En la primera parte de nuestro viaje por un Algarve secreto nos habíamos detenido en Olhão. Ahora ya estamos en Faro, la capital, que antaño era poco más que un lugar de paso. A día de hoy y gracias a una nueva movida de gente joven, portugueses y extranjeros que se han establecido aquí, la ciudad está viva: llena de buenos restaurantes, con teatro de gran calidad, conciertos y varios festivales a lo largo del año.
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La ciudad era la bella durmiente de la región y está despertando. Quienes han visto el potencial de Faro han sido la pareja de franceses formada por Angélique y Chris Oliveira, que después de años trabajando en París, han hecho un proyecto de alojamiento precioso: The Modernist.
Ambos enamorados de la arquitectura, Angie y Chris, descubrieron las joyas arquitectónicas del siglo XX que están un poco por toda la ciudad. Vieron que había alma y que sólo faltaba poner cariño y recuperar con respeto los edificios.
Encontraron en pleno centro de Faro, un edificio de los años 70 de uno de los arquitectos del movimiento modernista portugués y lo recuperaron. Con 6 preciosos apartamentos, The Modernist es nuestra casa ideal para descubrir la zona. Cuenta con una azotea y un jardín interior y su decoración cuidada está llena de productos y artesanías portuguesas, como las mantas y telas de Burel. Lujo sencillo y muy al gusto de los apasionados de la arquitectura.
En un gran trabajo de documentación e investigación, los propietarios crearon una guía arquitectónica de la ciudad de Faro, que tuvimos el placer de utilizar. ¡Cuántas maravillas descubrimos! Una de ellas, el edificio de la Fábrica de Cerveja, situado en pleno centro histórico, está siendo transformado en un espacio de creación, exposición y encuentro de agentes culturales y sociales. Uno de los responsables de esa transformación es el comisario español Pablo Berastegui, que estuvo involucrado en la creación del centro cultural Matadero de Madrid. Pinta bien.
A pesar de ser una ciudad relativamente pequeña, Faro tiene su escena musical. Especialmente en el jazz, con figuras como el bajista Zé Eduardo, del Hot Club de Lisboa, que vive desde hace años aquí y sigue fiel a la creación y performance del jazz. Hay también asociaciones de músicos locales donde son frecuentes las jam sessions. No faltan eventos musicales.
En cuanto a la gastronomía, Faro se ha renovado y hoy encontramos muy buenos restaurantes como Los Locos, que practica la cocina creativa con base en los excelentes productos del Algarve, o la Ostraria Lodo, con un marisco excelente, así como A Venda. Todos muy recomendables.
No lejos de Faro podemos visitar Estói, con su precioso palacio del siglo XVIII que hoy es un hotel de 5 estrellas: la Pousada de Estói. Esta casa-palacio era la morada de verano de los Viscondes de Estói. Sus jardines de estilo francés con vistas al mar son una maravilla. Merece la pena una parada. Muy cerca visitamos también una villa romana, Villa de Milreu, prueba de que esta tierra ha sido disfrutada por diversos pueblos desde tiempos lejanos, desde los fenicios a los árabes, pasando por los romanos.
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Estamos en pleno campo del Algarve y los aromas nos embriagan: distinguimos los pinos, los naranjos, la lavanda y otras flores y hierbas. Desde aquí seguimos una carretera entre colinas, ya en la sierra y en plena ruta del corcho, que nos lleva a otro pueblito con encanto, São Brás de Alportel. Aquí visitamos la tienda-taller de Maria João Gomes, una artesana/diseñadora que en 2015 creó la firma Palmas Douradas.
María João recoge la materia prima de estas montañas y hace con las trenzas de palma maravillas: desde sombreros, a alfombras, bolsos o pequeños muebles, con un diseño contemporáneo que recupera esta tradición ya casi olvidada. No resistimos a comprar una de sus piezas exclusivas.
Hablando de palmas: si preferimos alojarnos en mitad del campo una posibilidad es Farmhouse of the Palms, una finca recuperada con un gusto sencillo pero exquisito y que está muy cerca de São Brás de Alportel. Parece que estamos en la finca privada de unos amigos (muy generosos) en un entorno natural que no puede ser más bello.
Seguimos nuestra ruta hasta otra de las ciudades del Algarve que está poniendo mucho interés en promover la cultura local: Loulé. Con su castillo, rica historia y entramado de artesanos de alta calidad aquí nacieron el ya mencionado en nuestro anterior capítulo, Proyecto Tasa, y la iniciativa Loulé Creativo, que quiere preservar las artes y artesanías locales y fomentar el turismo creativo.
Vale la pena visitar esta ciudad en la que recomendamos el precioso restaurante Cafézique, con un equipo de cocina joven y muy creativo. Su terraza en la azotea es ideal para cenar.
João Fernandes sabe que, a pesar del esfuerzo en promover la cultura del Algarve, el gran atractivo es el estilo de vida. En ese sentido, la rica gastronomía ocupa un lugar importante, así como los vinos y el enoturismo. En cuanto a la gastronomía, además de la tradicional, esta región cuenta con 8 restaurantes con estrella Michelin, de los cuales nos encantan A ver Tavira y el Vista, en el Hotel Bela Vista.
Si hablamos de vinos, el Algarve era la región vinícola más desconocida de Portugal, pero en los últimos años sus propuestas han mejorado mucho y hoy día hay bodegas estupendas, como la de la Quinta do Barranco Longo, a la cual recomendamos una visita y cata. Sus vinos nos entusiasman.
Más allá de este nuestro recorrido queda todavía mucho Algarve, secreto o no tanto: el central y más turístico o el oeste con sus playas salvajes, pero esos ya serán otros viajes. Hay tanto que explorar en esta región conocida por ser destino de sol y playa pero que, como ves, tiene mucho más que ofrecer.
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