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Tesoros de la Guerra Civil

La rara obsesión de Franco por la mano amputada del cadáver de Santa Teresa: «Dormía con ella»

El 10 de diciembre de 1975, la ya viuda Carmen Polo devolvió la reliquia a sus legítimos dueños

El dictador había mantenido el objeto en su familia desde 1937, cuando lo halló en Málaga en plena Guerra Civil

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El general Francisco Franco con su hija Carmencita+ info
El general Francisco Franco con su hija Carmencita
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No es un secreto que Francisco Franco se veía como un mesías; el hombre elegido para protagonizar una suerte de ‘Cruzada’ contra lo que llamaba las hordas rojas de la Segunda República. Según avanzó la Guerra Civil interiorizó su propia fantasía y, cuando el conflicto tocó a su fin en 1939, el deje dulce de atisbarse como un profeta le llevó a salir bajo palio a los eventos públicos. «Ha asimilado todos los amaneramientos de la realeza», afirmó Adolf Hitler de él durante la Segunda Guerra Mundial, cuando vio los pomposos ropajes que exhibía en los desfiles junto a su Guardia Mora. La religión, para el militar y dictador, era cuasi una obsesión.

Por ello, no sorprende que Francisco Franco sintiera un cariño especial hacia las reliquias de santos.

Costumbre, por cierto, que compartía con Felipe II, al que también veía como a un maestro cuya luz debía seguir. Entre los muchos objetos religiosos que mantuvo celosamente junto a su persona en El Pardo destacan el antebrazo derecho de San Francisco Javier o el manto de la Virgen del Pilar. Pero si hubo uno que brilló con luz propia por encima del resto, esa fue la mano incorrupta de Santa Teresa. Un fragmento de su cuerpo que, como bien recogió ABC en 1975, fue entregado a las Carmelitas poco después de su muerte.

Descuartizada

El origen de esta reliquia lo explicó también ABC en un reportaje dedicado a la muerte de Santa Teresa. Publicado por Carlos Rico-Abello en 1982, la noticia incidía en las bondades de una mujer que dejó este mundo en octubre de 1582 tras dedicar su vida a hacer el bien. «Ha corrido toda España Teresa, ha llegado hasta Andalucía fundando conventos. Ha atravesado la nevada sierra de Guadarrama en crueles invernadas, ha estado a punto de perecer ahogada en el difícil paso de una torrentera burgalesa. ¡Ha sufrido mucho Teresa, porque ha amado mucho! Y, sin embargo, ha gozado mucho más cuando pudo sufrir».

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Señalaba el autor que la sorpresa cundió entre las monjas cuando, un año después de su entierro, durante la que sería su primera exhumación, se percataron de que el cuerpo de la fallecida no se había corrompido ni un ápice. E incidió también en que ese mismo día se decidió desmembrar parte del cadáver. «Algunas partes de su anatomía fueron lamentablemente mutiladas con celo y fervor mal entendido: la mano izquierda, desarticulada y arrancada por orden del padre provincial, un 4 de julio de 1583». Y, nueve meses después, «un dedo, el meñique de esa mano, que le cortó el padre Gracián de la Madre de Dios» para que «le acompañara en su cautiverio».

Aquello abrió la caja de los truenos e inició la triste tendencia de arrancar trozos de su cuerpo como reliquias. Un ejemplo es que, el 25 de noviembre de 1585, tres años después de su muerte y durante el traslado de los restos al Convento de San José (en Ávila), ocurrió otro tanto. «Aún se hará la mutilación del mismo brazo. […] Esta disección [fue] efectuada con un cuchillo». No tardó en pasar lo mismo. «Luego, el cuerpo […] fue desmenuzado: el pie derecho y la mandíbula superior están en Roma; la mano izquierda en Lisboa; la mano derecha, el ojo izquierdo, dedos y trozos de cuerpo, esparcidos por España […]. Su brazo derecho y el corazón, en los relicarios de Alba y Tormes… Y lo demás […] sigue incorrupto».

Sorpresa para Franco

Casi cuatro siglos después de que el cadáver de Santa Teresa fuese dividido en pequeñas reliquias y repartido por media Europa, Francisco Franco, ya durante la Guerra Civil, halló uno de los trozos incorruptos. Según publicó ABC en 1975, el entonces general se topó con él después de que sus tropas tomasen Málaga el 7 de febrero de 1937. «Esta reliquia fue recuperada del botín de un marxista que intentaba sacarla de la ciudad el mismo día de la entrada en la capital del Ejército nacional». Al parecer, la mano en cuestión era la que había sido cortada al cadáver de Santa Teresa y enviada a Portugal, desde donde había sido llevada, a su vez, a un convento local.

En una noticia publicada años después, el 1976, ABC explicaba que la reliquia (guardada en un guantelete de plata adornado de valiosas joyas) fue encontrada, de forma más concreta, en la «valija del comandante republicano de Málaga, general Villalba» mientras este intentaba escapar de la urbe. Al parecer, y según narraba en las páginas interiores el periodista Francisco Garrido, había permanecido en un convento de Ronda hasta que, «en agosto de 1936, elementos del comité republicano la requisaron, sin que se sepa cómo llegó a manos del susodicho coronel Villalba». El resto es historia.

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Franco, encaprichado como estaba con las reliquias de santos, solicitó su cesión temporal a las religiosas Carmelitas de Ronda, que aceptaron. Esta orden había sido la encargada, tal y como desveló ABC en 1941, de custodiar las diferentes partes del cuerpo. Así, a partir de la Guerra Civil, el brazo de Santa Teresa «acompañó al general». Y para gran regocijo, tal y como quedó palpable en una serie de misivas que el militar Francisco Salgado y el obispo Balbino Santos se intercambiaron una vez que finalizó la contienda. «El primero declara que el Generalísimo sentía una especial devoción por la gran Santa española y el segundo afirma que accede muy gustoso al vehemente deseo del Caudillo para que conserve junto a él esta reliquia mientras sea el jefe del Estado», explicaba este diario.

ABC no tuvo reparos en publicar hasta dónde llegaba la obsesión de Franco por esta curiosa reliquia. Según dejó patente el diario en 1975, «el Generalísimo solía llevarla consigo en sus viajes y la guardaba en un lugar destacado de su residencia sobre un pequeño altar, de donde era trasladada a veces a su propio dormitorio». Esas noches, dormía bajo su visión. «En ocasiones rezaba ante ella y el día de Santa Teresa era trasladada a la capilla de El Pardo, donde recibía culto especial». En palabras de este periódico, «se dio incluso la coincidencia de que Madrid fue liberada por el Ejército nacional un 28 de marzo, y Santa Teresa nació también un 28 de marzo». Un hecho que hizo sonreír al dictador.

Orgulloso tesoro de la Guerra Civil

Lo llamativo es que, durante su etapa como jefe del Estado, Franco no escondió en ningún momento que mantenía en su poder la reliquia. Un ejemplo fue la entrevista que el dictador concedió a este diario en 1961. A lo largo de la conversación con Luis Losada, y tras señalar que sus pasatiempos favoritos eran pintar y pescar (una foto a mitad de página del militar enarbolando una caña lo atestiguaba), explicó que tenía «una profunda religiosidad que trasciende a toda su vida» y que podía ser corroborada por «un hecho poco conocido de su vida»: la devoción por la mano incorrupta.

De esta guisa lo explicó Losada en su extenso artículo: «Desde el año 1937, cuando viaja y pernocta fuera de su residencia habitual, lleva consigo la reliquia de la mano Santa Teresa, hallada en la maleta de un general rojo, y que las monjas Carmelitas en cedido en depósito al jefe del Estado. Y no va nada mal este símbolo de la Santa de Ávila, de geniales relaciones hechas como quien cumple con alegre naturalidad la sencilla tarde de cada día».

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En todo caso, durante el tiempo que permaneció en su poder (ya fuera en su dormitorio, ya fuera en el relicario), Franco solía ceder la mano de Santa Teresa a la Iglesia varias veces a lo largo del año para que fuera venerada en procesiones y misas. Una de esas ocasiones quedó recogida en 1939 bajo el titular «Reliquia de Santa Teresa que figurará en la procesión del Carmen». En la misma, se especificaba que «la esposa del Generalísimo» había entregado «a las Carmelitas de Burgos» el objeto para que «figure en la procesión de Nuestra Señora del Carmen, que saldrá el domingo por las calles de la ciudad». Aunque, eso sí, siempre era devuelta de nuevo a El Pardo tras el evento.

Pero el brazo de Santa Teresa no fue la única reliquia adorada por Franco. El 15 de mayo de 1949, el ABC publicó que «S. E. el Jefe del Estado, acompañado de su esposa, doña Carmen Polo de Franco, y su hija, la señorita Carmen Polo», habían recibido en El Pardo la reliquia de Francisco Javier. «Es la mano y el antebrazo derecho del santo, encerrados en una caja con tapa de cristal». El objeto, cedido por el Papa, permaneció en palacio hasta que acompañó a una delegación española a Japón. «En el oratorio del palacio la reliquia fue depositada al lado de la mano de Santa Teresa, que allí se conserva. El padre Caballero rezó una oración para la conversión de los infieles y dio a besar la reliquia».

Después de cuatro décadas, nuestra incorrupta protagonista fue devuelta a las Carmelitas tras la muerte de Francisco Franco. Carmen Polo la entregó en un acto recogido por este diario el miércoles 10 de diciembre de 1975. «Doña Carmen […] y su hija […] han sido recibidas a mediodía de hoy en el Palacio Arzobispal por el cardenal primado, monseñor González Martín. A su llegada fueron cumplimentadas por el vicario general del Arzobispado, don Rafael Palmero Ramos […]. Eran portadoras de la mano izquierda de Santa Teresa. […] La señora entregó la sagrada reliquia al cardenal […] con el ruego de que la hiciese llegar a la comunidad de las Carmelitas. Un documento de recepción dejó constancia del suceso.

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