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Por una conciliación familiar real: la urgencia de apostar por la flexibilidad laboral para que los padres pasen tiempo de calidad con los hijos

En el Día Nacional de la Conciliación y la Corresponsabilidad, Laura Baena, fundadora del Club de las Malasmadres, denuncia el sistema precario que aún padecen las mujeres y pide a las empresas que olviden la presencialidad

Conciliacion familiar
El 73% de las mujeres declara sentirse agotada prácticamente a diario por la carga mental de las tareas doméstico-familiares.Juan Algar (Getty)
Carolina García

La conciliación familiar y laboral sigue siendo una asignatura pendiente en España. Así lo revela un estudio elaborado por Edenred con datos recogidos en los meses de febrero y marzo de 2023 y cuya publicación definitiva será este próximo mayo. Según informan, sus resultados brutos indican que, en la actualidad, el 68% de los padres y madres tiene dificultades para compaginar su vida profesional con el cuidado y la educación de los hijos. La muestra del análisis ha sido de 1.859 progenitores y la mayoría de los encuestados opina que las empresas no dan las suficientes facilidades para revertir esta situación. Y es algo que todavía hoy les afecta más a ellas. El mismo informe concluye que siete de cada 10 mujeres encuentra impedimentos para conciliar.

“Lo que hacemos la mayoría en España no es conciliar, es sobrevivir”, explica rotunda a EL PAÍS Laura Baena, fundadora del Club de Malasmadres. “Y conciliar en España tiene un coste altísimo para nosotras, no solo personal y emocional, sino además económico. Una de cada dos pierden salario cuando llega la maternidad. Y el coste tan alto que tiene para la salud mental se ha normalizado. Hemos normalizado ir derrapando por la vida, priorizar solo el trabajo y no tener tiempo para cuidar o cuidarnos”, incide Baena. Para esta malamadre es urgente revisar el modelo laboral, priorizar los cuidados y reconocer socialmente el trabajo reproductivo —empleo no remunerado, caracterizado por la ejecución de tareas relacionadas con el mantenimiento del bienestar y cuidado de la familia— que hacen las mujeres de manera invisible. “Tendríamos que llenar las calles el 23 de marzo [Día Nacional de la Conciliación y la Corresponsabilidad] gritando: ‘Esto no es conciliar, esto es renunciar. Y hasta que no haya un compromiso político y social no avanzaremos’. ¿Cómo no vamos a sentir estrés si el 85% tenemos menos de una hora al día para nosotras mismas? No se nos permite cuidar con dignidad, pero tampoco vivir con dignidad cuando somos madres”, puntualiza.

Según informa Baena, el 73% de las mujeres declara sentirse agotada prácticamente a diario por la carga mental de las tareas doméstico-familiares: “La corresponsabilidad es una asignatura pendiente en los hogares españoles y también en las empresas. Porque compete a toda la sociedad”. A ello añade que la falta de corresponsabilidad de los hombres, de las empresas y de las instituciones afecta a la salud mental de las madres de manera directa: “Un sistema corresponsable plantea redes formales de cuidado para todas las familias; apuesta por la flexibilidad desde las empresas y entiende que sin planes de conciliación no construiremos una sociedad sostenible”.

¿Cómo mejorar la situación? Los padres y madres lo tienen claro. Entre las medidas de conciliación que proponen, según el estudio de Edenred, apuestan por la jornada intensiva, recibir más ayudas para la crianza, como cheques-guardería, pago de libros o comedor, más vacaciones o mayor flexibilidad horaria. Y lo que más echan de menos es el tiempo de calidad. Tres de cuatro encuestados —el 76%— asegura no disponer entre semana de todo el tiempo que les gustaría para estar con sus hijos. “Y cuando las mujeres despiertan y se dan cuenta de que no han elegido una reducción de jornada o una excedencia libremente, y son conscientes de que han renunciado por falta de conciliación. Hay algo clave: con flexibilidad laboral no habrían renunciado”, subraya Baena.

Esperanza Fernández no renunció tras su maternidad. Esta sevillana, de 39 años e ingeniera, trabaja en remoto.
Esperanza Fernández no renunció tras su maternidad. Esta sevillana, de 39 años e ingeniera, trabaja en remoto.

Esperanza Fernández no renunció tras su maternidad. Esta sevillana, de 39 años e ingeniera, trabaja en remoto y con flexibilidad horaria para Eventbrite, la plataforma tecnológica global de gestión de eventos —esta empresa es pionera en el sector porque cuenta con un modelo completamente flexible desde 2021 y es ganadora del premio Great Place to Work 2022 (mejor sitio para trabajar) en EE UU, entre otros galardones—. Tras unos años de idas y venidas entre Sevilla, Canarias y Estados Unidos, esta madre de dos hijas, de cinco y ocho años, logró establecerse en su ciudad natal gracias a la pandemia: “Sin duda, el teletrabajo y la flexibilidad horaria son grandes opciones para las madres actuales, ya que permiten equilibrar mejor la vida profesional y familiar”. A Fernández el teletrabajo le permite adaptar el día a día a los imprevistos que puedan surgir y reduce el estrés que esas situaciones generan cuando se intenta que todo encaje. En general, esta situación laboral le ayuda a poder gestionar mejor el tiempo, aumentando la productividad y reduciendo el estrés. Fernández asegura que su vida ha mejorado: “Puedo hacer deporte antes de que mis peques se despierten, es un tiempo que puedo dedicar a mí y que sin duda me ayuda a sobrellevar el estrés diario”.

Para ella, el teletrabajo también es estar más cerca de sus pequeñas: “He trabajado varios años de forma presencial y pasaba muchas horas separada de mis hijas, tenían que ir al cole muy temprano y las recogía por la tarde. Ahora, no tengo que dejarlas tan pronto, vamos andando (antes siempre íbamos en coche porque las dejaba de camino al trabajo) y a mediodía vienen a comer a casa. Después ellas tienen sus actividades extraescolares y yo sigo trabajando otro rato”. Una situación, dice, que también tiene muchos beneficios para ellas. “Pueden dormir un poco más, van andando al colegio y saben que estoy en casa si necesitan algo”. Según relata, desde que teletrabaja, sus hijas tienen más opciones de extraescolares para elegir lo que más les gusta: “Antes era un poco lo que ofreciera el centro en el que estudiaban, ahora pueden ir a otras cosas en la zona en la que vivimos. Todos hemos ganado en calidad de vida”.

Para Baena, el teletrabajo bien entendido tiene que venir acompañado de políticas efectivas de conciliación y responder a unos valores corresponsables, como ya los hay en ciertas empresas: “Existen indicadores para comprobar que apostar por este tipo de políticas mejora la efectividad, en contra de lo que creen quienes se resisten a avanzar. Tenemos que dejar atrás el miedo: ‘Mira está teletrabajando y ha puesto una lavadora o le ha dado Dalsy a su hija...’. ¿Cuál es el problema?”. Para esta malamadre es necesario que se empiece a dar valor a los cuidados y a entender que un modelo flexible y líquido permite a las madres no renunciar y apuesta por una sociedad más humana.

“El sistema es perverso y se resiste a avanzar. Entonces nos dicen que el teletrabajo es un engaño, cosa que no creo. Hay que regularlo correctamente, como propusimos, con perspectiva de género y flexibilidad”, retoma Baena. “¿Si no qué sentido tiene? Y, sobre todo, hace falta formación a los empresarios, mandos intermedios y responsables que no creen en él y que siguen controlando y desconfiando de sus equipos”, añade. Para la fundadora del Club de Malasmadres, la presencialidad se agarra como puede a un modelo cuyas estructuras acabarán cayendo por su propio peso: “Y sucederá por la presión de las asociaciones, los resultados positivos de aquellas empresas que apuestan por el cambio y los modelos de futuro. Porque lo sabemos, el talento joven no entiende de jornadas eternas y horarios estancos. Seguir con la cultura de calentar la silla es ir en contra del futuro y de las familias”.

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Sobre la firma

Carolina García
La coordinadora y redactora de Mamas & Papas está especializada en temas de crianza, salud y psicología, y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Es autora de 'Más amor y menos química' (Aguilar) y 'Sesenta y tantos' (Ediciones CEAC). Es licenciada en Psicología, Máster en Psicooncología y Máster en Periodismo de EL PAÍS.

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