Ruta por el Alentejo portugués (I): Baixo Alentejo

El sur de la región alentejana: de Beja a Alcacer do Sal

Nos vamos de ruta por el Baixo Alentejo atravesando campos de olivos y trigo

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“Corre por los vagos campos hasta mí una ligera brisa.

Pienso en ti, murmuro tu nombre; y no soy yo: soy feliz”

Para presentarte la región portuguesa del ** Alentejo **, elegimos a un ilustre portugués, el poeta Fernando Pessoa. Y es que estos versos, como algunos otros de su heterónimo Alberto Caeiro, nos vienen a la perfección para resumir el sentir de estas tierras, reflejo de algún modo de la cercana Extremadura .

También hay quien ve el Alentejo como un símbolo de la esencia de Portugal. Viaja por sus largas y solitarias carreteras, contempla sus anchos y cálidos paisajes, enamórate de la austeridad melancólica y de su calma al sol.

Aquí continuamente verás dualidades: castillos y murallas, intramuros y extramuros, iglesias y conventos, llanuras y rocas, tapices y mármoles, atardeceres y amaneceres, alto e baixo.

Casi parece un poema. La ruta alentejana que te hemos preparado se divide continuamente en estas palabras.

La región alentejana es famosa por la producción de corcho, gracias a su gran cantidad de alcornocales; cerámica, tapices y alfombras.

El paisaje de Beja, uno de las joyas del Baixo Alentejo

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La primera parte de esta ruta te la ofrecemos a continuación, con el sur, el Bajo Alentejo. La segunda ruta… Enseguida la tendrás.

Pero primero te vamos a pedir que cierres tus ojos para volar, quizá en una alfombra tejida en Portalegre o Arraiolos, y aterrizar suavemente mientras la brisa del poema que citábamos te despeina, rozando después con tus dedos el mármol de Estremoz, y a continuación degustarás en el paladar uno de los vinos de Borba o Regueros de Montaraz y saborearás un rico plato como el cerdo a la alentejana o las migas de la región.

Y ahora sí, abre los ojos y lee: el sur del Alentejo, menos conocido aún que el norte, tiene entre sus joyas a Beja, la discreta capital de la región baja, a la que encontrarás fácilmente si viajas de Sevilla a Lisboa.

Los romanos firmaron aquí la paz con las tribus lusitanas, dándole el nombre al emplazamiento de Pax Julia. En el mes de mayo puedes disfrutar de una recreación de la vida en la época clásica con el festival Beja Romana , que engalana toda la parte antigua.

Siglos más tarde, los musulmanes serán los que le den el nombre casi definitivo, Baja, a la localidad, por la pronunciación de Pax Julia, que evolucionó al Beja actual.

Beja fue un importante punto geográfico de Portugal en la Edad Media. Su castillo, que mandó construir el rey Dom Dinis sobre restos de edificación romana, tiene una Torre del Homenaje a cuyos 200 escalones merece la pena subir para ver desde lo alto el valle del Guadiana.

El castillo medieval de Beja, con vistas al valle del Guadiana

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Los seguidores de amores históricos y otras fatigas tienen en el Convento de la Concepción la ventana desde la cual la monja portuguesa Mariana se enamoró de un oficial, el conde de Chamilly, allá por el siglo XVII.

El conde, oficial francés, venía con las tropas del rey Luis XIV a pelear contra los españoles, y se encontró con una bella religiosa que le escribió cinco ** Cartas de la monja portuguesa, un pequeño libro que puedes encontrar editado en español,** y que describe la pasión inesperada que Mariana sintió por el conde galo.

Si eres un romántico o enamorado del amor empedernido, deja de leer aquí… ¿Ya te has ido? Para el resto, os contaremos que, al parecer, las cartas son apócrifas. Apasionadas, pero no escritas por la monja Mariana.

De todos modos, la ventana, el castillo, las murallas, el convento… Todo te lo recomendamos visitar. El convento es actualmente un museo de pintura y escultura.

En Beja trabajan varias cooperativas importantes de campesinos, testigo actual de la lucha entre los que araban la tierra y los que la poseían. A día de hoy, agricultura y ganadería continúan siendo importantes fuentes de ingresos en la zona.

El Convento de la Concepción donde vivió la monja Mariana

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De Pax Julia a otro de nuestros pueblos favoritos, que tiene su encanto a pesar de lo que te dirán algunas guías de viaje: Serpa es uno de los pueblos blancos de Portugal.

Cerca del Guadiana, cuenta como muchas de estas villas con unas murallas y un castillo. Castillos y murallas, si recuerdas nuestra entradilla.

Visita las puertas de Beja y Moura (otro pueblo al que nos acercaremos en breve) y busca las chimeneas típicas de esta zona. Algunas casas conservan también ventanas del siglo XV. Todo listo para tus ojos y tu cámara de fotos.

Cuando te canses, busca Lebrinha, local muy visitado donde podrás tomarte una fresca cerveza o picar algo. Tanto en Beja como en Serpa es fácil encontrar sitios donde comer bien y barato.

Otro atractivo cercano a Serpa es el Pulo do Lobo, un salto de agua del río Limas a menos de 20 kilómetros de la localidad.

Paisaje inesperado, te ofrecerá un respiro de pueblos y te invitará, cerca, a tomarte algo en la ** Pousada de Sao Gens , con unas vistas inabarcables** y lugar del que ya habla Saramago en su libro Viaje a Portugal.

Antiguo acueducto de Serpa

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De Serpa ve a Mértola, la Mirtillis/Myrtillis romana llamada Mertolah por los árabes que después la vivieron. Mértola, que parece un nombre de pájaro, está entre dos ríos, el Guadiana y el Oreias.

Sobre su antigua alcazaba árabe se levanta un castillo construido y administrado en su momento por la orden de Santiago. Sus murallas permanecen para el visitante, especialmente dos torres, una convertida en iglesia y otra en reloj, con siglos de diferencia.

Si buscas en un mapa la ubicación, verás que Mértola está en el Parque Natural del Valle del Guadiana, que acompaña el río, un invitado estelar en la región, y donde podrás ver los molinos que llevan siglos funcionando gracias a sus aguas.

Como dice el portugués al que acabamos de citar, Saramago, en su libro viajero: “A Mértola vino también el Guadiana (…) Este río nació hermoso, y hermoso acabará, es su destino y lo ha de cumplir”.

El histórico pueblecito de Mértola, entre los ríos Guadiana y Oreias

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Cerca de la frontera portuguesa encontramos Moura, una estación termal con abundante herencia árabe entre los olivos que la rodean.

Famosa por su aceite, que también puedes llevarte en la maleta, nos murmura la leyenda de Salúquia. Salúquia era la hija de un noble árabe cuyo prometido fue detenido y asesinado por unos cristianos cuando se dirigía al castillo a casarse con ella.

Cuando Salúquia descubrió lo que había ocurrido, se suicidó arrojándose desde la torre que hoy lleva su nombre. Ríndele homenaje yendo al castillo y pasea por los jardines públicos, bonitos y frescos, especialmente al atardecer en verano.

Desde aquí puedes cambiar un poco el destino y dirigirte al embalse de Alqueva, del que te hablamos aquí.

Llévate a casa una botella de aceite de Moura

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Como si paseáramos por la letra eme, deslizándonos por sus pendientes, nos quedamos en… Mmmmm… Monsaraz.

Como muchas localidades alentejanas, verás que Monsaraz se construyó en lo alto de un monte y cerca del río Guadiana, aprovechando así desde hace siglos los recursos naturales para abastecerse y protegerse.

La típica estampa portuguesa de este pueblo te ofrece tanto amaneceres como atardeceres dignos de tus pasos y tu mirada, para que disfrutes con la calma de sus casas blancas y sus balcones y rejas de forja.

Por aquí pasaron romanos, visigodos, judíos, árabes y cristianos, que fueron los que terminaron por quedarse gracias a los templarios.

En la Rua Direita tienes los edificios más interesantes de Monsaraz. No te los pierdas y después descansa en una de sus agradables terrazas, ya probablemente llenas del bullicio local y turístico. Cerca de Monsaraz, puedes parar en Reguengos de Monsaraz, con buenos locales para comer y para comprar vino o aceite.

La localidad alentejana de Monsaraz, con sus típicas casas blancas

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La que firma este artículo se va a permitir la licencia de citar aquí una localidad que, quizá a nivel turístico o instagramero no es la más destacada del Alentejo, pero sí a nivel histórico: Grândola.

De origen romano y casas blancas, José Afonso la convirtió en protagonista de una de sus canciones, “Grândola, vila morena”, que sirvió de señal a los militares rebeldes el 25 de abril de 1974 para arrancar la Revolución de los Claveles, que acabó con la dictadura salazarista.

En la villa, los aficionados a la historia tienen un monumento dedicado a la canción, con un enorme clavel dibujado y la letra y música que pasaron a la historia sobre los clásicos azulejos portugueses, además de la firma de los capitanes sublevados aquel abril.

El alcornoque, uno de los árboles de la región, de cuya explotación se obtiene el corcho

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Desde aquí, podemos acercarnos a Alcacer do Sal y Santiago do Cacem. La primera está a orillas del río Sado y la rodean salinas (no en vano nos llega así su nombre) , con un castillo que ahora ocupa una pousada donde pernoctar o comer algo.

Aparte de las habituales iglesias, puedes ver el Chafariz, una fuente decorada con azulejos narrando la historia de la ciudad.

Santiago do Cacem, amurallada por la orden del Temple, tiene un castillo, sí, aunque ocupado por un cementerio y un casco antiguo por el que pasear.

Y es que, como dice Saramago en su particular guía portuguesa: “El viajero cumple su obligación: viaja y dice lo que ve”. Así hemos hecho.

Campos de arroz en Alcacer do Sal

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