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Cuando Franco prometió a ABC que «respetaría y acataría» la Segunda República

A lo largo de las últimas décadas, los historiadores han debatido si el futuro Caudillo fue leal o no al régimen de cuya instauración se cumplen hoy 90 años, sin que la carta que el futuro dictador envió a Juan Ignacio Luca de Tena, en 1931, haya sido tenida en cuenta

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Montaje con Franco, en una imagen de 1931/ Vídeo: Cuando Franco salvó la II República - ABC/ ABC Multimedia
Israel Viana
MadridActualizado:

«Calma, señores; calma y mucha cordura», fueron las palabras del Rey Alfonso XIII a los madrileños que acudieron a despedirle al Palacio de Oriente el 14 de abril de 1931, con la Segunda República recién proclamada. Tras la salida de la Monarquía de los Borbones, que no regresaría hasta la muerte de Franco con la restitución de Don Juan Carlos I, España entraba en un estado de convulsión en el que se produjeron algunos hechos cuanto menos significativos en lo que a la figura de Franco se refiere.

La página donde se públicó la carta de Franco, el 21 de abril de 1931+ info
La página donde se públicó la carta de Franco, el 21 de abril de 1931 - ABC

«¿Qué más crisis desean ustedes que la de un país que se acuesta monárquico y se levanta republicano?», se preguntaba el presidente del Consejo de Ministros, Juan Bautista Aznar, tras conocer los resultados de las elecciones municipales convocadas tras la dimisión de Primo de Rivera.

En aquel momento, el futuro dictador dirigía la Academia General Militar de Zaragoza y, al parecer, estuvo tentado de intervenir en Madrid, con sus cadetes, en defensa del Rey Alfonso XIII y en contra la nueva República. Cuando le comunicó sus intenciones al general Millán-Astray, este le advirtió de que no contaban con los apoyos suficientes, sobre todo el de la Guardia Civil, y cambió de opinión.

Según cuenta Paul Preston en su libro ‘Franco: caudillo de España’ (Grijalbo, 1994), el futuro dictador dictó entonces la siguiente orden a sus cadetes: «Si en todos los momentos han reinado en este centro la disciplina y el exacto cumplimiento del servicio, son aún más necesarios hoy, en que el Ejército necesita, sereno y unido, sacrificar todo pensamiento e ideología al bien de la nación y a la tranquilidad de la patria». Esa misma alocución fue recogida por ABC con el título de ‘Moral militar’.

El republicano que ayudó a huir a Alfonso XIII

Alfonso XIII se había marchado al exilio la misma noche del 14 de abril al no poder garantizar su seguridad. Lo hizo, por cierto, ayudado y escoltado por un guardia civil republicano hasta el Puerto de Cartagena, donde embarcó con dirección a Marsella, según informó el diario 'La Época'. El 17, el mismo día en que informábamos del discurso de Franco a sus cadetes, ABC publicaba también, en exclusiva, el siguiente manifiesto del Rey en su portada: «Las elecciones celebradas el domingo me revelan claramente que no tengo el amor de mi pueblo [...]. Soy el Rey de todos los españoles, y también un español. Hallaría medios sobrados para mantener mis regias prerrogativas, en eficaz forcejeo con quienes las combaten. Pero, resueltamente, quiero apartarme de cuanto sea lanzar a un compatriota contra otro en una fratricida guerra civil».

Franco, en 1931, en la Academia Militar de Zaragoza+ info
Franco, en 1931, en la Academia Militar de Zaragoza - ABC

Franco mostraba sus contradicciones en público y en privado en aquellos momentos de confusión. Por un lado, se declaraba reticente al nuevo régimen y, en julio, incluso se manifestó contra el entonces ministro de Guerra, Manuel Azaña, por sus intentos de reducir los gastos del Ejército. Y, por otro, clamaba su lealtad al Gobierno. Llegó incluso a subrayarla en una desconocida carta, fechada el 18 de abril de 1931, que el futuro Caudillo le envió al entonces director de ABC, Juan Ignacio Luca de Tena, y que este diario publicó el día 21.

Solo habían pasado seis días desde la salida de Alfonso XIII y parece que Franco quiso dejar clara su posición con respecto a la recién proclamada Segunda República. El general escribía a este diario con motivo de los rumores que le situaban en Marruecos. «Mi distinguido amigo: habiendo aparecido en el periódico de su digna dirección un retrato mío con la información de haber sido destinado a ocupar la Alta Comisaría de España en Marruecos, mucho le agradeceré que rectifique tan errónea noticia, pues ni el Gobierno provisional ha podido pensar en ello, ni yo habría de aceptar ningún puesto que pudiera interpretarse como mi complacencia anterior con el régimen recién instaurado, así como la menor reserva en el cumplimiento de mis deberes y en la lealtad que guardé a quienes, hasta ayer, encarnaron la representación de la nación en el régimen monárquico», explicaba.

Lealtad a la República

Aspecto de la Puerta del Sol, en Madrid, durante la proclamación de la Segunda República, el 14 de abril de 1931+ info
Aspecto de la Puerta del Sol, en Madrid, durante la proclamación de la Segunda República, el 14 de abril de 1931 - ABC

Aunque con estas palabras Franco manifestaba al marqués de Luca de Tena sus reticencias con la República, le ocurría como a tantos otros generales que navegaban entre dos aguas: la fidelidad al régimen que ostentaba el poder y del que dependía su futuro en el escalafón del Ejército y sus verdaderos deseos políticos. Por eso, en la última parte de la carta, el general ferrolano no deja lugar a dudas de su posición: «Por otro lado, es mi firme propósito respetar y acatar, como hasta hoy, la soberanía nacional, y mi anhelo que esta se exprese por sus adecuados cauces jurídico.

Desde ese momento, y hasta casi el último momento en que se sumó al golpe de Estado de julio de 1936, lo cierto es que Franco se mantuvo leal a la Segunda República. Ya lo dijo José Sanjurjo en 1932, cuando se enteró de que este se negaba a apoyar la sublevación que había organizado en Andalucía: «Franquito es un cuquito que va a lo suyito». Eso explica, también, por qué varios ministros de la época le mostraron su confianza. Entre ellos, Diego Hidalgo, responsable de la cartera de Guerra durante el Gobierno de Alejandro Lerroux, en 1934, por parte del Partido Republicano Radical.

Entre otras cosas, le confió la tarea de sofocar la polémica Revolución de Asturias en la que murieron cerca de 2.000 personas durante los enfrentamientos de los agitadores con las autoridades y el Ejército. Según explica Jesús Ángel Rojo en su libro ‘Grandes traidores a España’ (El Gran Capitán, 2017), muchos republicanos y socialistas fueron desleales con la República en aquel mes de octubre de 1934 y Franco fue el responsable de sofocar los disturbios con mano de hierro. Y, por lo tanto, de alguna manera, también de salvar al régimen en uno de sus momentos más complicados.

Franco, más leal que Azaña

El mismo Hidalgo le calificó de «hombre leal» con una «inteligencia clara» y unos «extraordinarios conocimientos militares» en ‘¿Por qué fui lanzado del Ministerio de la Guerra?’, reeditado por Drácena en 2015. «Franco, en el silencio de su despacho, lleva muchos años. Los años de la paz, consagrado a documentarse. El estudio ha dado sus frutos, y hoy bien puede afirmarse que no hay secretos para este militar en el arte de la guerra», añadía. Por su parte, el célebre hispanista Stanley Payne se refería al mismo asunto en una entrevista a ‘El Cultural’ en 2016: «Franco quería permanecer leal a la República aunque no le gustase. Era muy ordenancista y disciplinado. Ante los militares más exaltados él siempre dijo que sería un error levantarse, que las sublevaciones militares eran cosa del siglo XIX y que solo empeorarían la situación. Esa fue la opinión de Franco hasta el magnicidio de Calvo Sotelo. En cierto sentido, era más leal a la constitución que Manuel Azaña».

Franco, en la Academia Militar de Zaragoza, en 1931+ info
Franco, en la Academia Militar de Zaragoza, en 1931 - ABC

El debate ha sido constante entre los historiadores en las últimas décadas. Y las dudas sobre su supuesta lealtad han llegado hasta la carta que le envió al presidente republicano Santiago Casares Quiroga el 23 de junio de 1936. En ella, algunos han visto un intento de avisarle de un posible levantamiento militar, cuando faltaba menos de un mes para que se iniciara la Guerra Civil. Para Paul Preston era de «una ambigüedad laberíntica». Para su colega, el prestigioso hispanista Hugh Thomas, «una declaración del general ante la historia para justificar que había hecho todo lo posible para conseguir la paz, aunque para entonces ya supiera que era demasiado tarde». Para el escritor y periodista Julio Merino, ex director del diario ‘Arriba’, la misiva «podría haber evitado un millón de muertos si hubiera sido contestada». Mientras que para Íñigo Bolinaga Irasuegui no era más que «una traición sibilina a los conjurados».

Podría ser cualquiera de estas explicaciones o varias de ellas a la vez, pero el caso es que nunca ha habido un consenso total entre los expertos sobre qué quería conseguir Franco con esta carta en la que «anunciaba en un tono críptico y deliberadamente ambiguo que se estaba gestando una conspiración», en palabras de este último historiador. ¿Era realmente un traidor que quiso detener la guerra? ¿Fue un hombre leal a la República hasta pocos días antes del golpe de Estado? ¿Estaba haciendo el doble juego con la misiva a Quiroga, por un lado, y sus conversaciones con el general Mola, por otro? ¿Estaba avisando directamente del levantamiento y advirtiendo de que él estaba en el bando sublevado?

«El estado de inquietud»

«Respetado ministro: Es tan grave el estado de inquietud que en el ánimo de la oficialidad parecen producir las últimas medidas militares, que contraería una grave responsabilidad y faltaría a la lealtad si no le hiciese presente mis impresiones sobre el momento castrense y los peligros que para la disciplina del Ejército tienen», comentaba en la carta, que durante décadas permaneció prácticamente en el olvido. En aquel momento, el golpe de Estado empezaba a ser evidente. De hecho, varios generales –incluido Franco– ya habían acordado sublevarse a principios de 1936 si el Frente Popular ganaba las elecciones de febrero, pero el plan no siguió adelante.

Según explica Preston en ‘La Guerra Civil Española: reacción, revolución y venganza’ (1978), Casares Quiroga fue advertido en varias ocasiones de que la conspiración estaba en marcha, pero no hizo caso. El presidente cometió lo que el historiador calificó como «un nuevo error»: el del «curioso aviso del general Franco» el 23 de junio que no quiso ni tan siquiera responder. «Una misiva ambigua en la que insinuaba que el Ejército permanecería leal si se le trataba como era debido, insinuando así que era hostil a la República. Esto implicaba claramente que Franco solo iba a desbaratar el complot si el presidente le asignaba el puesto adecuado», advierte.

Años más tarde, los apologistas de Franco hicieron correr ríos de tinta intentado explicar dicha misiva como una hábil maniobra para desviar las sospechas de Casares o bien como un último y magnánimo gesto de paz. Dos interpretaciones nuevas a una carta cuyo objetivo nunca fue aclarado del todo, al igual que olvidada carta al diario ABC. No es descabellado pensar que la primera hubiera brindado a Casares la oportunidad de neutralizar a Franco, ya fuera sobornándole con un puesto o arrestándole, pero el presidente solía hacer gala de cierta despreocupación, lo que le llevó a no hacer ni una cosa ni la otra.

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