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En primer persona
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Qué necesita un niño para ser feliz de los 0 a los 3 años

Los primeros años de vida de un menor son clave para su desarrollo posterior porque el cerebro experimenta un crecimiento único. Consejos para resolver algunas de las dudas más frecuentes de los padres durante la primera infancia

Felicidad niños
En cada etapa de los 0 a los 3 años surgen distintos interrogantes según la evolución del niño.Westend61 (Getty Images)

Los profesionales de las escuelas infantiles tenemos la suerte y la gran responsabilidad de acompañar al alumnado, y a sus familias, durante sus tres primeros años de vida. En cada etapa, y en función de los cambios y evolución del niño, surgen distintos interrogantes. Estos años son clave para el desarrollo posterior del menor, porque el cerebro en este tiempo experimenta un crecimiento único: miles de conexiones neuronales se están formando y fortaleciendo. Además, es en estos momentos cuando se construye la base de todo lo que podemos hacer, aprender y ser en el futuro.

A continuación, las dudas más comunes que me he encontrado a lo largo de mi trayectoria de más de 10 años como profesional, y algunas claves para un desarrollo óptimo de la infancia.

De 0 a 1 año

Numerosos investigadores consideran los primeros meses de vida de un bebé un periodo crítico, porque es el momento en el que desarrolla el apego primario —esa relación emocional que el niño desarrolla con su padre, madre o cuidador—. Es en esta etapa cuando se establecen las bases de su seguridad emocional. Para lograr un apego seguro es necesario dar respuesta a sus necesidades, por eso es tan importante cogerlo en brazos cuando llora y el contacto físico, ya que sentirse querido le ayudará a adaptarse al mundo de manera adecuada.

Si no tenemos a nuestro bebé en brazos, ¿dónde lo podemos dejar? Sin duda, en el suelo. No es recomendable hacer uso de tacatás y se debe limitar el uso de hamacas y otros sistemas de retención. El empleo de estos objetos está muy extendido y son el peor enemigo para el desarrollo motor del pequeño. Suelo firme, objetos llamativos a su alcance, cómodos y en lugares que le permitan el movimiento libre, sin forzar posturas antes de que haya adquirido la madurez suficiente.

Otra cuestión que suele inquietar a los progenitores antes del año de sus hijos son las crisis de angustia. El bebé, sobre los ocho meses, comienza a llorar ante desconocidos o si los padres desaparecen de su vista. No debe ser interpretado como un retroceso, sino como un proceso normal y un paso importante hacia la autonomía. Juegos como el cucú tras o la caja de permanencia —esa caja opaca de la pedagogía Montessori con uno o varios orificios o ranuras para introducir objetos, con cada agujero diseñado para que un determinado objeto encaje perfectamente—.

De 1 a 2 años

Se producen cambios espectaculares con avances y progresos en el área motora, social, cognitiva y del lenguaje. Es crucial establecer rutinas, sobre todo de sueño y alimentación, que garanticen su descanso y bienestar. La falta de reposo, entre otros muchos factores, puede dar lugar a las primeras rabietas porque el agotamiento los deja sin mecanismos de autorregulación. Las rabietas son un comportamiento normal en el desarrollo de un niño, y entre 1 y 2 años carecen aún de las habilidades y herramientas necesarias para expresar su enfado o frustración de manera aceptable. La conexión con el adulto sereno les calma y les ayuda a identificar y recuperar el control sobre sus emociones.

El periodo de rabietas es cuando se pone a prueba la identidad del yo, y empiezan a tratar de transgredir los límites. Estos últimos son muy importantes y necesarios, ya que proporcionan seguridad ante el mundo que les rodea a la par que les ayuda a conocerse y responsabilizarse. En conclusión, en esta etapa necesitan espacio libre donde poder moverse, contacto con la naturaleza, escuchar muchos cuentos en el regazo de los adultos, conexión, límites, pisar charcos y, sobre todo, jugar. Jugar crea potentes oportunidades de aprendizaje en todas las áreas del desarrollo.

La escuela infantil propicia la autonomía de los más pequeños.
La escuela infantil propicia la autonomía de los más pequeños. Halfpoint Images (Getty Images)

De 2 a 3 años

El “no” comienza a tener peso en su vocabulario, y es aquí donde empiezan a buscar independencia y autoafirmación, dado el mayor dominio del lenguaje. De los 2 a los 3 años es la etapa en la que los niños comienzan a interactuar y jugar con sus iguales, pero no siempre saben hacerlo de la manera correcta. Los mordiscos suelen preocupar mucho a las familias. El primer elemento que pone en contacto al menor con el mundo que lo rodea es su boca. Con ella explora, y también se relaciona. Los mordiscos suelen tener lugar cuando aún no disponen de lenguaje suficiente para expresar su malestar o frustración, una buena respuesta del adulto es importante para que cedan —sin olvidar que detrás del mal comportamiento hay una necesidad que debe ser atendida—.

La mayoría de los conflictos en esta etapa vienen dados por una incapacidad para entender el concepto de temporal a la hora de compartir, por eso es conveniente no obligarlos a hacerlo, el aprendizaje del valor de ser generoso se aprende con el tiempo y no se debe forzar. A esta edad les encanta sentirse capaces. Es muy recomendable no hacer nada por ellos que puedan hacer solos. No necesitan grandes cosas, necesitan experiencias y no pantallas. Aprender a cuidar de un animal, correr, saltar, jugar en el parque, ensuciarse con barro y pasar tiempo de calidad en familia.

Podemos concluir que la infancia necesita para ser feliz: afecto, respeto, sentirse capaz, conexión, escucha activa, tiempo, juego, límites y normas y una educación basada en valores.

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