Lugares inesperados de la costa de Portugal

Azóia, Apúlia, Enforca Cães, la Capilla del Señor de la Piedra… lugares que tienes que descubrir sí o sí (y darte un chapuzón).
La costa de Portugal esconde esta magnífica capilla a pie de mar.
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En verano las ganas de agua son inevitables y, para dar gusto a nuestros deseos, qué mejor forma de complacerlos que asomarnos a la costa de Portugal y descubrir algunos de los rincones donde poner en práctica el turismo azul.

Nos lanzamos en busca del mar

El turismo azul se relaciona con planes que tengan que ver con cualquier tipo de lugar acuático, pero el mar es, sin lugar a dudas, el espacio por excelencia, especialmente cuando nos encontramos inmersos en la estación veraniega. Cuando pensamos en Portugal, muchos de los destinos de referencia que se nos vienen a la cabeza se ubican en pleno litoral luso, en toda esa franja costera que ocupa una buena parte del costado oeste de la Península Ibérica.

Oporto o Lisboa, sin ir más lejos, constituyen planes de viaje recurrentes. Pero existen muchos enclaves en Portugal, que gozan de la cercanía del mar, que no son tan conocidos como las dos grandes ciudades del país u otras poblaciones o lugares costeros populares como puedan ser Aveiro, Nazaré, Peniche, Cascais, la península de Tróia, Sines, Faro, Tavira

Precisamente muy cerca de Oporto encontramos uno de ellos. Se trata de la Capilla del Señor de la Piedra (Capela do Senhor da Pedra), una sorprendente construcción erigida en la misma orilla del mar sobre una voluminosa mole de piedra granítica. No nos hemos alejado ni quince kilómetros de la urbe y nos topamos con este insospechado punto mientras recorremos el inicio de la playa de Miramar.

Lugares inesperados en la costa de Portugal: la Capilla del Señor de la Piedra.Getty

La capilla es un templete de planta hexagonal, coronado por una cruz, que fue construido hace varios siglos en un lugar donde antiguamente se llevaban ritos paganos, si bien la leyenda más extendida cuenta que la motivación para ponerla en pie fue más bien la promesa de un marinero quien, tras casi perecer en el mar tras un naufragio, prometió que si salía vivo mandaría construir en aquel punto de la costa una capilla en agradecimiento. Sea cual fuere su origen, el resultado no pudo ser más poético…

Más al norte, a algo más de media hora por carretera desde Oporto en dirección a la frontera con Galicia, encontramos otro singular lugar que, a simple vista, nos puede desorientar y hacernos pensar que hemos aterrizado en mitad de Castilla-La Mancha. Llegamos a Apúlia –muchas veces confundida con la homónima región italiana que ocupa el célebre “tacón de la bota”–, y allí nos aventuramos por una extensa franja litoral dibujada por dunas en la que despuntan como vigías unos espléndidos molinos de viento.

Protegido dentro de la figura del Parque Natural del Litoral Norte, este tramo costero de Apúlia ha creado su identidad gracias a estos símbolos quijotescos cuya misión, mucho más mundana, tenía que ver con la molienda de los cereales que se cultivaban en la zona. Mientras, otro de los símbolos de este lugar, relacionado directamente con ese cultivo de cereales, es el de los sargaceiros, personas dedicadas a la recolección del sargaço (algas) en las playas para su posterior uso como fertilizante en las tierras.

Los molinos de viento de Ápulia, un lugar inesperado en la costa de Portugal.Alamy

Desde Oporto hacia el sur

Abandonamos el distrito de Braga y la influencia de Oporto para descender por la costa desde Aveiro, donde comienza un extensísimo arenal, dividido en una serie de playas, que se prolonga durante muchos kilómetros hasta llegar a la localidad de Murtinheira, un poco antes de aparecer la conocida población de Figueira da Foz.

A esta altura, junto a la vía asfaltada, un mirador y curioso reloj de sol expuesto en una ladera nos indica el comienzo de uno de los tramos de carretera más singulares de todo Portugal. Hablamos del tramo de Enforca Cães, casi un kilómetro de empinada ruta que deja a uno de sus lados las vistas del océano y unas formaciones rocosas espectaculares y, a la izquierda, nos regala la visión del faro de cabo Mondego. Un lugar para la fantasía, a pesar de su macabro nombre, que nos recuerda, salvando las distancias, al familiar topónimo de Despeñaperros.

El faro de Cabo Mondego.Getty

Y seguimos bajando hasta llegar a uno de los rincones geográficos más destacados del continente europeo. La encantadora población de Azóia –una freguesía del municipio de Leiría situada muy cerca de poblaciones tan conocidas como Sintra o Cascais– nos recibe en un primer momento atraídos por su magistral artesanía, basada en las cestas de mimbre y los azulejos pintados a mano, pero pronto nos damos cuenta de las generosas vistas que nos brinda sobre el océano Atlántico. En el horizonte, en la línea costera, divisamos la silueta de un faro, el de Cabo da Roca.

Efectivamente, estamos frente al cabo da Roca, el punto más occidental de la Europa continental, a pesar de que muchas veces otorguemos ese honor al cabo de Finisterre. Los formidables acantilados que constituyen este accidente geográfico impresionan, como podemos observar desde un mirador habilitado al final de un sendero de tierra que parte desde el faro, justo al borde del precipicio.

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Mientras, al lado opuesto, nos aguardan dos playas de imprescindible visita, no tanto para bañarse sino para admirar el bello paisaje. Las playas de Aroreira y, sobre todo, la da Ursa, presumen de contar con unas formaciones rocosas únicas y nos dejan estupefactos pensando en este maravilloso punto final de nuestro recorrido por la costa de Portugal.

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