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Montse (Emma Vilarasau) está dispuesta a todo con tal de poder reunir a su familia una última vez. Está dispuesta a ver su querida Casa en llamas (estreno en cines 28 de junio). Y así se titula esta tragicomedia de Dani de la Orden (42 segundos, El mejor verano de mi vida), “una historia suficientemente personal”, explica el director. “Un camino enriquecedor que todavía no he podido disfrutar en mis otros proyectos”.
Esa Casa en llamas, como se suele decir, es fondo y protagonista. Es excusa e historia. Es supuesta una preciosa casa encima de las rocas, cerca de Cadaqués que Montse heredó de una querida tía y que disfrutó con su familia durante muchos veranos mientras los niños crecían. Es aquel lugar en el que fueron felices y crearon todos los recuerdos a los que esta matriarca aún se aferra porque sobre esos recuerdos cimenta su identidad.
Pero los niños crecieron, claro. Su hija (Maria Rodríguez Soto) formó su propia familia, tiene marido y dos hijas. Desde fuera podrían parecer la familia ideal, pero ella no lo siente así para nada. Su hijo (Enric Auquer) sigue con sus sueños de ser artista y pasando de novia en nova, la última (Macarena García) le acompañará en este fin de semana familiar, planeado hace mucho por Montse. De casa también se fue el marido de Montse (Alberto San Juan) con una nueva novia (Clara Segura).
Y, todos (incluida la novia), todos se reencuentran un fin de semana en la casa de la Costa Brava. Montse lleva meses preparándolo. Como excusa les dice que vende la casa y que hay que recoger y hacer la mudanza. Ellos la creen y allí se presentan. “La madre quiere volver a ser aquello que era. Reclamar lo que el paso de los años se ha llevado", explica Dani de la Orden en sus notas. "Volver a ser un apoyo emocional para el hijo, volver a guiar a su hija y compartir momentos con su (ex) marido. La madre quiere recuperar, a cualquier precio, su familia. Y aquí nace la parte de comedia".
Cuando llegan a esa casa, los recuerdos se agolpan, todo sale, todo brota. Es un poco ese momento previo al que vimos en La casa, de Álex Montoya, siguiendo el cómic de Paco Roca. Aquí todavía no está la ausencia que llena todo de nostalgia. Todo esto demasiado caliente, las brasas de lo que fueron, de las peleas, de lo que no han llegado a ser están demasiado vivas. Y allí sale lo mejor que fueron, sí, pero también lo peor que eran y son.
“Una casa en llamas no deja de ser una película sobre el lado más oscuro de las familias. De todo lo que se calla, de lo que no se dice y de la parte menos tierna y más egoísta que tenemos todos con la gente a la que más queremos", reconoce De la Orden. “Todo desde una aproximación naturalista pero con sentido del humor, acercándonos a cierto patetismo de una familia que ha olvidado un poco como serlo”.
Pero ni ese cielo plomizo va a conseguir que Montse consiga su objetivo de reunir de nuevo a su familia. “Reclama algo que ella creó y ahora se le escapa: una familia”, según De la Orden. Y si para lograrlo tiene que destruir “la imagen más representativa de esta familia: la casa de verano que compraron en la Costa Brava para ser más felices de lo que ya eran”, lo hará.
Dónde se rodó ‘Casa en llamas’
Desde el momento en el que empezó a pensar en esta tragicomedia familiar (y muy personal), Dani de la Orden siempre la imaginó en la Costa Brava. “Es un submundo muy particular”, admite. Un universo que él conoce muy bien, en el que veraneó toda su vida y sigue veraneando. “Si Barcelona, nit d’estiu ocurre en los callejones en los que yo había estado, aquí lo mismo”, dice.
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Lo primero era encontrar y situar esa casa que albergara los recuerdos de la familia. “Nos costó encontrar una casa así, queríamos una casa sobre las rocas, que es un casoplón, pero que tampoco te da la sensación de palacio, de algo súper idílico, aunque luego sea, en realidad, una casa impagable”, nos cuenta el director.
Una casa así no existía en la zona de Cadaqués. “Está la Casa del Capitán, pero no podíamos rodar ahí, así que la encontramos en otro lugar (como a media hora de Barcelona) y la colocamos sobre las rocas de la costa de Cadaqués”, sonríe confesando el truco.
Las playas y calas que vemos, en cambio, a las que van a pie y en barco sí son las Calella de Palafruguell y alrededores. También pasean por Cadaqués. En un fin de semana, por cierto, en el que se poco sol y cielo azul. “Nos tuvimos que adaptar al tiempo. Nunca había visto esas olas en Calella, pero contando una historia sobre un fin de semana en el que no todo sale bien, no iba mal ese cielo gris”.