Sebastian Stan y Jeremy Strong se adentran en el "tenebroso corazón" de Donald Trump en The Apprentice

Antes de que Trump fuese Trump, era un joven ambicioso bajo la protección del poderoso abogado Roy Cohn. La película The Apprentice dramatiza su siniestro vínculo: “En realidad lo concibo como una historia de amor”, nos cuenta Strong, que da vida al último.
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Cuando consiguió el papel de Roy Cohn en The Apprentice, Jeremy Strong se tiró de cabeza, tal y como suele ser su costumbre. El actor ganador de un Emmy devoró libros sobre aquel manipulador despiadado, vio y leyó sus numerosas y extravagantes entrevistas, e incluso escuchó cintas sin editar de un aclamado perfil de Esquire para perfeccionar sus patrones del habla. En el rodaje puso en práctica el método para poder improvisar mejor frente al Donald Trump de Sebastian Stan mientras ambos exploraban el vínculo perverso que llegó a moldear una ciudad, y tal vez una nación entera. "Improvisamos mucho, y en este caso teníamos que estar muy informados para hacerlo. Disponíamos de mucha libertad para jugar y arriesgarnos", afirma Strong.

En definitiva, Strong hizo uso de su metodología. No obstante, The Apprentice fue diferente y sacudirse el papel le costó mucho más de lo habitual: "Me iba solo a la habitación del hotel, y las repercusiones en el mundo real de aquello que mi personaje apoyaba e inculcaba a Donald Trump me afectaban de veras. Aquel corazón de las tinieblas era un lugar inquietante y perturbador que habitar", confiesa.

El director Ali Abbasi nos sumerge de lleno en él en The Apprentice, que se estrena el lunes 20 en el Festival de Cannes 2024, un filme que es todo un análisis provocador de la manera en que Cohn moldeó a Trump para convertirlo en el infame político que algún día llegaría a ser. Pero lo último en lo que quería entrar era en dar advertencias polémicas sobre las próximas elecciones. El director de origen iraní, conocido por dirigir los éxitos de crítica Border y Araña sagrada, ha optado por crear thriller indie ambientado en la Nueva York de los años 70, aportando la perspectiva de un forastero a dos figuras icónicas (y despreciadas, en buena parte del mundo) de Estados Unidos y contextualizándolas a través de una lente cinematográfica cinética.

"Quisimos hacer una versión punk rock de una película histórica, lo cual significaba que tendríamos que mantener una cierta energía, un cierto espíritu, sin pasarnos analizando los detalles, lo que está bien y lo que está mal", explica Abbasi. "Estados Unidos es un país, pero también es un imperio. Me preocupaba más esa parte imperial. Para cualquiera que haya vivido en Oriente Próximo, la imagen de Estados Unidos es la de alguien que parece tener una fuerza ilimitada y se entromete y moviliza pueblos, fuerzas armadas y gobiernos en su región", matiza.

En otras palabras, Estados Unidos se parece mucho a Cohn, a quien Strong encarna con un aire amenazador tan melancólico como imponente. Décadas después de hacerse famoso por procesar a Julius y Ethel Rosenberg —lo cual acabó en su ejecución—, su reputación le precede. Cohn conoce a todo el mundo, gana a cualquier precio, se abre camino avasallando para deshacerse de cualquier obstáculo y manipula tanto la verdad como la mentira según le conviene. Si eso recuerda mucho al Trump actual, no cabe duda de que tuvo de dónde aprenderlo.

El Trump de los años 70 está mucho menos seguro de sí mismo, se esfuerza por zafarse de la sombra alargada de su padre y suda la gota gorda con tal de conseguir acceder a los círculos más influyentes. Cuando él y Cohn se miran por primera vez, la banda sonora de la película parece de cine negro. Es cosa del destino: el suyo y, tal vez, el nuestro. Pocas escenas después, Cohn ha aceptado representar a Trump. En el mundo real, se hace difícil exagerar las implicaciones de esa decisión.

Así lo percibe Strong: “En el fondo, esta película posee un arco narrativo similar al de Cowboy de medianoche, y yo en realidad la veo como una historia de amor. Una del amor casto entre un profesor y su pupilo, dos hombres de los barrios neoyorquinos que aspiraban a llegar a la Quinta Avenida”. Y emplea la siguiente metáfora para sintetizar a Cohn: "Es como un donante de un corazón de las tinieblas, y ese corazón se transplantó a Donald Trump".

Pief Weyman ©2024

Según cómo se mire, cabría pensar que el guionista Gabriel Sherman empezó a trabajar en este proyecto hace unos 20 años, o bien alrededor de 2017. Sherman, que ahora en la actualidad es colaborador especial de Vanity Fair US, inició su carrera como reportero en el New York Observer a principios de la década de 2000, cubriendo el sector inmobiliario. "Era increíble que supuestamente fuese un multimillonario, pero, cada vez que llamaba a su oficina, me devolvía la llamada en 10 minutos", me cuenta Sherman.

Continuó siguiendo los pasos del hombre que acabaría presentando su propia serie de televisión de éxito llamada, cómo no, The Apprentice ("El aprendiz"), hasta su insolentemente exitosa campaña presidencial. Pero a medida que Sherman se iba sumergiendo en el mundo de Trump, había un tema en particular que surgía una y otra vez en sus reportajes.

"Seguía escuchando a gente que conocía a Donald desde los años 80 decir cosas tipo: ‘Bueno, simplemente está empleando todas las enseñanzas que Roy le inculcó'. Ahí estaban todas sus frases, como ‘va a ser increíble. Créetelo’. Todo me vino en un destello", explica el guionista. De modo que escribió un tratamiento de guion y más adelante varios borradores bajo la supervisión de la productora ejecutiva Amy Baer, pero en Hollywood no estaban muy dispuestos a lanzarse a financiar un drama psicológicamente intenso sobre Trump al comienzo de su legislatura presidencial. Mientras tanto, Sherman se centró en escribir el guion de La voz más alta, una adaptación de su libro homónimo centrado en la figura de Roger Ailes. Así que echaron el freno y reflexionaron sobre la mejor manera de hacer la película hasta que al fin llegó su momento.

"Queríamos un director que no fuese norteamericano, porque los cineastas no americanos tienden a ser poseedores de una lente extraordinaria a través de la cual observan nuestra cultura", dice Baer, citando Cowboy de medianoche como ejemplo. “La primera vez que Ali y yo hablamos, mencionó la película de Stanley Kubrick Barry Lyndon, que me pareció una referencia brillante e inesperada para esta cinta: un trepa que absorbe los artificios de la gente y las culturas que le rodean porque él mismo carece de creencias".

Mientras trabajaba en el guion, Sherman tuvo en mente varios clásicos del cine de los años 70 —Tarde de perros, Taxi Driver, y Network, un mundo implacable—por su parte, Stan afirma que tuvo que perfeccionar su particular visión de Trump sirviéndose de las referencias de Abbasi a Cowboy de medianoche y Boogie Nights. Stan firmó su contrato años antes de que se concretase la financiación (que devino coproducción canadiense, danesa e irlandesa): "Fue un proceso largo y arduo y, para ser sincero, no sabía si sería capaz de hacerlo. Simplemente busqué en Internet y todo lo que pude encontrar... todo aquello relativo al período en el que se sitúa la acción de la película. Lo vi todo".

Abbasi define su colaboración como constante y minuciosa: “Vimos vídeos de Donald Trump a distintas edades, hablando de su forma de andar, hablar, comer... de todo”. Según Sherman, la versión de Trump del actor "se parece a la persona que conozco y no tiene nada que ver con la que vemos en la tele… Es un papel muy arriesgado y Sebastian un valiente. Hizo lo que tenía que hacer para convertirse en esta persona".

Stan podría haberse decantado por un millón de direcciones diferentes, y lo mismo podría decirse de Strong y la nominada al Oscar Maria Bakalova, que encarna con destreza a la primera esposa de Trump, Ivana Trump. Cuando la huelga de guionistas retrasó el rodaje —la producción consiguió llegar finalmente a un acuerdo provisional con el gremio—, Bakalova empezó a dejarse crecer las uñas y a hacerse la manicura, luciendo unas uñas enormes y largas: “Normalmente no llevo mucho maquillaje ¡Aquello cambió mi personalidad!", bromea.

“Nos dimos cuenta de que, si nos acercamos demasiado, entramos en el terreno de Saturday Night Live. Pero si nos alejamos demasiado, entonces no lo llegas a sentir", afirma Abbasi. Alcanzaron un término medio evitando cualquier brillo propio de los biopics: “Esta no es una película en la que la gente tenga que salir bien". El maquillaje y la peluquería son meticulosos en sus evidentes imperfecciones, reforzando el interés del director por retratar la decadencia física y su heterogeneidad: “Estas son algunas de las personas más poderosas de la sociedad neoyorquina del momento, pero el rostro de Roy tiene un aspecto chocante, grisáceo, parduzco, sus ojos están inyectados en sangre y le brilla la frente. Donald tiene una extraña dentadura y un aspecto poco saludable", cuenta el cineasta.

Cada representación posee su propia empatía curiosa. Stan traza sutilmente el descenso de Trump hacia la locura impulsado por el poder, haciendo hincapié en su relativa humanidad y su rango de emociones antes de alcanzar rasgos terroríficamente familiares a medida que avanza la película. Según va ganando influencia hasta convertirse en una auténtica fuerza cultural, Trump prácticamente abandona a un Cohn muriéndose de VIH, lo cual no era un secreto.

A diferencia de, por poner un ejemplo, la extravagante y ruidosa interpretación de Cohn que hace Al Pacino en Ángeles en América, la aproximación de Strong es un tanto fúnebre: "Diré sin miedo a equivocarme que es la persona más fascinante que he estudiado jamás. Me conmovió el arco del personaje cuando cayó enfermo. Alguien que ha vivido negando tantas cosas, de repente se enfrenta a su final, y al lacerante arrepentimiento y dolor primario de alguien que ha hecho muchísimo daño. No creo que tuviese muchos remordimientos, pero al fin y al cabo era una persona".

Por su parte, Ivana siembra la discordia inicial entre estos dos hombres. Bakalova conectó con su historia, siendo como es también una inmigrante testaruda que se ve arrastrada a un mundo vertiginoso, por momentos brutal, de celebridades y riqueza: "Quería saber qué veía ella en él, por qué se dejó impresionar por él", plantea. La película no presenta a Ivana como una víctima, ni siquiera cuando aborda sin rodeos los momentos más oscuros de su matrimonio con Trump: "No dejo de preguntarme: '¿Cómo aceptó aquello? Es otra faceta de su inteligencia, es alguien a quien, por supuesto, puedo criticar en algunos momentos, pero con quien también puedo empatizar".

Donald Trump y Roy Cohn en 1984.

Bettmann / Getty Images

"La gente concibe a Trump como una especie de figura sensacionalista completamente formada; piensan en la persona que ven en los mítines dando todos esos discursos desquiciados. Pero el Trump de los años 70 era una persona muy diferente. Aunque era agresivo y ambicioso, no sabía proyectar poder como hoy en día lo hace. Tenemos que entender cómo personas como Cohn y Trump son capaces de ejercer su poder, manipular la verdad y crear su propia realidad a través del engaño. Es una historia universal”, sostiene Sherman.

Esta es sólo una respuesta a la pregunta que sobrevuela The Apprentice: ¿Por qué hacer una película sobre Trump, y por qué hacerla ahora? Lleva más de una década chupándole el oxígeno a Hollywood; incluso ahora, su tensa campaña de reelección sigue adelante mientras él se enfrenta a un juicio penal. Pero tanto Sherman como Abbasi subrayan que querían "despojarse de la política" en su película para tejer un oscuro estudio de personaje que hable de un sistema de poder estadounidense más amplio y siniestro.

Puede que a los espectadores les resulte difícil abstraerse del contexto político, sobre todo porque la película se mofa del fenómeno Trump que surgirá de aquel período: los personajes absurdos que ahora están en su órbita y que antes rodeaban a Cohn, los eslóganes que ahora nos irritan y que llevan décadas acumulándose... En una rueda de prensa este martes, le preguntaron a la presidenta del jurado de Cannes, Greta Gerwig, sobre su capacidad para evaluar "objetivamente" la película en calidad de mujer estadounidense, a lo que respondió: "Trato de llegar a cada película que vemos con la mente y corazón abiertos, y dispuesta a ser sorprendida… No quiero hacer suposiciones sobre lo que es".

Los creadores de la película esperan que los espectadores adopten una actitud similar. En The Apprentice hay ideas controvertidas y argumentos audaces que se te quedarán grabados. Lo mismo sucede con sus personajes, que resultan, al mismo tiempo, viles, tristes y un poco bobos. “Soy de los del ‘todo o nada’ en el ámbito profesional. Me resulta difícil andar con un pie dentro y otro fuera", reconoce Stan.

Stan pasó gran parte de la producción preguntándose en qué tono exacto acabarían aterrizando, dada la libertad de la que disponían con respecto al guión. Esa espontaneidad influyó en el producto final: “El rodaje requirió de muchísimo compromiso. Fue rápido. No teníamos mucho dinero. No cabe imaginar un riesgo mayor para cualquiera de nosotros. Creo que los dos lo sentíamos así”, concluye Strong.

‘The Apprentice’ se estrena el lunes 20 de mayo en el Festival de Cannes 2024.

Artículo original publicado por Vanity Fair US. Accede aquí.