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Las 21 condiciones de Jardiel Poncela para triunfar en el teatro

El famoso dramaturgo explicó a un autor novel en una carta que publicó por primera vez ABC por qué se fracasa o se tiene éxito en esta profesión

«Una noche de primavera sin sueño», representada por primera vez en mayo de 1927 en el Teatro Lara+ info
«Una noche de primavera sin sueño», representada por primera vez en mayo de 1927 en el Teatro Lara - José Zegri
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Enrique Jardiel Poncela (1901-1952) recibió en cierta ocasión la carta de un autor novel que le enviaba su obra y le pedía consejo. Tras leerla, el famoso dramaturgo se sentó en una mesa del café, donde le gustaba escribir, y, pese a que el trabajo le abrumaba, contestó larga y detenidamente. «La respuesta al comediógrafo incipiente es un breviario de ideas críticas sobre el teatro, especialmente aplicable a todos los que "empiezan"», indicó «Blanco y Negro» antes de publicar por primera vez en septiembre de 1957 una extensa relación de aquellas líneas fechadas el 1 de diciembre de 1945:

Jardiel Poncela+ info
Jardiel Poncela

«Para ser autor -decía Jardiel Poncela- es imprescindible tener fe ciega en sí mismo y estar persuadido al mismo tiempo de que la primera obra teatral no sólo es —inexorablemente y sin excepciones—mala, sino que es—inexorablemente y sin excepciones— muy mala.

(Y conste que no juzgo su obra, que, repito, no he leído; me limito a exponerle un axioma literario; es decir, una verdad que no precisa demostración.)

No hay más que un caso en que un autor que empieza debe dirigirse a pedirle opinión a un autor ya de oficio: cuando ese autor que empieza duda de si vale o no para el oficio de autor. Si no hay duda, sobra el pedir opinión, y solo queda una cosa que hacer: escribir una comedia tras otra hasta que uno mismo comprenda y juzgue cuál de ellas es, al fin, la buena.

Sospechar que la primera comedia es buena es tan insensato como pensar que al matricularse en el preparatorio de Medicina se puede ya operar con éxito una úlcera de estómago. Exactamente igual de insensato porque aunque no exista una Facultad "ad hoc" ni un programa de estudios, sí una serie de cursos que seguir, sí una serie de asignaturas que aprobar, sí una serie de horas consumidas en la anatomía de cadáveres primero y en la ayudantía de operaciones a viviseccionar después, sí—por fin—una tesis y un examen doctorales (que es cuanto hay que hacer en la carrera de Medicina desde que el alumno se matricula en el Preparatorio hasta que opera la primera úlcera de estómago). Aunque no exista al parecer todo eso todo eso existe para llegar a producir una comedia "viable" en este oficio de autor. (Fíjese, amigo Martín, que ni siquiera digo buena, sino viable nada más. A usted la comedia de... le ha parecido muy mala. No conozco esa obra; quizá es mala, en efecto; pero es viable. Y para escribir esa comedia viable su autor ha llenado cuartillas durante treinta años.

¡Cuidado! No caiga usted en la indiscreción, en la fatuidad, en el error funesto y suicida, en la torpeza, en la infecundidad de creer (como un amargado e infecundo crítico cualquiera) que todo es malo, o que casi todo es malo. Para un autor que escribe su primera obra teatral, todas las obras teatrales que el público acude a ver tienen que tener una virtud; la virtud inalienable e imprescindible de ser teatrales.

Puede decir que «en teatro casi todo es malo» quien (mala o buena) cuenta ya con una producción teatral propia abundante; pero quien no se halla en ese caso (autor novel, crítico o simple espectador), si lo dice cae en la fatuidad y en la indiscreción. ¿Se atreverá usted a ponerle defecto técnicos a un puente colgante? Pues no hay diferencia ninguna entre un puente colgante y una comedia para quien no se halla especializado en la construcción de comedias o de puentes colgantes. Y si los no especializados en la construcción de ambas cosas establecen diferencia, si no se atreven a juzgar la comedia y no atreven a juzgar el puente es porque se hallan convencidos de que no saben construir el puente y en cambio creen que sabrían construir la comedia. O más claramente: saben que no tienen estudiada y aprobada la carrera de ingeniero, pero que han venido al mundo con la carrera de autor teatral estudiada y aprobada por ciencia infusa. Error absurdo, pero extendidísimo.

Enrique Jardiel Poncela trabajando en la mesa del despacho de su casa
Enrique Jardiel Poncela trabajando en la mesa del despacho de su casa

¿Entonces? Entonces, el verdadero talento y la verdadera discreción en este caso reside no en decir "tal comedia es mala o es buena", sino a mí me «rusta o no me gusta, porque con gusto propio para el arte y para todo, con eso sí nace el hombre; pero tener un gusto no es tener un conocimiento. El gusto se tiene; el conocimiento hay que adquirirlo.

Caer en ese extendido error, como una persona vulgar, es lo peor que puede sucederle a un autor novel; es casi casi, la demostración de que no va a dejar nunca de ser autor novel, y de que se va a quedar para siempre en persona vulgar. El autor novel tiene que tener la aspiración de renovar construyendo. Para renovar construyendo hay que destruir lo viejo, pero destruirlo después de tener lo nuevo construido. Eso es renovar: destruir después de haber construido. Destruir antes de haber construido es locura o salvajismo lo mismo en arte, que en política, que en arquitectura. Nadie que quiere renovar su casa destruye la vieja sin haber construido previamente la nueva, mas que un loco o un salvaje que oculta bajo la palabra renovar sus verdaderos y únicos propósitos de destruir.

Caer en el extendido error citado es para el autor novel una postura funesta para llegar a producir sus propias obras, porque lo lleva a la infecundidad por falsa obsesión de injusticia. Y así son infinitos los que nada han llegado a hacer en teatro—en literatura y en arte en general— porque día a día, mes a mes, año a año, se han repetido a si mismos la mentirosa letanía del: No tuve suerte. No me ayudó nadie. Los que ya estaban situados me impidieron situarme. Lo mío vale tanto o más que lo de otros, y sin embargo yo no he logrado estudiar lo mío. Las empresas no leen. Como no tuve amistades ni dinero... Tuvieron la culpa mis padres que no me dedicaron a "tal" cosa. Como me casé y me cargué de hijos..., etc., etc.

Mentira. Mentira. Mentira, Mentira. Mentira. Mentira. Mentira.

Créame usted a mí; mentira, amigo mío.

Madrid. Abril de 1931. "Margarita, Armando y su padre", de Jardiel Poncela, estrenada en el Teatro la Comedia+ info
Madrid. Abril de 1931. "Margarita, Armando y su padre", de Jardiel Poncela, estrenada en el Teatro la Comedia - Albero y Segovia

Esta es la letanía verdadera que debían recitar esas numerosísimas gentes:

"No tuve condiciones de autor, pero mi vanidad no me permitió nunca reconocerlo. Todos los autores consagrados empezaron tan desconocidos como yo y tuvieron que luchar igualmente que yo, con la diferencia de que a mí me venció el esfuerzo porque yo era más débil que la lucha y ellos vencieron al esfuerzo porque ellos eran más fuertes que la lucha. Yo llamo Injusticia a mi falta de condiciones para ese oficio y para la lucha. No es que mis padres me dedicaran a "tal cosa"; es que yo carecía de la vocación suficiente y de la suficiente energía para oponer mi voluntad a la de mis padres. No es que las empresas no lean; es que yo no escribí nunca nada que les pareciera interesante a las empresas. Me casé -y me cargué de hijos y de obligaciones porque de muchacho prefería pasar el rato agradablemente al lado de mi novia, a pasar horas y horas yo solo escribiendo y sudando gotas de sangre para lograr unas páginas que luego rompía porque comprendía que eran malas. Si no he triunfado no ha sido por la mala suerte, sino por mala elección de oficio"».

21 condiciones para ser autor

«Blanco y Negro» explicaba entonces cómo la carta continuaba (tenía 18 cuartillas) «exponiendo las concepciones beligerantes que Jardiel había adquirido en su dura pugna para triunfar, y que tienen el defecto de considerar universal lo que no es más que un caso aislado, si bien bastante frecuente». Dentro de esa línea, el dramaturgo establecía 21 condiciones para llegar a ser autor:

1. Una vocación desmedida

2. Una tenacidad a prueba de fatigas y baches

3. Salud corporal, mental y, sobre todo, nerviosa

4. Espíritu de observación

5. Espíritu de análisis

6. Un extenso conocimiento del teatro antiguo y moderno

Jardiel Poncela, en 1948+ info
Jardiel Poncela, en 1948

7. Humildad franciscana (o la suficiente soberbia para ser humilde) que le coloque a uno siempre y le mantenga a uno siempre al escribir inclinado a pensar que lo que uno está escribiendo es imperfecto y puede mejorarse

8. Gran coordinación mental para desarrollar el tema

9. Extraordinario poder de abstracción

10. Sentido de la síntesis

11. Sentido finísimo de la medida del tiempo

12. Sentido perfecto del "efecto"

13. Profundo conocimiento de la psicología y reacciones de las masas

14. Ingenio o instinto de la situación dramática

15. Imaginación para "ver" la escena mientras se escribe

16. Ponderación sutilísima

17. Inventiva

18. Sentido del ritmo

19. Método

20. Profundísimo e implacable sentido crítico

21. Habilidad constructiva y narrativa.

El autor de «Eloísa está debajo de un almendro», «Usted tiene ojos de mujer fatal» o «Los ladrones somos gente honrada», entre muchas obras, quiso añadir una última advertencia al joven antes de despedirse: «Quien emprende la carrera de autor, en caso de éxito logra muchas de las cosas positivas que hacen la existencia agradable, pero en caso de fracaso se convierte en un arruinado moral ; casi inevitablemente en un ser inútil, en un amargado eterno; y con frecuencia, en un paria, en un desperdicio social».

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