** El Algarve, ese paraíso portugués del que todo el mundo habla, y al que todo el mundo vuelve.** Por las playas, por la gastronomía, por el clima, por el vino o por todos ellos.
¿Necesitas algún motivo más? Lo tenemos: el Percurso dos Sete Vales Suspensos, que debe su nombre a los siete valles formados por la fuerza del agua. Se trata de una ruta con vistas panorámicas del océano Atlántico pasando por acantilados, playas, faros, grutas y demás formaciones geológicas.
Déjate hechizar por las maravillas de un camino que te llevará sin remedio a caer rendido ante el particular síndrome de Stendhal que sólo la naturaleza consigue provocar (con permiso de los Uffizi) .
La ruta completa abarca 11,5 kilómetros y dura entre 4 y 6 horas. También puedes hacer una parte del recorrido y parar en la playa que más te apetezca (aunque la elección es difícil) .
Se puede recorrer comenzando en la Praia de Vale Centeanes y acabando en la Praia da Marinha o viceversa y lo único que necesitas son tus zapatillas de deporte, agua y –muy importante– cámara fotográfica.
Evita las horas de mucho calor ya que no hay sombra ¡y prepárate para disfrutar de uno de los paisajes más impresionantes de la Península!
¿Un consejo? Si decides hacerlo con guía descubrirás infinidad de curiosidades sobre la región, las especies vegetales que allí habitan –muchas de ellas utilizadas en la cocina algarvía– así como las historias, leyendas y anécdotas ocurridas en este paraíso atlántico.
El Tivoli Carvoeiro Algarve Resort ofrece esta actividad en dos modalidaes: el itinerario completo (con pícnic incluido a mitad de camino) y el corto, que dura dos horas y es una buena forma de iniciarse en el senderismo.
SALIDA: PRAIA DO VALE CENTEANES
Comenzamos nuestro recorrido con una palabra clave, que además da nombre a la región: algar, procedente del árabe Al-gar, que significa caverna o cueva.
Los algares son cavidades naturales formadas verticalmente por la propia fuerza del agua, tanto a causa de la lluvia como del mar, de manera que la erosión va formando un agujero a modo de pozo que poco a poco va aumentando su tamaño.
Nuestro punto de partida es la Praia de Vale Centeanes. El primer reto del camino es subir una escalera que a más de uno le hará plantearse si el plan ha sido bueno. No mires atrás: cuando llegues a lo alto del acantilado te darás cuenta de que el recorrido promete, y mucho.
Los acantilados que flanquean la Praia de Vale Centeanes son el punto más alto de la ruta (45 metros) . Una larga escalinata baja hasta esta playa ideal para pasear, bucear o reponer fuerzas disfrutando de las vistas del restaurante O Stop.
En la pared rocosa del oeste encontramos una gruta excavada por el mar que, junto al paisaje que se contempla desde arriba, ofrece una de las instantáneas más impresionantes del percorso: Lagos, Portimão, Carvoeiro…
FARO DE ALFANZINA
Continuamos caminando sorteando subidas y bajadas, rodeados de la vegetación algarvía: palma, estivinhas, algarrobo, enebro, higo chumbo, hinojo de mar…
Y llegamos al Faro de Alfanzina, otro de los puntos más fotografiados de la ruta de los Sete Vales. A la sombra del faro nos espera la Praia de Vale Espinhaço, una pequeña pero maravillosa cala, de muy difícil acceso –e imposible cuando sube la marea– que divisamos desde lo alto del acantilado.
CAVO CARVOEIRO
Pero no nos detengamos, todavía queda mucho sendero por recorrer y muchos enclaves por descubrir, como el cavo Carvoeiro, nuestra siguiente parada.
Al este del cabo, la línea de acantilados se ve interrumpida por un profundo valle, en lo que fue en su día la desembocadura del río. La línea de costa retrocede más rápido que el curso del agua formando un valle suspendido.
A ambos lados del valle, volvemos a encontrar la vegetación típica de los acantilados de piedra caliza, destacando la zona de pinos de Alepo, uno de los pocos árboles que pueden crecer en suelos áridos.
PRAIA DO CARVALHO
Y llegamos a uno de los lugares más fotografiados, instagrameados, visitados y archiconocidos del Algarve: la playa de Carvalho, vigilada desde el agua por un peñón, seña de identidad de este paraíso escondido.
Para acceder a ella debes atravesar un túnel excavado en la roca cuyas escaleras te transportarán a otra dimensión.
La playa está protegida por altas paredes rocosas moldeadas por la erosión que resguardan del viento creando un microclima que permite incluso tomar el sol en invierno.
Aguas turquesas salpicadas de espuma blanca que harán que no quieras atravesar de nuevo el túnel para regresar a la realidad.
PRAIA DE BENAGIL
De playa en playa y tiro porque me toca. A penas un kilómetro separa las playas de Carvalho y Benagil, ambas ideales para realizar una parada técnica, reponer fuerzas y darse un refrescante baño en aguas atlánticas.
Y de repente, cuando creíamos que los acantilados algarvíos ya no nos podían sorprender, encontramos otro fenómeno de la naturaleza: la Cueva de Benagil, también conocida como 'la catedral del Algarve'.
Una bóveda de roca que cuenta con su propia playa, iluminada por la luz que entra por el agujero de la parte más alta.
Se puede llegar a la gruta en barca o nadando, pero las barcas turísticas solo entran para hacer la famosa fotografía, sin dar opción a bajar. También puedes asomarte desde arriba.
El mejor momento para visitarla es entre las 12 y las 14 horas, ya que la luz ilumina toda la cueva. Cerca de la playa de Benagil puedes comer en O Pescador o Casa Lamy: pescado fresco, brochetas, queso, la famosa cataplana … La oferta gastronómica portuguesa es infinita ¡y deliciosa!
PRAIA DA MARINHA
Emprendemos de nuevo nuestro camino pasando por calas escondidas entre los acantilados, aspirando el aroma de la vegetación y dejándonos acariciar por la brisa atlántica y los rayos del sol.
Pasamos por las playas de Corredoura, Cao Rabioso y un espectacular arco natural nos da la bienvenida dejando entrever la playa de Mesquita, donde el naranja y el turquesa pintan un paisaje que podríamos estar contemplando durante horas.
Y por fin, cinco horas y media después, llegamos a la meta: la Praia da Marinha (aunque recuerda que puedes comenzar la ruta aquí y acabarla en la playa de Vale Centeanes) .
Flanqueada por piedras, rocas, arcos, pinos y algares, la playa da Marinha hace su aparición invitándonos a zambullirnos en sus aguas y tumbarnos sobre su fina arena dejando que el sueño nos atrape.
Desorientados, abrimos los ojos al contacto de la espuma con nuestros pies y repasamos las imágenes que rondan nuestra cabeza: acantilados que parecen llevar al fin del mundo, algares formados por la propia fuerza del mar, una gruta abovedada con una playa en su interior…
¿Ha sido un sueño? No, ha sido la extraordinaria magia del Algarve.
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