Pasarela

Prada reinventa la tendencia ‘coquette’ en su desfile otoño-invierno 2024/2025

La firma capitaneada por Miuccia Prada y Raf Simons interpreta una de las tendencias más queridas por la generación Z y sale triunfante
Prada otoñoinvierno 20242025
Prada otoño-invierno 2024/2025Vogue Runway

Prada ha querido atender los deseos de las nuevas generaciones —concretamente, de la Z— en su colección de otoño-invierno 2024/2025. La firma italiana, ahora a las órdenes de su sucesora, Miuccia Prada, y de Raf Simons, quiso abrir su desfile dentro de la Semana de la moda de Milán con un look que no coqueteaba con la tendencia coquette sino que la abrazaba. El vestido recto, teñido de negro y decorado con decenas de lazos, con el forro negro asomando, anticipaba lo que llegaría poco después: el mismo diseño pero teñido de rosa algodón de azúcar.

Un look que se alineaba en espíritu con el estilismo capilar de la modelo, más cercano al peinado que se haría una niña o adolescente. Con este golpe de efecto, Prada confirmaba que la reinterpretación de la tendencia iba a ser respetuosa con sus seguidores, pero sin renunciar a sus señas de identidad. Así, unas botas negras, sobrias y de estilo militar, parecían romper la placidez de los tonos pastel y los lazos. De fondo, la voz grave de Nico interpretando “My Funny Valentine”.

Mientras tanto, sastrería sobria; con la única concesión a unos sombreros de estilo militar y habituales entre los mods, la contracultura más relevante de la década de los 60. Al mismo tiempo, se rompe con la dureza de los trajes chaqueta a través de los accesorios, que ponen el toque de color, pero también con la leggerezza con la que se llevan los bolsos, que se sujetan mediante una mini asa.

También la estética militar sobresale cuando se presta atención a la ristra de botones que decoran las camisas de punto y las rebecas, o a las gorras decoradas con plumas. Para dulcificar, se usan tejidos satinados y livianos, y se echa mano de los lazos de colores como el azul bebé, que adquieren una nueva función como un cinturón puramente decorativo.

Una sastrería que apuesta por maridar texturas que podrían parecer antagónicas y que se vale además de esa dicotomía entre lo tradicionalmente masculino y femenino. Las chaquetas se terminan con lo que parecería el cierre trasero de un chaleco masculino y las faldas dejan a la vista el forro interior, en un alarde de situar los materiales funcionales en primer plano.

No es la primera vez que Prada dignifica materiales que no suelen enseñarse, como ya había hecho con el encaje. Es una manera de conferirle entidad y prestigio a esas prendas que forman parte del imaginario de las mujeres, como también lo son los lazos, los volantes o las siluetas cincuenteras, que asoman tímidamente.

Porque Miuccia sabe que sus obsesiones —y su biografía— son sus puntos fuertes; por eso el espíritu college y por eso también las siluetas más propias de una bibliotecaria que de una insider. Las mismas que ha reivindicado desde sus comienzos y que ahora ha decidido presentarles a las nuevas generaciones de una manera horizontal, sin ejercer de abusona del colegio, y teniendo en cuenta además sus querencias.