Ruta por el Alentejo portugués (II): Alto Alentejo

El norte de la región alentejana: de Évora a Juromenha

La pintoresca localidad de Marvão

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“¡Ah! ¡Quieren una luz mejor que la del Sol!

¡Quieren prados más verdes que éstos!

¡Quieren flores más bellas que éstas que yo veo!

A mí este Sol, estos prados, estas flores me contentan”

De nuevo recurrimos al Alberto Caeiro creado por Pessoa para comenzar la segunda parte de nuestra ruta , esta vez por el norte: el Alto Alentejo.

Más famoso y más montañoso que el sur, encontraremos en esta ruta las dualidades que ya vimos en la primera parte, aunque con más fama, más detalles de estilo manuelino en su arquitectura y, especialmente, una de las ciudades imprescindibles del país: Évora.

Capital del Alto Alentejo, Évora es una ciudad para pasear día y noche por sus calles empedradas y despejadas.

Prácticamente es imposible fallar eligiendo un restaurante para comer, ofrecen ricos ejemplos de la gastronomía alentejana (como el cerdo a la alentejana, del que ya te hablamos, y que se cocina con almejas; las migas ; la açorda alentajana –sopa– o el caçao, un pescado para variar del bacalhau típico) .

Además, entrando por cualquiera de las puertas de la muralla eborense encontrarás pequeños cafés con terrazas donde prepararte para la que te espera.

Évora, la capital del Alto Alentejo

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El casco antiguo de Évora, ciudad de origen celta, ha sido declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO.

De los celtas nos queda el nombre original de Ebura, aunque los romanos la llamaron Liberalitas Julia/Iulia. De ellos nos queda un templo, el de Diana. El original es del siglo II después de Cristo, aunque cuando estamos frente a él, José Saramago nos contará desde su libro que este Templo de Diana, “no es de Diana ni lo fue nunca”.

El escritor narra en su Viaje a Portugal que el templo fue destruido en el siglo V y fue en el XIX cuando recuperó su apariencia clásica. En todo caso, las columnas son de granito y sus capiteles, de orden corintio, están tallados en mármol de Estremoz.

Évora conoció buenos tiempos con los árabes, pero la llegada de los cristianos de la mano del legendario Geraldo Sem Pavor o Sempavor (Geraldo Sin Miedo, en portugués) , en el siglo XII, le dio una edad de oro cultural.

Évora acogió a la corte real entre los siglos XV y XVI y después fueron la Inquisición y los jesuitas quienes se hicieron con el control hasta la expulsión de la orden religiosa de Portugal por el Marqués de Pombal, en 1759.

Praça Porticada do Giraldo, con la Iglesia de Santo Antão

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La catedral es de origen románico, aunque presenta bastantes modificaciones posteriores. Una de las calles que lleva hacia ella está llena de tiendas de recuerdos y artesanía. No pases de largo sin entrar a curiosear a alguna de ellas, porque te sorprenderá la calidad, diseño y originalidad de los productos de decoración que tienen.

En el Convento dos Loios está la pousada y cerca del Templo de Diana puedes entrar al patio del Palacio Cadaval o Das Cinco Quinas (de las cinco esquinas, se llama así por la forma pentagonal que tiene) , y aprovecha para relajarte y tomarte algo en un agradable entorno.

Otra de las imágenes típicas de Évora es la praça Porticada do Giraldo, con sus arcadas, su iglesia, su fuente y sus terrazas para descansar, comer, beber y observar.

Cerca de la bonita iglesia de Graça, desde cuya fachada dos grandes estatuas parecen observarnos sentadas allá arriba, en la cornisa, encontrarás la famosa Capela dos Ossos, dentro de la Iglesia de San Francisco. Los ossos, en portugués son… sí, huesos. Y es que esta capilla está hecha de calaveras, tibias e incluso momias.

Capela dos Ossos, en la Iglesia de San Francisco

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Salimos de Évora para buscar más murallas y castillos. Esta vez en Montemor-O-Novo, que tiene una zona cerca del castillo más antigua y otra más moderna en los alrededores.

El castillo, conquistado a los árabes, servía de refugio para toda la población hasta que ésta se desbordó en número de habitantes y empezaron a ocupar la parte baja.

Desgraciadamente, el castillo quedó abandonado e incluso sus piedras sirvieron para la construcción de nuevas viviendas. Por eso recomendamos especialmente visitar la parte nueva de la ciudad: muchos azulejos para tus redes sociales, ¡prepara el teléfono!

Al norte de Évora toparemos con Arraiolos, lugar de origen medieval famoso por la calidad de sus alfombras y su artesanía.

En Traveler escogemos siempre la belleza. Por eso, de aquí daremos un salto para subir a Marvão, más al norte, más alta, más blanca. Puedes llegar desde España, por Albuquerque y Valencia de Alcántara, para ir rodeando en carretera este emplazamiento del que Saramago dijo: “Desde Marvao se ve la tierra casi toda”. Porque así es.

El castillo de Montemor-O-Novo, que sirvió de refugio a toda la población

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Amanece o atardece sobre sus paredes encaladas para gozo del observador, tiene uno de los castillos más bonitos del país, el del Rey Dom Dinis, en cuya tienda encontrarás impresa varias veces la frase que acabamos de entrecomillar.

En sus calles encontrarás algunas tiendas realmente curiosas, con artesanía, semillas de flores típicas de la región e incluso discos de vinilo de Amalia Rodrigues.

Puedes tomar algo en sus cafés con terrazas casi escondidas y sin embargo omnipresentes antes o después de la visita al castillo y las murallas.

Esta Ammaia, como la llamaron los romanos, se ubica en la Serra de Sao Mamede, rodeada por el Parque Natural de ese nombre, que incluye Arranches, Castelo de Vide y Portalegre además de Marvão.

El nombre actual de la ciudad corresponde al sufí Ibn Marwan al-Yil'liqui, conocido como 'El gallego', según algunas fuentes, que se rebeló contra Córdoba y se instaló en el castillo de esta localidad, además de fundar el que fuera reino de Badajoz frente a los emires.

El pueblo de Arraiolos con su imponente castillo

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Aparte de visitarlo, Marvão se oye, se ve y se degusta… Y sabe a castañas. Nos explicamos mejor: Desde finales de junio y durante todo julio (anótalo para el año que viene) puedes asistir a uno de los conciertos del Festival de Música de Marvao , que organiza además actividades comunes enmarcadas en este evento junto a la vecina Valencia de Alcántara.

También con la localidad extremeña se organiza en agosto el ** Festival de Cine ,** que exhibe películas al aire libre en lugares históricos de La Raya, la frontera natural luso-española.

Si viajas en otoño, aprovecha la quincena gastronómica dedicada a la castaña, y los días 10 y 11 de noviembre tiene lugar la Festa da Castanha , a la que asisten miles de personas.

Dejamos atrás Marvão para ir a otro punto importante dentro de este parque natural: Castelo de Vide. Medieval, termal, dual: “Castelo de Vide es la Sintra del Alentejo”, leemos en Saramago, que a continuación se corrige: “Si Castelo de Vide fuese otra Sintra, no valdría la pena venir de tan lejos hasta aquí”.

Marvão se oye, se ve y se degusta…

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¿Por qué venir, entonces? Porque nos sentiremos transportados a la Edad Media. La Plaza de Dom Pedro presenta los ejemplos arquitectónicos más interesantes, pero te animamos a buscar de nuevo las chimeneas de las casas y el encanto de las mansiones que observan, plácidas, al turista.

De la parte baja podemos ir subiendo al castillo a través de callejuelas que, salpicadas de estilo manuelino, nos llevan a la judería.

Deja algo de curiosidad para la Fonte da Vila, un lavadero renacentista del que Saramago lamentaba en Viaje a Portugal su estado, para aconsejar: “Si hay misericordia, cuiden de estas piedras, que bien lo merecen”.

Y tranquilos, tranquilo, José, porque allí sigue, cuidada, no sabemos ya si por misericordia o turismo. Antes de marcharte, dirígete a alguno de los miradores que esta elevada localidad ofrece sobre las llanuras que la rodean.

Castelo de Vide, con la Serra de Sao Mamede en el fondo

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Hogar natal del poeta José Regio, Portalegre nos traerá de nuevo el bullicio, las tiendas y la agitación de una ciudad algo más grande que Marvão o Castelo de Vide.

Cita Saramago a Regio en sus versos, en portugués: "Em Portalegre, cidade Do Alto Alentejo, cercada de Serras, ventos, penhascos, oliveiras e sobreiros" ("En Portalegre, ciudad del Alto Alentejo, rodeada de Sierras, vientos, peñascos, olivos y alcornoques") -

Portalegre está rodeada, además de todo lo que decía Regio, de pintorescas carreteras, dignas de ser rodadas para películas del tipo road trip. No obstante, la ciudad tuvo su mejor época en el siglo XVI gracias a los tapices y la seda que fabricaban.

En la parte intramuros encontramos sus estrechas callejuelas, tiendecitas y bares con toques modernos, mientras que la parte extramuros es donde antiguamente se ubicaban las fábricas textiles.

Para hablar de nuevo en términos dobles, nos vamos al nombre compuesto de Vila Viçosa y a su historia y patrimonio. Una de las ciudades blancas clásicas del Alentejo, fue residencia oficial de los duques de Bragança antes de que llegaran al trono portugués, y también vivieron en ella algunos reyes.

De estas épocas quedan aires nostálgicos de nobleza, aunque alguno de los sucesos ocurridos en el Paço Ducal no son precisamente nobles: mandado construir por el duque Dom Jaime, aquí murió su esposa asesinada, tras ser acusada de adulterio.

Aparte del castillo, destacamos el Terreiro do Paço y la Porta dos Nós (Puerta de los Nudos) de estilo manuelino.

El Palacio Ducal de Vila Viçosa

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De aquí nos vamos a Estremoz, con breve parada en Borba para degustar su vino y visitar una localidad famosa por sus mármoles (igual que Estremoz) y que cuenta con una zona amurallada en cuyo interior encontraremos iglesias y conventos.

¿Ves? De nuevo las visitas en conjunción. Estremoz, rodeada de canteras para extraer el mármol, se sube a lo alto de una colina junto a la sierra de Ossa para contarnos su visita en términos intra y extramuros: la parte alta, dentro de la muralla, con calles estrechas y detalles manuelinos y góticos y una Torre del Homenaje; y la parte baja, que cuenta con un recinto amurallado de monumentales entradas.

En la Praça de Pombal o del Rossio, como se conoce más, puedes tomarte un café o un refrigerio viendo el deambular y escuchando las charlas de los paisanos. Si te gustan los mercados al aire libre, ve en sábado.

Casi acabamos nuestra visita por la región más allá del Tajo (porque esto es lo que significa Alentejo, alem do Tejo, pero aún nos queda un punto fuerte: Elvas.

Cerca de Badajoz, fue durante años lugar de peregrinación textil: vamos, que muchos españoles cruzábamos la frontera para comprar toallas en esta pequeña ciudad a la que, por lo demás, tampoco prestábamos mucha atención.

Craso error. Elvas nos recibe con el acueducto de Amoreira, una de sus imágenes típicas. Construido entre los siglos XVI y XVII, se extiende por ocho kilómetros y cuenta con más de 800 arcos (843, nos cuenta Saramago) . La muralla, construida en el siglo XVIII, es un ejemplo muy bonito de arquitectura militar portuguesa.

Estremoz: callejuelas en la parte alta y monumentales entradas en la parte baja

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Sus edificios en el interior, con muchos azulejos en algunos casos y bastante abandonados en otros, nos traen susurros, que de algún modo nos invitan a descubrir qué curiosa tienda de ropa (Miss Quiquinhas) o qué barroco restaurante-bar de copas esconden (Acontece, sube a la terraza en el tejado poco antes de que caiga el sol) .

En la Praça 25 de avril encuentras la Fuente de la Misericordia y algunas terrazas muy agradables especialmente por la noche, llenas de vida. Cerca está la Rua Cadeira, de las más comerciales de la localidad.

Te animamos a subir y bajar sus calles y a descubrir inesperadas plazas y recoletos restaurantes, como el Adega Regional.

Si quieres dejarte llevar por el más famoso, ve a la ** Pousada de Santa Luzia. ** Y si prefieres salir del casco histórico, en la carretera a Badajoz encontrarás varios restaurantes y marisquerías que merecen la pena un alto en el camino.

Y como extraño es el recorrido, casi como si realmente lo hubiéramos hecho sentados en una alfombra típica alentejana, nos dejamos caer un poco hasta Juromenha, localidad junto al Guadiana codiciada por españoles y portugueses en la historia.

Pequeña, discreta, nos vamos con el guía más ilustre que pudimos encontrar, el premio Nobel de Literatura José Saramago:

“Todos los viajes tienen un final y Juromenha no sería mal sitio para acabar éste”

Hecho, maestro.

Juromenha, con el Guadiana a sus pies

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