CR�NICA

"Los compradores de sangre ven�an de noche"

En las aldeas chinas del sida

Ding Hongjun, de 27 a�os, yace en su lecho de muerte en la aldea de Dongguan QILAI SHEN

Vend�an su sangre porque no ten�an que comer, hab�a largas colas para vender la sangre

Las centrifugadoras que separaban el plasma del resto extendieron el VIH hasta la epidemia

Xinwei perdi� a su esposa, a su padre y ahora prepara el entierro de su madre. No sabe cuanto le queda

Cuando Wang Erxuan descubri� que no alcanzaba los kilos requeridos para comerciar con su sangre -�l s�lo pesaba 52 y el m�nimo exigido eran 56- decidi� rellenarse los bolsillos con trozos de metal. Apenas ten�a 16 a�os, pero ya se hab�a ofuscado bajo la euforia general que propici� la llamada "econom�a del plasma".

"Ten�amos que ir a media noche al hospital para conseguir un puesto en la cola. Hab�a cientos de personas. Nos empuj�bamos en las filas. Hab�a incluso un eslogan: 'Si quieres mejorar, vende tu sangre', rememora el campesino.

La aldea de Meng Lou donde vive Wang no difiere mucho del resto del entorno. La planicie de la provincia de Henan siempre fue el granero de China. Una regi�n azotada en repetidas ocasiones por cat�strofes naturales y tragedias motivadas por el designio humano como la terrible hambruna que propici� el mao�smo. Los restos de las ingentes canalizaciones construidas durante la Revoluci�n Cultural -encaramadas sobre arcos al estilo romano- son testigo de aquellos atribulados a�os, donde la pobreza m�s absoluta fue una constante.

El veh�culo se mueve entre carreteras repletas de baches, motocarros y tractores, extensiones interminables de cultivos y riachuelos anegados por la basura. La mayor�a de las viviendas dispone de enormes portones de color rojo decorados con im�genes de Guan Yu, el dios de la fortuna, o frases que intentan atraer la suerte que siempre ha sido esquiva con esta regi�n. "Si la familia permanece unida, el futuro es brillante", se lee en una.

Es una imagen de la China profunda muy distante de los trenes de alta velocidad y el desarrollo que domina Pek�n, pero los lugare�os recuerdan que el pasado fue mucho peor. "La gente vend�a sangre porque no ten�amos para comer. Los que ganaron alg�n dinero [con ese negocio] compraron ladrillos y pudieron construirse una casa. Antes us�bamos barro", recuerda Ma Shenyi, de 46 a�os.

El campesino deambula por los sembrados y se acerca a tres t�mulos de tierra. Son las tumbas de su esposa, su hermano y su padre. Ella fue la primera en morir, en 2001. Su progenitor falleci� en 2007 y cinco a�os m�s tarde, su hermano.

Es entonces cuando el visitante se percata de que las parcelas est�n salpicadas por los mismos mont�culos, que no son sino enterramientos al estilo tradicional de esta zona.

Los tres familiares de Ma distan mucho de ser los �nicos a los que se llev� la enfermedad. "Aquella tumba es de otro que tambi�n muri� de eso y aquella otra... Hubo unos meses en los que mor�a mucha gente. S�lo en mi calle fallecieron tres en cuesti�n de semanas. En esta aldea han muerto m�s de 50", recuerda el vecino de Wenlu mientras se�ala hacia las sepulturas.

Durante a�os, lugares como Wenlu, Meng Lou y toda una pl�tora de peque�os villorrios de Henan eran conocidos como las "aldeas del sida". Fueron los mismos enclaves que durante la d�cada de los 90 se vieron dominados por la fiebre de la compraventa de sangre apadrinada primero por las autoridades locales y despu�s por toda una legi�n de avispados negociantes.

Ma Shenyi se sienta en el peque�o habit�culo donde dormita su madre. Ella tambi�n es seropositiva. Lo mismo que dos de sus hijos y su cu�ada. De la pared cuelga una bolsa repleta de f�rmacos con un lema: "Toma las medicinas de forma regular, cuida de tu vida".

"Empec� a donar sangre en 1992 o 1993. Lo hice decenas de veces. Al principio la gente iba a los hospitales. El problema surgi� cuando aparecieron los comerciantes privados. Sol�an venir por las noches para evitar que los detuvieran. Te pagaban 45 yuanes [poco m�s de seis euros] por 800 cent�metros c�bicos. S�lo te quitaban el plasma y te volv�an a introducir el resto en las venas", recuerda. En una �poca en la que ganar 100 o 200 d�lares anuales [entre 88 y 177 euros] se consideraba toda una proeza, esas cantidades parec�an una fortuna. "Era dinero f�cil", a�ade Ma.

La campa�a p�blica deriv� en frenes� colectivo. Todos los lugare�os consultados para este reportaje coinciden en describir el mismo escenario: miles de empobrecidos campesinos agolp�ndose en hospitales, viajando de una ciudad a otra para poder volver a vender su sangre... Las autoridades permitieron que se crearan cientos de "bancos de sangre" en la provincia, no s�lo en hospitales sino bajo el auspicio de unidades militares, factor�as o minas de carb�n. El proyecto era vender ese "producto" a las firmas extranjeras. El propio responsable del departamento de Salud de Henan, Li Quanxi, viaj� a EEUU para promocionar este "negocio".

Es la misma descripci�n que hace el escritor Yan Lianke en la novela que dedica a este suceso -El sue�o de la aldea Ding-, que basa en su propia investigaci�n. "Lo que comenz� como un goteo, pronto se convirti� en un torrente. No tard� mucho en ser el boom de la sangre. Se instalaron bancos de sangre en los mercados, en los cruces de carretera, en las casas y hasta en establos", escribi� Yan.

Wang Erxuan asiente. "Toda la provincia vend�a sangre", ratifica. �l mismo lleg� a vivir durante un mes en un hotel junto a otra veintena de personas que s�lo se dedicaban a comerciar con su flujo interno. "Pag�bamos 10 yuanes [1,3 euros] por dormir all�. Cada ma�ana ven�a un comerciante y dec�a: ''�A ver, quiero del tipo A!''. No hac�an an�lisis ni nada. Ese mes yo vend� 30 veces, en ocasiones dos por d�a", explica Wang. A �l le pagaban 75 yuanes por los 800 cc. Se ganaba m�s si se dejaban extraer todo el l�quido y no s�lo el plasma. Aquello le salv�. �l no contrajo el VIH.

Los otros se hac�an extraer el l�quido a trav�s de centrifugadoras que separaban el plasma y mezclaban el resto de la sangre -plaquetas y gl�bulos rojos- con la de otros vendedores del mismo grupo sangu�neo, volviendo a inyectar ese compuesto en las venas de sus clientes. "Pens�bamos que era m�s seguro as�, porque no perd�amos toda la sangre", precisa Zhany Junxi, un vecino de Zheng Lou, otro de los poblados afectados por la expansi�n del VIH. Un error que marc� la vida de decenas de miles de personas. Todas las v�ctimas consultadas se infectaron al utilizar las "m�quinas", como se refieren a ellas.

Zhany ten�a 20 a�os cuando se inici� en el "negocio". Vendi� su sangre m�s de media docena de veces a lo largo de un a�o. "Una vez tuve que ir a las dos de la ma�ana para pillar sitio. Deb�amos ser unos 200", rememora. Otra v�ctima de este comercio, Xing Xinwei, de 46 a�os, alude al dicho que se usaba en esos d�as. "Extiende el brazo y te caer� el dinero", repite. "Los compradores de sangre ven�an a las aldeas y se met�an en tus casas con las m�quinas. Hasta en las cocinas. Nadie te hac�a an�lisis", a�ade.

Durante aquellos tiempos de fervor com�n, algunos consiguieron mejorar de forma ostensible su nivel de vida. Los locales se percataron cuando les vieron construir nuevas viviendas. "Si ten�as muchos miembros en la familia y todos donaban sangre, pod�an ganar dinero", admite Ma Shenyi. Aunque fueron casos aislados, puntualiza. El beneficio que obten�an los campesinos segu�a siendo �nfimo. El mismo Wang Erxuan, tras la marat�n que realiz� aquel mes en el que se dej� extraer sangre decenas de veces, volvi� a su casa con 300 yuanes de ganancia (36 euros).

Manchas en la piel

Y entonces, un d�a apareci� la fiebre. Nadie sab�a qu� significaba el sida. "La gente pensaba que era un resfriado. No ten�an ni idea de lo terrible que es esta enfermedad", dice Ma Shenyi. A �l le diagnosticaron que era seropositivo en el a�o 2000. Todo comenz� con "un poco de fiebre y manchas en la piel... La gente tomada pastillas pero no se le curaba", dice

La "plaga" se extendi� "por la planicie". "Se abati� sobre nosotros como una inundaci�n, envolviendo a docenas, quiz�s cientos de aldeas. Y cuando eso ocurri�, la gente mor�a como hormigas... Murieron como hojas de un �rbol muerto; ca�an al suelo y se los llevaba el viento... Era raro que pasara una semana sin que muriera alguien", escribi� Yan Lianke en su memorable texto.

Los funerales se convirtieron en un acontecimiento repetitivo. "En la aldea de Nan Dawu murieron ocho personas en el mismo d�a", asevera Wang Erxuan.

Aunque las propias v�ctimas comenzaron a denunciar el esc�ndalo en 1998, el Gobierno no reconoci� la magnitud del problema hasta agosto de 2001, cuando asumi� que entre 30.000 y 50.000 personas se hab�an contagiado. El viceministro de Salud de aquellas fechas, Yin Dakui, reconoci� que era una estimaci�n a la baja y que pod�an ser hasta 100.000. Los activistas que denunciaron lo ocurrido multiplicaron por cinco o 10 esos guarismos y alertaron de que el azote se hab�a extendido por al menos cinco provincias, aunque Henan fuera el epicentro del pol�mico comercio.

En realidad nadie conoce con precisi�n la magnitud del infortunio, pero los habitantes concuerdan en que m�s de la mitad de los que comerciaron con su sangre se infect�. "En esta aldea hubo m�s de 100 personas que la vendieron y la mitad enfermaron. Hoy s�lo quedamos vivos una decena. El resto muri�", aduce Zhang Junxi, el vecino de Zheng Lou. Entre los fallecidos figuraban su hermano y su cu�ada.

Bajo la presi�n del esc�ndalo, Pek�n prohibi� la venta de sangre en 1998 e intent� minimizar el alcance de la controversia. Muchos de los expertos que alertaron de las graves consecuencias, como la veterana doctora Gao Yaojie, el tambi�n m�dico Wang Shuping o el activista Wan Yanhai, tuvieron que exiliarse. Las visitas de los periodistas extranjeros a los villorrios del sida sol�an concluir con su detenci�n y expulsi�n de la zona.

Dientes blancos y rotos

Los residentes locales todav�a rememoran con cierta aprensi�n la jornada de 2003, en la que cientos de polic�as asaltaron uno de los villorrios y apalearon a sus habitantes despu�s de que �stos protagonizaran un tumulto cuando pretend�an acceder a una oficina oficial para protestar por la situaci�n de los enfermos. "Estaba lloviendo. Llegaron por la noche y comenzaron a pegar con palos a todo el mundo. A varios les rompieron los dientes, el brazo...", relata Wang Erxuan.

Todav�a hoy las reclamaciones pueden concluir en prisi�n. Es lo que le pas� a la esposa de Wang, Li Xiaohe. Su marido muestra la sentencia que la condena a dos a�os de c�rcel por "crear problemas". Li hab�a participado en varias ocasiones en los viajes que organizaban hasta Pek�n grupos de v�ctimas del VIH de Henan, que intentaban aprovechar las reuniones del Parlamento local para exponer sus reclamaciones. En febrero de 2012, la Polic�a se person� en su domicilio de Meng Lou y se la llev�. "S�lo ped�a que el Gobierno le diera una ayuda para tratar a nuestro hijo, enfermo de sida", asegura Wang Erxuan.

Li sufre la misma dolencia. Su marido dice que se infect� en un hospital p�blico "y s�lo vendi� sangre dos veces".

El condado de Shangcai, del que dependen todos los villorrios del �rea de Wenlu y Meng Lou, se convirti� en una especie de zona cero de la epidemia. De las 38 aldeas que el Gobierno identific� como las m�s afectadas, m�s de la mitad pertenec�a a ese distrito donde habitan 1,3 millones de personas.

El legado sigue siendo devastador. En la regi�n es habitual ver orfanatos de ni�os cuyos familiares sucumbieron a la enfermedad y hospitales que intentan paliar su expansi�n. Los muros de muchos pueblos est�n salpicados de carteles que anuncian servicios m�dicos.

El n�mero real de menores que nacieron con el VIH a consecuencia de este infortunio tampoco se conoce, pero el v�stago de Wang y Li es uno de ellos. "Aqu� hay cerca de 600 o 700 ni�os que nacieron con el VIH. S�lo en esta aldea eran media docena pero �nicamente dos siguen vivos", estima su padre.

El joven Wang Xuefeng asiste a la conversaci�n cabizbajo. A sus 23 a�os, preocupaciones tan normales en este contexto como buscar una posible esposa ni se le pasan por la cabeza. "�Qui�n se va a querer casar con un enfermo de sida?", inquiere. El estigma forma parte de la truculenta herencia que dej� la "econom�a del plasma". "Toda mi vida me he sentido discriminado. A�n hoy. Los ni�os no quer�an jugar conmigo en el colegio. Sal�an corriendo al verme", comenta.

Despu�s de que el Gobierno comenzara a distribuir de forma gratuita medicamentos antirretrovirales a partir de 2003, las muertes se frenaron. Aunque no todas.

La familia de Zhou Yulan se encuentra reunida en torno a su cama desde hace d�as. Tienen tal certeza sobre su inmediato futuro que ya le han preparado la ropa que vestir� durante su funeral. Una chaqueta roja brillante y unos pantalones oscuros. "No creo que sobreviva muchos d�as", admite su hijo, Xing Xinwei. "Las medicinas no funcionan. Le produc�an problemas en el est�mago. Tiene la boca totalmente podrida y no puede comer", dice.

El poblado de Xiongqiao es otro de los nombres m�s emblem�ticos de las "aldeas del sida" de Henan. En el clan de Xing Xinwei seis personas desarrollaron la enfermedad, incluido �l mismo. Su padre y su esposa murieron hace a�os. La salud de Xing tambi�n se encuentra muy resentida. Respira con dificultades. "Tengo mal el est�mago", aclara.

Como su madre, Xing s�lo comenz� a medicarse hace tres a�os, aunque sabe que es seropositivo desde 1992. "Empec� a vender sangre con 17 a�os. Era algo normal. Ocult� que era seropositivo porque no quer�a avergonzar a mi familia. Hoy, muchos siguen sin decirlo".

Xing reparte la responsabilidad de esta adversidad entre las autoridades y �l mismo. "El Gobierno fue quien inici� este negocio pero nadie me oblig� a vender la sangre", puntualiza. Es una opini�n compartida por otros. "Fue una especie de sue�o colectivo. Nadie nos forz�", apunta Zhang Junxi. Para Wang Erxuan, toda la culpa es del "Gobierno". "Nos enga�aron, no nos dijeron lo peligroso que era", defiende.

Ma Shenyi prefiere aferrarse al pragmatismo: "Da lo mismo qui�n fue el culpable. Ya nadie puede quitarme el sida o devolverme a mi esposa. Fue todo muy triste", concluye.

12 Comentarios

12

Donde estan nuestros pol�ticos cuando se les necesita?

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90% de la poblaci�n vive as� y 90% de la humanidad esta esperando deseosa que China supere a USA como la primer econom�a mundial. Cuanto antiimperialismo, cuanta soberan�a.

9

Lo que no dice el repotarje es para qu� era esa sangre, y si los que la vend�an ya estaban infectados, entiendo que los destinatarios de dicha sangre tambi�n se contagiar�an no?,... en fin, qu� horror!!

7

Sin democracia nunca habr� justicia

6

El reportaje es la cruel realidad de la miseria humana escondida por el regimen comunista chino.

5

"Todo para el pueblo... el pueblo por aqu� y por all�...todos camaradas, nadie m�s que el otro. Todo mentiras y opresi�n. Construyeron una sociedad a�n m�s brutal de lo que tradicionalmente era.

4

Con noticias como esta da miedo recibir o donar sangre. El comunismo es el desastre total.

3

El comunismo ha hecho tanto da�o al hombre que nunca se sabr� de verdad