas que sitúan el origen de esta recoleta ermita de planta hexagonal en el siglo XVII, por más que las evidencias documentadas daten del XVIII.
Hay quienes afirman que fue construida en agradecimiento a Dios por salvar de manera milagrosa la vida de un marinero local. Otras historias hablan, en cambio, de que fue el párroco de la freguesia de Gulpilhares quien lo hizo para acabar con los ritos paganos que se celebraban sobre la milenaria roca granítica en la que se asienta.
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Aveiro (Centro de Portugal)
Inmensas son las playas de Aveiro: Costa Nova do Prado, conocida por sus antiguos palheiros (pajares) de madera, pintados a rayas de colores fuertes alteradas con blancas, y hoy reconvertidos en instagrameables casitas de veraneo. Y su hermana Praia da Barra, abrazada al espigón que da entrada al puerto y donde desemboca la Ría.
Quienes deseen desconectar de la multitud, es preferible que tomen el barco que cruza la ría para llegar hasta la playa de la Reserva Natural de las Dunas de San Jacinto, un área tan salvaje como protegida.
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Nazaré (Centro de Portugal)
No importa cuán soleado y despejado esté Nazaré, la bravura de sus surfeables olas intimida tanto en verano como en invierno.
Aquí todo tiene forma de media luna, desde la playa teñida por toldos de vivos colores hasta las embarcaciones con la proa elevada para soportar la fuerza de las olas atlánticas, indispensables para seguir desarrollando la tradicional Xávega: un arte de pesca artesanal en vías de extinción que consiste en extender en alta mar una red cónica que rodea a los bancos de peces y luego es arrastrada hasta la orilla por dos tractores (antes lo hacían las personas o los bueyes).
Playa do Bom Sucesso (Centro de Portugal)
Nos encanta la dualidad de esta playa que se ubica entre el Atlántico y la Lagoa de Óbidos: brava e inquieta en la zona oceánica y tranquila y serena en la de la laguna.
El encantador pueblo medieval de Óbidos está a menos de 15 minutos en coche y, en la zona, lo que se estila son las villas vacacionales independientes, como las que ofrece Bom Sucesso Resort, un proyecto firmado por algunos de los arquitectos más prestigiosos del mundo.
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Praia do Carreiro do Mosteiro (Centro de Portugal)
Tan solo hay una playa como tal en la Berlenga Grande, la única isla visitable de las Berlengas, y es la Praia do Carreiro do Mosteiro, pero existen –también junto al fuerte de São João Baptista– diminutas calitas rodeadas de acantilados en las que imaginar que por un momento se detiene el tiempo.
A esta Reserva Natural de la Biosfera por la Unesco se llega en barco desde Peniche con la intención de ver grutas, arcos e islotes, pero lo que acaba atrapando al visitante son su flora y fauna singulares y esas casitas blancas de pescadores que se abrazan con fuerza a las laderas.
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Praia de Ribeira d'llhas (Lisboa)
Esta playa oceánica, en la que desemboca el río Cuco, forma parte de la Reserva Mundial de Surf Ericeira, un título otorgado por Save The Waves Coalition, organización no gubernamental que considera aspectos fundamentales como la calidad y consistencia de las olas para la práctica de surf, pero también otros menos evidentes como la implicación de la comunidad local o la protección de los recursos naturales.
Se dan cita en este arenal, el más popular de la región de Mafra, los mejores surfistas del mundo para las competiciones internacionales, incluido el campeonato mundial de surf (WQS), cuyas acrobacias se disfrutan con mejor perspectiva desde el mirador de Ribeira d’Ilhas, que se asienta sobre el acantilado de la zona sur, desde el que existe una idílica escalera de madera para descender hasta la arena.
¿Y después de hacer deporte? Toca reponer fuerzas a base de platos de pescado y marisco fresco, como la famosa açorda de langosta (que se cría en viveros marinos de la propia Ericeira).
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Praia de Ursa (Lisboa)
Érase una vez una osa que vivía con sus oseznos junto a la orilla del mar, en una Sierra de Sintra cubierta de hielo glaciar. Los dioses a todas la criaturas tuvieron a bien avisar de que a las sierras debían escalar, ya que el deshielo estaba a punto de comenzar y todo lo iba a inundar. Ante la negativa de su hogar abandonar, los dioses en piedra convirtieron a la osa sin dudar.
Desde entonces –y para siempre–, estos pináculos rocosos con forma de osa y sus crías permanecen impasibles en esta agreste playa enmarcada dentro del Parque Natural de Sintra-Cascais, declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco.
Avisamos: no es sencillo llegar. Aunque existe una senda por la que algunos se atreven a descender (y que de vuelta se ha de escalar), merece la pena caminar los veinte minutos de trayecto que salvan –por el sendero fácil– el desnivel de casi 150 metros de altura que separa la parte alta del acantilado de la playa.
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Praia do Meco (Lisboa)
Praia do Moinho de Baixo es el nombre oficial de esta playa oceánica ubicada en la costa occidental del municipio de Sesimbra, entre el Paisaje Protegido del Acantilado Fósil de la Costa de Caparica y el Parque Natural da Arrábida.
Meca del nudismo en Portugal, la reciente afluencia de público general ha desplazado a los naturistas más hacia el sur, hacia la zona del Rio da Plata, enclavada entre acantilados y de difícil acceso.
Es el pueblo pesquero de Meco (Alfarim también está cerca) el que le ha dado su sobrenombre; su reciente fama es cosa de las agitadas olas generadas por el Atlántico, que han convertido a esta playa rodeada de dunas en un popular spot de surf y windsurf.
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Porto Moniz (Madeira)
Técnicamente estas piscinas naturales no son una playa, pero es que, debido a su orografía volcánica, tampoco hay inmensos arenales en Madeira, donde las playas son pequeñas, roscosas y, en ocasiones, teñidas por una arena negra tan intensa que hace que el azul cristalino de sus aguas templadas destaque sobremanera.
Situadas al norte de la isla atlántica, no son el único patrimonio natural con el que cuenta Porto Moniz, una de las ciudades más antiguas de Madeira, ya que en la zona se encuentra también un bosque de laurisilva declarado Patrimonio Natural de la Humanidad por la Unesco y varias rutas que discurren paralelas a sus famosas levadas, los canales de agua construidos desde mediados del siglo XVI para abastecer a la región del sur de Madeira (hay unos 2.500 kilómetros).
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Ilhéu de Vila Franca (Azores)
Pequeña, encantadora y extraordinaria, así es esta playa rocosa situada en el islote de Vila Franca do Campo, frente a la isla de São Miguel de Azores, a la que podríamos titular como Escalera hacia el cielo... o más bien deberíamos decir hacia el cráter de un antiguo volcán sumergido.
Perfecta para nadar o practicar submarinismo, la piscina natural circular formada por las paredes del cráter es de aguas tranquilas y cristalinas, ya que, por su posición, el boquete que la comunica con el mar se encuentra protegido del fuerte oleaje atlántico.
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Benagil (Algarve)
Mucho más que una cueva pintoresca (e instragrameable) hay en Benagil, un pequeño pueblo de pescadores del Algarve que nos ha robado el corazón; el mismo que nos devuelve la naturaleza rocosa con sus formas caprichosas.
La manera más ‘escenográfica’ de llegar es desde Carvoeiro, dejando atrás el faro de Alfanzina y conduciendo por zigzagueantes carreteras costeras. Y el modo más increíble de decirle adiós es caminando por los acantilados hasta alcanzar la Praia da Marinha, que nunca falta en las listas de las playas más bonitas del mundo.
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Comporta (Alentejo)
Inexplicable es la inmensidad de Comporta, un territorio alentejano enmarcado entre el estuario del Sado y el océano Atlántico que ocupa más de 12.000 hectáreas, entre arrozales, dunas de arena cubiertas de vegetación, aldeas, bosques de pinos y alcornoques y playas. ¡Y vaya playas! Praia do Carvalhal, integrada en el ecosistema dunar. La infinita playa de Pego, con su arena dorada protegida por un pinar. La poco frecuentada praia dos Brejos. Playa Galé, con sus grandes acantilados de color ocre y rojizo y Aberta Nova, en la que ver caer el sol en buena compañía.
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Praia de Mindelo (Norte)
No es de extrañar que muchas familias portuguesas del norte tengan su residencia de verano en Praia de Mindelo, situada al sur de la Reserva Ornitológica de Mindelo, pues tiene todo lo necesario para pasar unas vacaciones tranquilas con todas las comodidades, desde tiendas y restaurantes hasta esas casetas de tela que colorean el paisaje y nos protegen del viento. Abrigada por las rocas, esta playa del concejo de Vila do Conde es perfecta para que los niños jueguen en la arena y naden con seguridad en el mar.
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