Razones para volver una y otra vez a las Islas Baleares

Esas calas remotas a las que solo se llega caminando un poco más, ese mirador en el que no habíamos reparado, ese pueblecito escondido al final de todas esas curvas y acantilados... Baleares siempre será un sí.
Sa Calobra Mallorca
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Mimadas y custodiadas por las olas del Mediterráneo, las Islas Baleares poseen una magia que atrapa sin remedio, envolviéndonos con su brisa y acariciándonos con su luz.

Ver fotos: playas y calas secretas de Ibiza

Hay algo en ellas que hace que, por muchas veces que las hayamos visitado, siempre nos sintamos como la primera vez.

Y es que, además de esos rincones que ya tienen un hueco en nuestro corazón y a los que no nos cansaremos de volver, las Islas Baleares albergan siempre lugares maravillosos todavía por descubrir.

Esas calas remotas a las que solo se llega caminando un poco más, ese mirador en el que no habíamos reparado, ese pueblecito escondido al final de todas esas curvas y acantilados...

Mallorca, Menorca, Ibiza, Formentera y Cabrera nunca dejarán de sorprendernos. Y mientras aguantamos las infinitas ganas de mar, aquí van unas cuantas razones por las que volver, una y otra vez, a las Islas Baleares.

Camí Cala Blanca, Andratx, Mallorca.

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POR SU MAR ESMERALDA

Nuestra primera razón no podía ser otra: el Mediterráneo. Ese manto de reflejos turquesas y esmeraldas que nos llena de felicidad a medida que la espuma alcanza nuestros pies en la orilla.

El agua balear debe su transparencia y belleza a las praderas de posidonia que pueblan el fondo marino, repleto de tesoros que descubrir zambulléndote en su inmensidad.

Desde grandes arenales de arena blanca hasta pequeñas calas desconocidas para la mayoría de visitantes, la costa de Baleares es un paraíso donde nos quedaríamos a vivir para siempre.

Comencemos por Mallorca, la más grande de las islas, que alberga paraísos escondidos tras bosques de pinos y serpeteantes carreteras, como la misteriosa cala Deia, la carismática playa de Formentor, la cotizada Fornells, o la irreal Caló des Moro y su hermosa vecina S´Almunia.

Cala s'Almunia, Mallorca.

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¿Y qué decir de Menorca? La belleza salvaje de su costa y el Cami de Cavalls que nos guía por pequeños paraísos turquesas y cristalinos.

Macarella y Macarelleta, Mitjana y Mitjaneta, Pregonda, Tortuga, Turqueta, Morell, Galdana... Las calas menorquinas, simplemente, no son de este mundo.

Y por último, pero no menos importantes –ni menos hermosas–, las Pitiusas: Ibiza y Formentera. Recorrer Ibiza en coche o en moto, sin rumbo, de cala en cala, de Portinatx a Cala d'Hort, pasando por Benirrás, Aigües Blanques, Sa Caleta, Cala Bassa, Cala Salada y Cala Boix.

Para después, navegar hasta Formentera y bucear en Cala Saona, chapotear en Es Caló y Mitjorn y acabar la jornada en Ses Illetes, no sin antes visitar la inmaculada isla de Es Palmador.

Cala Mitjana, Menorca.

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SUS FAROS

Qué tendrán los faros que siempre acabamos nuestras rutas baleares en uno de ellos. Son la excusa perfecta para acabar el día sacudiéndonos la sal mientras contemplamos el atardecer a sus pies.

Los guardianes de la costa balear nos atraen con un magnetismo sobrenatural al que no nos podemos resistir, como el faro de Formentor, que aparece tras las curvas interminables de la mallorquina sierra de Tramuntana, o el Cap de Barbaria (Formentera), donde tantas veces nos creímos estar pedaleando en los fotogramas de Lucía y el sexo.

Sin olvidarnos del ilusorio faro de Punta Nati, en Menorca, desde el cual dicen que se avistan dragones camuflados entre las rocas.

Faro de Formentor.

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EL ENCANTO DE SUS PUEBLOS

Cómo nos gustan los pueblos: sus casas tradicionales, el olor a campo, el aire puro, la comida preparada con cariño y a fuego lento, el encanto de lo rural...

Marineros, de interior, tímidos, románticos, hippies, legendarios... Los pueblos de las islas Baleares bien merecen una excursión por sus calles llenas de historia y belleza.

Parar en Deià y sentirte el rey del mundo entre el mar y las montañas–, disfrutar de las fiestas de Moros y Cristianos de Pollença, llegar a Sóller en su emblemático tren, aspirar el aroma de las flores que inundan las facahadas de Valldemossa, explorar la fortaleza de Alcudia... Podríamos estar toda una vida recorriendo los pueblos mallorquines.

Valldemossa, Mallorca.

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En Ibiza, la costa y el interior nos cautivan a partes iguales: las vistas desde Es Cubells, Santa Eulalia del Río y la Iglesia del Puig de Missa en lo alto de la colina, las casas blancas y la plaza de Santa Gertrudis, el aire bohemio de Sant Carles de Peralta...

¿Y por qué no perdernos en las laberínticas calles de Binibeca Vell, en Menorca? Luego veríamos atardecer en Es Castells y al día siguiente subiríamos a Monte Toro para ver desde allí el pueblo de Mercadal.

Acabaríamos nuestro tour en Formentera, bañándonos en las aguas turquesas de Es Caló de San Agustí, comiendo en Sant Francesc y bailando en alguna terraza de Es Pujols.

Escars de Es Caló.

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SUS MERCADOS

Otro plan imprescindible en las Baleares es pasear por sus mercados y descubrir la variedad de productos locales y artesanías que albergan.

El año pasado, el mercadillo de Las Dalias de Ibiza celebraba su 65 aniversario. Icono hippie donde los haya, Las Dalias y sus fiestas al amanecer marcaron la Ibiza de los años 60 para siempre y entre sus puestos todavía se respira un aura especial entre conchas, abalorios, pañuelos y brazaletes.

Además de en Las Dalias, la moda ad lib y el buen rollo están presentes en todos los mercadillos de Ibiza, como el de Es Canar, los mercados artesanales de San Rafael y San Miguel o el mercado de Forada.

En Formentera, la noche viene acompañada de los mercadillos nocturnos de Es Pujols y Sant Ferran mientras que las mañanas de los domingos se pasan entre el mercadillo de La Mola y el de La Savina.

En Mallorca –Binissalem, Calviá, Alcudia, Sóller, Andratx...– y Menorca –Ciutadella, Mahón, Ferreries– también nos volveremos a perder entre flores, aceites, vinos, quesos, sobrasadas y butifarras.

Las Dalias, Ibiza.

Corbis. Texto: María Bayón (@bayonmaria)

SUS ESPACIOS NATURALES PROTEGIDOS

Las Islas baleares cuentan con un entorno natural extraordinario y una vasta superficie de espacios naturales protegidos de los que disfrutar siendo respetuosos con el medio ambiente.

En la isla de Cabrera encontramos el parque nacional marítimo-terrestre del Archipiélago de Cabrera, que se conserva prácticamente inalterado debido a su aislamiento a lo largo de la historia.

Además, las Baleares cuentan con parques y parajes naturales que son verdaderos tesoros, como el parque natural de Ses Salines de Eivissa i Formentera, las áreas naturales de la Serra de Tramuntana o las reservas naturales de Es Vedrà, es Vedranell i els illots de Ponent, entre muchos otros.

Y es que si tuviésemos que resumir en dos palabras las islas Baleares, esas serían: paraíso natural.

Salinas en Formentera.

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SUS ATARDECERES...

No se nos ocurre un plan mejor que pasar el verano cazando atardeceres en las Islas Baleares.

De los tambores de Benirrás (Ibiza) al idílico Son Bou (Menorca), de la imagen hipnótica del sol escondiéndose tras Es Vedrà en cala D'Hort (Ibiza) al mirador de Sa Foradada (Mallorca) y de Cala Saona (Formentera) a la Cova d’en Xoroi (Menorca); lo daríamos todo por ver ponerse el sol en el Mediterráneo una y otra vez.

...Y SUS AMANECERES

Menos conocidos e igual de hermosos, los amaneceres de Baleares bien merecen un madrugón –o un estirón de la noche–.

El primer amanecer de España le pertenece a Menorca y no hay lugar más bonito para disfrutarlo que el pueblo costero de Es Castell.

La noche ibicenca acabará viendo salir el sol en la playa de Talamanca y en Malllorca le daremos la bienvenida al nuevo día tumbados en el muelle de Formentor.

Atardecer en Benirrás.

Nacho Sánchez

SU SABOR

La gastronomía de las Islas Baleares, impregnada de esencia mediterránea, hace que las mesas y sobremesas de verano sean uno de nuestros momentos preferidos del día.

Se nos hace la boca agua solo con pensar en la deliciosa sobrasada mallorquina, el queso de Mahón, el sofri pagès, las cocas o el arroz brut.

Las Baleares saben a mar: a una paella en Cala Boix (Ibiza), una caldereta de langosta en Ciutadella (Menorca) o una ensaimada en Palma.

Y para brindar por la vida, nada como Palo de Mallorca, hierbas ibicencas, mesclat o licor de naranjas de Sóller.

Queso de Mahón.

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SU GENTE

De nacimiento o “de adopción”, la gente que vive en las islas ama esta tierra sobre todas las cosas y para ellos, ser isleño es un orgullo y una suerte –con razón–.

Los baleares (o baleáricos) son personas amables y hospitalarias. Y sí, puede que tengan fama de cerrados, pero basta una conversación para que se abran y nos cuenten todas las bondades de su isla.

Ensaimadas: el emblema del desayuno mallorquín.

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SU UBICACIÓN PRIVILEGIADA

No hay discusión en este tema. El archipiélago balear ocupa un enclave privilegiado en el Mediterráneo, frente a la costa oriental de la península.

Es precisamente su cercanía la que las convierte en el destino perfecto para esa primera escapada que tanto estamos esperando. A partir del 25 de mayo, Baleària vuelve a operar sus rutas de alta velocidad Dénia - Formentera - Ibiza - Palma y Alcúdia - Ciutadella.

Puede que estos días de mirar por la ventana, suspirar y hacerse preguntas nos haya cambiado, nos haya hecho olvidar o nos haya hecho recordar todavía con más fuerza que hubo días mejores. Pero el Mediterráneo siempre estará ahí, esperando paciente, para curarnos y hacernos renacer una y otra vez.

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