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“Cariño, ten cuidado que te vas a caer”: por qué los niños necesitan menos sobreprotección y más juego libre

Las investigaciones muestran que este tipo de entretenimiento está asociado con una mayor actividad física, habilidades sociales, habilidades de gestión de riesgos, resiliencia y confianza en uno mismo

Un buen ejemplo de la poca conciencia que tenemos sobre los beneficios que aporta el juego libre en la infancia y la sobreprotección son los parques acolchados.
Un buen ejemplo de la poca conciencia que tenemos sobre los beneficios que aporta el juego libre en la infancia y la sobreprotección son los parques acolchados.Brais Lorenzo (EFE)

“Cuidado que te vas a caer”. “Bájate de ahí”. Seguro que recuerdas haber dicho alguna de estas frases. Los adultos a menudo estamos preocupados y en alerta mientras los niños juegan, la razón: el miedo a que se puedan caer o se hagan daño. Sin embargo, a veces nos cuesta diferenciar su miedo del nuestro.

Sobre este tema, cada vez hay más investigaciones como las llevadas a cabo por Mariana Brussoni, psicóloga del desarrollo infantil, que sostienen que los niños necesitan menos sobreprotección y más oportunidades de juego libre y espontáneo. Las investigaciones muestran que ese juego está asociado con una mayor actividad física, habilidades sociales, habilidades de gestión de riesgos, resiliencia y confianza en uno mismo.

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Desde que son bebés, los adultos, sin ser conscientes, entorpecemos el desarrollo natural del niño por miedo a que se lastimen.

Como educadora suelo observar algo común en los adultos, en la etapa en la que los bebés están aprendiendo a ponerse de pie, el bebé se apoya en algún sitio para lograr la bipedestación y luego no son capaces de volver a su posición inicial. Es entonces cuando nuestro instinto de protección nos lleva rápido a ofrecerles ayuda sin darles la oportunidad de intentarlo. En ese momento, es más importante acompañar que rescatarle, de esta manera ganará confianza y seguridad en sí mismo.

De igual modo, intervenimos de manera innecesaria cuando los niños comienzan a andar y sujetamos sus manos o van atados con una correa. El cuerpo del bebé está preparado para alcanzar una determinada postura necesaria para caminar, por sí mismo. Es por ello, que no es necesaria nuestra intervención directa. Llevarlos atados con una correa impedirá que integren algo indispensable para futuras caídas, aprender a poner las manos en el suelo. El bebé caminará cuando esté preparado, ni antes ni después.

No es el riesgo, es tratar de permitir

No se trata de que los niños corran riesgo o se hagan daño para poder aprender, sino se trata de permitir, que sea el niño quién desarrolle el conocimiento de sus propias capacidades, no interferido por los miedos adultos. Encontrar el equilibrio a veces es difícil pero no imposible.

María Reboul, psicopedagoga y maestra, nos recuerda que no debemos evitar a toda costa que los niños experimenten miedo, se trata de una emoción adaptativa. Los niños poseen la capacidad de autorregularse y medir hasta donde pueden llegar.

Un buen ejemplo de la poca conciencia que tenemos sobre los beneficios que aporta el juego libre en la infancia y la sobreprotección son los parques acolchados y con elementos que no permiten más que un uso estructurado del mismo. Podemos encontrar pocos parques con arena y agua o tronco o estructuras para trepar. Las experiencias espontáneas relacionadas con la naturaleza son perfectas para el desarrollo del cuerpo y de la mente.

Muchos de los que somos padres ahora podemos lucir en nuestras rodillas las cicatrices del juego en la calle asfalto y los columpios de hierro. Pero eran otros tiempos, en los que no nos encontrábamos abducidos con las pantallas y disfrutábamos durante horas en la calle de juegos ya olvidados como el pañuelo o bote.

La infancia cada vez dispone de menos tiempo para el juego libre, a pesar de que las investigaciones demuestran que los niños que tienen la oportunidad de jugar al aire libre y de forma espontánea se adaptan mejor a su cultura, a la sociedad y al mundo. Construyen habilidades motrices, desarrollan la autonomía y la capacidad en la toma de decisiones.

“Jugar no es un descanso del aprendizaje. Es un aprendizaje interminable, encantador, profundo, atractivo y práctico. Es la puerta al corazón del niño”, dijo Vince Gowmon.

*Ruth Alfonso Arias es educadora Infantil y educadora de familias de Disciplina Positiva

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