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Así se puede ayudar a un niño que padece ansiedad

Los menores, como los adultos, reaccionan ante situaciones estresantes o desconocidas y pueden sentir desde sensaciones leves de inquietud hasta angustia o pavor. No sobreprotegerles de sus miedos o respetar sus sentimientos son algunas de las claves

Ansiedad Niños Padres
Un niño asustado en el pasillo de su casa.Camille Wesser (Getty Images)

Todos los niños experimentan algo de ansiedad en algún momento de su desarrollo, y eso es algo normal. Es más, en los menores es esperable en momentos específicos, tanto en su crecimiento como en situaciones puntuales que les pueden provocar desde un estrés leve hasta un intenso malestar. Tal y como recoge la American Academy of Child and Adolescent Psychiatry (AACAP), desde aproximadamente los ocho meses de edad hasta los años preescolares los menores sanos pueden mostrar angustia en momentos de separación de sus padres u otras personas cercanas. Además, pueden tener miedos de corto recorrido, como a la oscuridad, a las tormentas, a los fuegos artificiales, a los animales o a los extraños, entre otros, que les lleven a padecer ansiedad. El DSM-5, el Manual Diagnóstico de Trastornos Mentales de EE UU —conocido como la biblia de la psiquiatría estadounidense—, la define como “una reacción emocional normal necesaria para la supervivencia de los individuos y de nuestra especie. No obstante, las reacciones de ansiedad pueden alcanzar niveles excesivamente altos o pueden ser poco adaptativas en determinadas situaciones”.

La revista científica editada por expertos de la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria (SEPEAP) recoge cómo estos trastornos son, globalmente, los más frecuentes en la infancia y la adolescencia, presentando tasas de prevalencia entre un 10 y un 20%, por encima de la depresión y de los trastornos de la conducta. Además, en los últimos 10 años, han aumentado los diagnósticos en jóvenes menores de 17 años, pasando de un 3,5% a un 4,1% en la actualidad, tal y como afirma la organización estadounidense sin ánimo de lucro Child Mind Institute (CMI). En España, los casos entre la población general, desde 2011 hasta 2019, pasaron de dos millones a cuatro millones de personas con este trastorno, tal y como informa el portal Statista.

“Los menores son especialmente vulnerables a sufrir este trastorno, ya que no disponen todavía de los conocimientos y herramientas que les permitan controlar bien sus impulsos y emociones, y una parte importante del proceso de aprendizaje y maduración pasa por adquirir estas habilidades. Según van creciendo, van afrontando distintos miedos y aprendiendo a controlarlos”, explica Vega Marcos Figueira, psicóloga experta en terapia cognitivo-conductual en niños y adolescentes y miembro de las clínicas psicológicas en Madrid Somos Psicología y Formación. “Pasar por momentos de tensión de forma aislada es algo común, siempre que no interfiera en otras actividades. Estar nervioso y estar ansioso puede presentarse de la misma manera, aunque lo último afecta al niño de manera más severa”, continúa.

¿Qué desencadena la ansiedad en los niños?

No es lo mismo que un niño esté algo inquieto o nervioso durante el día anterior al primer día de clase a que no duerma en toda la noche. Y es que no todos los menores gestionan sus emociones de la misma forma. Y, por el mismo motivo, no está del todo claro el por qué a algunas personas los nervios se les van de las manos y a otras no. En un artículo publicado en 2018 por expertos de la facultad de medicina de la Universidad de Harvard se aseguraba que algunos motivos podrían ser genéticos, es decir, que haya familiares que han padecido ansiedad, por lo que muchos menores tienen una mayor propensión a padecerla. Otros factores pueden ser ambientales o circunstanciales.

Una niña se enfrenta a su primer día de comedor escolar.
Una niña se enfrenta a su primer día de comedor escolar. Steve Debenport (Getty Images)

Cuando el niño percibe que en su entorno existe algún elemento perjudicial para él empieza a sentir inquietud. Y esto se suele dar ante una situación nueva, por desconocimiento: “Por ejemplo, un cambio de colegio, la pérdida de un familiar o la separación de sus padres, ahí es cuando se producen estas situaciones de incertidumbre, a las que no está acostumbrado, y es cuando puede aparecer la ansiedad”, detalla Vega Marcos Figueira. Existen otras muchas situaciones comunes que pueden propiciar la aparición de este trastorno, según expone la psicóloga, como mudarse de casa, un incremento de las tareas escolares, la separación o la pérdida de un amigo, una enfermedad (ya sea propia o de un familiar) o vivencias traumáticas.

¿Cómo ayudar a nuestros hijos a controlarla?

Cuando los niños están ansiosos queremos ayudarles como sea a que se sientan mejor. Pero no todo vale, aunque lo hagamos con la mejor de las intenciones, podemos hacer, sin querer, que esta empeore. Así, entre las recomendaciones básicas a tener en cuenta, el CMI destaca cómo podemos enseñar a los menores a lidiar con este trastorno a medida que surge, y cómo pueden practicar para que, si aparece otra vez, estén menos ansiosos. Sobre todo, cuando los niños tienen ansiedad crónica, lo primero es que los padres no traten de protegerlos de sus miedos, es decir, no evitar las cosas solo porque hacen que un niño se sienta ansioso.

No hay que expresarle a un niño que sus miedos no son realistas, es decir, que aprobará seguro un examen, que se va a divertir y no se va a caer patinando o que otro niño no se va a reír si tiene que exponer algo en clase, pero siempre puedes expresarle confianza en sí mismo y que pase lo que pase todo va a estar bien y que va a saber manejarlo.

Otra recomendación es respetar sus sentimientos, pero sin empoderarles. Si le van a poner una inyección, no se deben minimizar los temores, pero tampoco amplificarlos, sino ayudarles a comprender por qué están ansiosos y alentarlos a sentir que pueden enfrentar sus miedos. Así, no se deben reforzar los miedos del niño, por ejemplo, si ha tenido una mala experiencia con un perro, la próxima vez que esté cerca de uno puede que esté ansioso, pero no debe notar preocupación por parte del adulto.

En definitiva, exponer al niño a que tolere su ansiedad para que haga y complete lo que debe o necesita hacer. El CMI lo denomina la “curva de habituación”, es decir, que la ansiedad, tanto para los niños como para los adultos, disminuirá con el tiempo a medida que continúe teniendo contacto con el factor estresante. Puede que no baje a cero o que no baje tan rápido como a uno le gustaría, pero solo así es como se superan los miedos.

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