Una ruta para comerse el Alentejo

Los mejores sitios para no pasar hambre en la región portuguesa

Alentejo constituye una de las joyas gastronómicas de Portugal

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El Alentejo es, para la mayoría de los españoles, una región desconocida más allá de un par de tópicos que no hacen justicia a su importancia dentro de Portugal. En un país que tiene aproximadamente el tamaño de Andalucía, el territorio alentejano supone un tercio de la extensión total. Algo así como si aquí hablásemos de un territorio que se extendiese por toda Castilla y León, Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco, La Rioja y Navarra.

Pero más allá de la importancia que le da su tamaño relativo dentro del país y su proximidad a Lisboa, lo que ha hecho que la comunidad alentejana sea históricamente una de las más grandes y activas en la capital, el Alentejo es una región de una diversidad increíble que poco tiene que ver con el tópico de llanuras, cereales y mucho calor que solemos otorgarle desde este lado de la frontera.

El Alentejo es una región de una diversidad increíble

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El norte alentejano es más montañoso, con dehesas interminables, pueblos encaramados a cerros imposibles e inviernos más fríos ; el centro y el sur tienen veranos achicharrantes (el hecho de que limiten con Badajoz y el interior de Huelva debería habernos dado alguna pista) y es el que más responde al tópico, aunque, además esté cuajado de conjuntos patrimonio de la humanidad y de algunos de los monumentos megalíticos más espectaculares de la Península Ibérica.

La Costa Alentejana, por su parte, es la última franja de costa casi virgen de la Europa continental. Playas interminables, pueblos de pescadores asomándose a los acantilados y un clima mucho más suave que el de sus vecinos del interior.

Cada una de las tres zonas tiene una personalidad gastronómica propia, aunque todas comparten sabores, técnicas y elaboraciones que pueden encontrarse, con variantes, en un pueblo o en otro ; una cocina en la que los aromáticos están muy presentes, en la que la temporalidad manda y que, pese a seguir muy viva, está siendo capaz de reinventarse con éxito en los últimos años.

En Alto Alentejo se puede disfrutar de una cocina regional sencilla, como de la açorda alentejana.

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ALTO ALENTEJO

Marvão es una de las joyas del Alentejo, y me atrevería a decir que de Portugal: un pequeño pueblo encaramado a unos riscos sobre el valle del río Sever, a un paso de la frontera española de Valencia de Alcántara.

El espectacular centro amurallado, de origen medieval y cuajado de casas y palacetes renacentistas al pie del castillo, tiene algunas opciones gastronómicas pero, como ocurre en la mayoría de estos núcleos turísticos, a veces los precios son un poco más altos, la oferta está un tanto estandarizada…

No voy a animar a dejar de visitar el pueblo. De hecho, creo que es una parada imprescindible, pero una buena opción para comer es bajar hasta la carretera que llega de España, en el pueblo de Portagem, y buscar el Hotel Río Sever.

En su restaurante se sirve una cocina regional sencilla, de precios contenidos y una calidad más que aceptable: guiso de venado con castañas o jabalí en tomatada en invierno, açorda (un tipo de sopa bastante consistente) alentejana, ensopado de borrego y un largo etcétera de platos locales son el eje central de su propuesta.

Vino y queso para disfrutar gastronómicamente del Alto Alentejo

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En el vecino Castelo de Vide, otro de esos pueblos en los que vale la pena parar y callejear sin rumbo, se encuentra el restaurante Dom Pedro V. Está instalado en las caballerizas de un antiguo palacio en el que hizo noche el rey Dom Pedro y es uno de esos restaurantes que parece estar al margen del tiempo y de las modas, suspendido en un clasicismo con un punto casi decadente que mantiene una cocina regional de carácter familiar. Sopa de cazón con cilantro y nueces, arroz de feijão (con judías pintas) , migas de patata con costilla…

A una media hora hacia el sur en coche está Portalegre, una de las principales ciudades del distrito, y la capital de la cocina actualizada en el Alto Alentejo. En su agradable casco histórico se encuentran dos de los restaurantes más interesantes de la región: Tombalobos y O Solar do Forcado.

El cocinero José Julio Vintém ofrece en su Tombalobos una versión actualizada en la medida justa de la cocina altoalentejana. Mollejas de cordero, manitas de cordero en tomate, o sopas de tomate con huevo escalfado comparten carta con la açorda de gallina de guinea acabada al horno o el cazón frito con migas de espárragos verdes silvestres.

Un poco escondido en una calle al borde del casco histórico de la ciudad, O Solar do Forcado es, con su ambiente taurino, la otra referencia en Portalegre. Se trata de un restaurante especializado en carnes de toro bravo y de porco preto (el primo portugués del cerdo ibérico español) . Uno de esos espacios que vale la pena visitar tanto por su cocina como por su carácter.

En Alentejo Central y Baixo Alentejo, son platos típicos tanto la carne como el pescado.

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ALENTEJO CENTRAL Y BAIXO ALENTEJO:

Se trata de la zona en la que están las principales ciudades ( Évora, Estremoz, Montemor-O-Novo, Beja, Mértola ) y de las más extensa, así que la oferta aquí es muy variada.

Si se visitan los conjuntos monumentales cercanos a la frontera de Badajoz (Elvas, Vila-Viçosa, etc.) quizás la mejor opción sea parar para comer en Estremoz. Y no sólo porque la ciudad tenga un encanto innegable, sino porque aquí se concentran algunas propuestas interesantes.

Probablemente la que cuente con mayor fama en la actualidad sea Mercearia Gadanha , un bonito espacio que conjuga restaurante y tienda de vinos y ultramarinos en el que se reinterpretan los sabores alentejanos en platos como el milhojas de bacalao confitado y jamón de porco preto, el pulpo con puré de alubias y chorizo o el solomillo de porco preto con compota de cebolla roja y crocante de linguiça, un embutido local.

En la parte alta del pueblo, dentro de la fortaleza y al lado de la Pousada (el equivalente a nuestros Paradores) que ocupa el castillo, a la que vale la pena asomarse aunque sólo sea para tomar un café, está el Cadeia Quinhentista que, como su nombre indica, ocupa una antigua prisión del S.XVI.

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La perdiz con alubias y castañas, el mero asado al horno con linguiça y patatas o la carne a la alentejana (lomo de porco preto con almejas en salsa) son ejemplos de su cocina. La pequeña terraza de su azotea es uno de esos secretos que esconde la ciudad y que vale la pena descubrir, especialmente en una noche de verano.

Si la ruta va más hacia el sur hay que hacer parada en Serpa, un pequeño pueblo fortificado, y probar su queijada, un dulce local parecido a una tarta de queso al horno en miniatura que, aunque tiene docenas de versiones por todo el país, aquí tiene una fama ganada a pulso.

Muy cerca de Monsaraz, otro de esos pueblos que hay que marcar como imprescindible en cualquier itinerario, está Herdade do Esporão, una bodega que alberga un conjunto turístico del que forma parte uno de los restaurantes más interesantes del sur del país.

Los precios medios son más altos que la media de la zona (alrededor de 50€, bodega aparte) , pero en cuanto uno pone un pie en la propiedad y se asoma a su agradable comedor entiende que su oferta tampoco es la habitual.

Cocina alentejana actualizada, que puede disfrutarse tanto a la carta como en menús de 5 o 7 pasos, y la posibilidad de complementar la visita con un recorrido por la sala de barricas, a 30 metros de profundidad, o realizando una cata de vinos o de aceite lo convierten en un imprescindible.

Aunque si quieres gastar un poco menos y disfrutar del conjunto de la bodega, siempre puedes reservar uno de sus picnics entre los viñedos (25€ por persona, mínimo dos personas) .

Hacia el oeste, Évora es de esas ciudades que justifican un viaje. Su conjunto de edificios romanos, medievales y renacentistas le da un carácter único. Es, además, un muy buen lugar para sumergirse en la cocina alentejana.

Prueba a hacerlo en el restaurante Origens , una visión más actual con propuestas como el carabinero con pétalos de cebolla y arroz frito, la terrina de cabeza de cerdo con ciruelas o el pulpo a baja temperatura con garbanzos y espinacas ; en O Fialho , si lo que buscas es una opción más tradicional (no dejes de probar las manitas de cordero con ajo y cilantro) o en el Dom Joaquim , quizás el gran clásico de la ciudad, con platos como la feijoada de liebre y postres imperdibles como la sericaia o la sopa dourada.

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COSTA ALENTEJANA

No soy objetivo con esta parte de la región. Si alguna vez me pierdo, seguramente me encontraréis en algún punto de la interminable playa de más de 70 km. que desde Setúbal se extiende hasta Sines o en cualquiera de las calitas de aguas de un azul imposible que se abren entre los acantilados cerca de Porto Covo o de Rogil.

Aquí la vida va a otro ritmo. Y si durante las 4-6 semanas que dura la temporada más alta la masificación es más que relativa, el resto del año la tranquilidad es absoluta y uno tiene la sensación de que las playas están ahí para él solo.

La cocina va en la misma línea: productazo local sin complicaciones, infinidad de locales con muy buenas vistas, pastelerías y bodegas que parecen llevar ahí toda la vida. Y un ritmo que te contagia desde que pones un pie en la zona.

Empezando por el norte nos encontramos con Praia da Comporta, una de las playas de moda debido a su cercanía a Lisboa, que está a poco más de una hora, alrededor de la que va creciendo una oferta contemporánea muy interesante.

La oferta gastronómica de una de las playas más famosas es un abanico de posibilidades.

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Es el caso de A Escola, un restaurante instalado en una antigua escuela rural al borde de los arrozales del río Sado, que juega alrededor de la cocina tradicional de esta zona en la que el río y el mar se encuentran. El arroz caldoso de choco con gambas y la empanada de conejo de monte son dos especialidades que no hay que perderse.

Algo más al sur, en el Hotel Sublime , hay tres opciones: en A Tasca da Comporta la oferta es más sencilla y basada en buena medida en raciones para compartir mientras en el Semporta, ubicado en un antiguo almacén de arroz, se va un paso más allá siempre con el producto local como base en platos como su arroz de producción local con el pescado salvaje del día, almejas y gambas.

La gama más alta de su oferta está en el Food Circle, un pequeño espacio en el medio del jardín, que sólo abre con reserva previa, para grupos de entre 6 y 12 personas que se acomodan en la barra alrededor de la cocina y con un menú fijo de 165€ (bebidas incluidas) en el que las brasas tienen un papel protagonista.

Pero no todo está en esta línea en la costa alentejana. De hecho, gran parte de su atractivo está en las propuestas más sencillas. Es el caso de los pescados a la parrilla servidos mirando al mar en el Trinca Espinhas, sobre la playa de São Torpes, a las afueras de Sines.

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O en Chez Daniel, en Lagoa de Santo André, fundado como una barraca de pescadores sobre las dunas en 1925 (con el nombre de Miramar) y reformado en 2011 por la cuarta generación de la misma familia. Aquí hay que probar las anguilas, fritas o en ensopado (un tipo de guiso) , los pescados a la brasa o la caldeirada mixta.

Y después, llegar a tiempo para ver la puesta de sol desde alguno de los bares plantados directamente sobre la arena. El Beach Lounge de Santo André, el Lagoa ao Mar de Melides o el Zé de Monte Clérigo, por citar sólo tres.

Cualquiera de ellos hará que quieras quedarte a ver una puesta de sol más. Y si acompañas la cerveza con unas sardinas a la parrilla o un choco recién frito es probable que no quieras marcharte nunca. Que no se diga que no aviso.

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