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¿Qué piezas conforman el vestidor del nuevo ‘preppy’ y cómo se lleva esta tendencia?

Los códigos estéticos de una tendencia que pertenece al 1% de la población se reinterpretan de manera lúdica a base de ironía, nostalgia y despreocupación
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De arriba abajo y de izda. a dcha., perfume Alula, de PENHALIGON’S; bolso de ‘tweed’, de CHANEL; libretas de notas, de SMYTHSON; collar de diamantes, de DE BEERS; reloj de HERMÈS; y suéter de cachemir, de POLO RALPH LAUREN.Foto: Otto Masters. Diseño del set: Kiara Gourlay.

Si tuviésemos que imaginar el vestidor de alguien a quien consideramos pijo, vendrían a nuestra cabeza prendas como un cárdigan, una camisa de estilo Oxford, unos pantalones de pinzas –seguramente de color beis– y unos mocasines lustrosos. Sería una primera aproximación a lo que antes se entendía como una identidad y ahora se lee como una tendencia. Porque si a finales del pasado siglo la indumentaria hacía al pijo; en la actualidad, lo único que garantiza esta vestimenta es una predisposición –a veces, momentánea– hacia una manera concreta de engalanarse. En las colecciones de primavera-verano 2024 de firmas como Prada, Gucci o Dries Van Noten, las piezas de ropa y los complementos más esnobs se llevan sin su significancia simbólica de antaño.

Aunque ha sido en la propuesta artística de la otra enseña que dirige Miuccia Prada en donde se ha materializado con más solidez esta relectura, solo posible en un mundo posmoderno. “Miu Miu ha sido pionera a la hora de proponer un enfoque lúdico y audaz de la moda; jugando a contrastar estilos e incorporando referencias culturales de maneras inesperadas”, apunta la prescriptora de moda Mafalda Patrício, conocida por incorporar diseños clásicos a su armario. Por eso, si los polos, las gabardinas y las chaquetas de estilo college conforman el uniforme propuesto por la casa de moda italiana para esta temporada, estos se llevan de manera despreocupada –los cuellos de las camisas mal colocados, los peinados deshechos, los bolsos repletos– y se combinan con otros elementos de carácter estival y, por tanto, relajados, como son las bermudas, los bañadores o las sandalias de cuerda deportiva.

Christian Vierig/Getty Images

Una reinterpretación de ‘lo pijo’ que Lucía Cuesta califica como grunge. La estilista y diseñadora de joyas se atreve a maridar abrigos de pelo con pantalones de chándal Adidas; y tiene como referentes de estilo a personajes como Blair Waldorf, de Gossip Girl, y Annie James, de Tú a Londres y yo a California. La primera, una adolescente; la segunda, una niña, pero ambas iconos tempranos de una generación que ya ha sobrepasado la treintena y que es capaz de reinventar una tendencia que sienta sus bases emocionales en la nostalgia de un pasado mejor. “Yo trato de combinar piezas elegantes y clásicas con otras más inesperadas. Podría ponerme un blazer entallado con una camiseta gráfica y unos pantalones estampados, o un vestido de estilo femenino con zapatillas y accesorios vanguardistas. La clave es experimentar y reflejar mi estado de ánimo”, comparte Patrício, cuyos referentes de estilo incluyen nombres como Leandra Medine o Alexa Chung.

Hay, por tanto, en esta reinterpretación de la tendencia una búsqueda por abrazar la autoexpresión que nos permite la moda, pero también una cierta dosis de ironía, signo indiscutible de los tiempos. Porque tomarse la vida –y los looks– con seriedad ya no resulta deseable: de ahí, el auge de tendencias como el delulu –que crea estilismos de manera alucinada–; la apropiación por parte los más jóvenes de todas esas prendas que en otro tiempo llamaríamos ‘de abuelo’ o ‘de padre’; o la creciente presencia de elementos infantiles como los peluches o los muñecos de colores que cuelgan de bolsos de firma.

Reign Judge y Tyler the Creator, reina y rey del 'Grandpacore'Jerritt Clark/Getty Images

La última, una estética que tampoco duda en incorporar una chaqueta de tweed –emblema de la clase alta– a sus básicos. Resulta, por tanto, una reinterpretación de ‘lo pijo’ novedosa, pero que es heredera directa de otras relecturas que surgen hace varias décadas de la mano de subculturas como el punk. “Este estilo se ha encontrado con otros antagónicos como el skate o el streetwear. Recientemente, firmas como Chopova Lowena o Thom Browne han transformado la clásica falda de tablas y Loewe ha incorporado los polos de rugby en sus colecciones”, señala la prescriptora de moda Diana García, conocida en Instagram como Monpetitchuchu por sus estilismos de corte preppy.

Pero ¿en qué momento recupera la moda un uniforme que no hace tanto solo pertenecía al 1% de la población? La experta nos da las claves. “Los japoneses fueron los primeros en adoptar este estilo durante los años 70; Uniqlo ha presentado desde entonces colecciones que se inspiran en el estilo preppy, de universidad estadounidense”, continúa. “También las campañas de Ralph Lauren de los 90 tienen ese aire de Ivy League y Alessandro Michele abrió su primer desfile para Gucci en 2015 con una falda midi plisada que haría las delicias de esta clase social”.

Porque las prendas y accesorios más elitistas como los náuticos o las camisas de rayas hace tiempo que ya no precisan de contextos concretos (ni de carteras abultadas) para vestirlos a diario. Así que no hay por qué renunciar a ellos si ocurre que nos resultan sugerentes; sobre todo cuando se encuentran con elementos que rompen con ese carácter más elitista. Las tendencias mutan y los distintos momentos históricos aceptan mejor unas que otras, pero el objetivo es el mismo: divertirse y, de paso, cuestionar la tradición.