Teníamos a este restaurante como un referente en Barcelona, pero como tantos, ya ha dejado de serlo. Exageradamente caro se me queda corto. Puedo asegurar que pedimos cantidad y variedad de platos, pero nada fue exquisito, la mayor parte llegó a la mesa frío, servicio muy lento. Ni mencionar las escasas raciones... Vamos, que ni que fuera oro lo que comes. Hacía años que no íbamos por miedo a la decepción. No nos equivocamos. Disfrutaremos de la Plaça Prim sentados en un banco.
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