Viaje a un cuadro: patinar sobre hielo en los canales de Holanda

Entre 1560 y 1630, las temperaturas cayeron en el hemisferio norte, causando la llamada Pequeña Edad del Hielo. Hendrick Avercamp dedicó su vida a pintar estos paisajes invernales en los Países Bajos.
Escena de invierno en un canal helado por Hendrick Avercamp circa 1620
Wikimedia Commons

Para patinar sobre un río tiene que hacer frío, mucho frío. En los países del sur de Europa la experiencia se limita a las pistas creadas para tal fin. Es improbable que en el siglo XVII la corte de los Habsburgo dedicase las mañanas de febrero a deslizarse sobre el Manzanares, o la población de Sevilla sobre el Guadalquivir.

Sin embargo, durante el fin de la Edad Media y, de forma muy acentuada, entre 1560 y 1630, las temperaturas cayeron en el hemisferio norte por razones que aún no se han definido con certeza, causando lo que ha venido a denominarse la Pequeña Edad del Hielo. 

Paisaje invernal de Hendrick Avercamp.Wikimedia Commons

Una de las consecuencias (entre otras no tan lúdicas) fue que los canales, ríos y lagos del norte de Europa permanecieron helados durante los meses de invierno. En Inglaterra, la primera Feria del Hielo del río Támesis se celebró en 1608. En Holanda, los años de enfriamiento coincidieron con la Edad de Oro de su pintura, lo que nos ha proporcionado una gran cantidad de escenas invernales. 

Durante el siglo XVII, la mayor parte de los pintores en los Países Bajos trabajaban por géneros. Es decir, los artistas se especializaban en bodegones, marinas o en escenas tabernarias. Hendrick Avercamp dedicó su vida a pintar los llamados paisajes invernales, en los que un gran número de personajes se deslizan sobre la nieve o el hielo.

Mudo e hijo de un boticario de la pequeña localidad de Kampen, Avercamp no trabajaba por encargo para grandes patronos, sino que vendía sus obras a una burguesía nutrida por el comercio marítimo. Por lo tanto, buscaba escenas populares y hacía uso de detalles costumbristas para llegar a su público. 

Jugadores de kolf, Hendrick Avercamp, circa 1625.Wikimedia Commons

Caballeros elegantes con cuellos de lechuguilla y patines, cunas transformadas en trineos, pescadores que cavan un hueco en el hielo, alguien aún no muy entrenado que se ha caído, escenas de carnaval con figuras enmascaradas y una pareja que patina de la mano, forman el universo de una pequeña ciudad holandesa. 

Su punto de partida fue Los cazadores en la nieve, que Pieter Brueghel pintó el crudo invierno de 1565 dentro de una serie dedicada a los meses del año. La vista de pájaro permite apreciar el paisaje que se extiende ante los cazadores, que vuelven de una jornada poco provechosa, hacia el valle, en el que los habitantes del pueblo patinan sobre un estanque helado. Un paisaje imaginario que Avercamp llevó a la realidad urbana de inicios del siglo XVII en los Países Bajos.

El hecho de que fuese mudo parece haber afilado su capacidad de observación. Una luz pálida, dorada, rosácea, ilumina sus obras y utiliza la perspectiva aérea propia de un horizonte cargado de humedad. Las figuras pierden definición a medida que retroceden y los colores se apagan.

Los cazadores en la nieve, de Pieter Brueghel El Viejo.Google Art Project

Avercamp dedicó un buen número de dibujos al juego del kolf, o kolve. Con unos palos muy similares a los del golf, consistía en golpear una bola que debía llegar a un punto: un agujero, un árbol, un poste o una puerta, en el menor número de pasos posibles. Los desórdenes que causaba llevaron a las autoridades a prohibir su práctica en el interior del casco urbano, por lo que un canal helado ofrecía una gran oportunidad de práctica. Los estrechos vínculos comerciales de Holanda con Escocia llevarían este juego a las Islas Británicas, donde se convertiría en deporte.

La caída en las temperaturas también llevó a innovaciones en la indumentaria, como la generalización de los botones y de la ropa interior de punto. En las casas se multiplicaron las chimeneas.

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Patinadores con molinos holandeses al fondo, Hendrick Avercamp, c. 1625, colección privada, © John Mitchell Fine Paintings.Wikimedia Commons

Las barcas atrapadas en el hielo que aparecen en las obras de Avercamp son muestra de una realidad endurecida por las bajas temperaturas. El pintor representa a mujeres que lavan la ropa en un hueco en el hielo y a recolectores de madera enterrada en la nieve. La fase de enfriamiento provocó un incremento de la mortandad. La caída en las cosechas y el bloqueo de los puertos a causa del hielo abrió un periodo de inestabilidad social. El mínimo climático se alcanzó en 1650. A lo largo del siglo XVIII las temperaturas se elevaron progresivamente. La última Feria del Hielo en el Támesis se celebró en 1814.

Hoy el calentamiento global nos sitúa (por causas, esta vez sí, claramente definidas), en la pendiente opuesta, y hace improbables escenas como las que representó Avercamp. Su obra guarda la memoria de la búsqueda de diversión de los holandeses en tiempos difíciles, que nada simboliza mejor que los patines metálicos, tan similares a los que se utilizan actualmente. 

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