Delta del Ebro: horizontalidad sublime

El Delta ofrece una sencilla vuelta a los orígenes donde dan ganas de quedarse a vivir.

El Delta del Ebro: una vuelta a la vida sencilla

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Situado a unas tres horas de Barcelona , y a un mundo de distancia ficticia, una comarca catalana sorprende por el drástico cambio que supone su paisaje ante los atónitos ojos de un espectador (véase yo misma) que divisa una vista completamente llana y pantanosa repleta de magníficos arrozales. “Podría estar en Bali”, pienso, pero nada más lejos de la realidad; acabo de llegar al Delta del río Ebro.

En una mezcla de tierras de cultivo, santuario de aves y oasis para la gente de la ciudad ansiosa por escapar de la sobrepoblación de otras zonas costeras, el Delta del Ebro ofrece un mundo totalmente diferente formado por playas aisladas, flamencos rosados, gente practicando windsurf y muchos alimentos de primera línea como anguilas, ostras o sus sabrosísimos mejillones.

Uno de los humedales más grandes de Europa occidental es hoy un destino en esencia por donde parece que el tiempo no hubiera pasado y por donde, cruzo los dedos, ojalá tarde en pasar, porque el lujo aquí reside, precisamente, en la total ausencia del mismo: una vuelta a la vida sencilla.

Flora y fauna despliegan toda su magia en este lugar donde el tiempo parece haberse detenido

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Y si mi primer pensamiento está relacionado con Bali, el segundo va encaminado más bien hacia un lamento del tipo: “cómo es posible que haya tardado tanto tiempo en venir a conocer este lugar”. Es la pregunta que me asalta tras aparcar mi coche en el hotel Villa Retiro , una joya de la arquitectura colonial que la familia López adquirió hace ya algunos años para reconvertirla en hotel.

Esta coqueta mansión de 1890 fue construida por el indiano catalán Jaume Martí, que tras volver de Argentina invirtió su fortuna en construirse esta casa de veraneo en la que, por cierto, solo llegó a vivir un año.

“Se trata de una mansión singular obra del arquitecto Josep Fontseré i Mestre, uno de los maestros de Gaudí, con cierto aire modernista y rodeada de densa vegetación, que es original desde su construcción”, me cuenta Domingo Basco, miembro del equipo humano, ¡y tan humano!, del hotel.

Estoy convencida de que el indiano Martí estaría orgulloso de que de más de 120 años después, Villa Retiro sea uno de los hoteles más especiales de la comarca que se ubica en la zona del Bajo Ebro, junto a la población de Xerta y a algo más de diez minutos en coche de Tortosa, capital de la comarca.

El Hotel Villa Retiro, una joya de la arquitectura colonial rodeada de vegetación tropical

Hotel Villa Retiro

Villa Retiro contrasta con el paisaje del resto del Delta, un lugar de tradición agrícola donde la cosecha de arroz todavía representa el 75% del suministro de Cataluña.

No ocurre mucho en el interior, pero en la costa no resulta complicado observar el recuerdo del antiguo estilo de vida de la zona en las diminutas casas blancas, conocidas como barracas, donde se procesaba la cosecha.

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Tras años de declive –la fuga de las zonas rurales hacia las ciudades fue inevitable a finales de los 60 y 70–, el turismo es hoy por hoy el verdadero motor de cambio (para bien) de la zona.

Aún así, el auténtico carácter del Delta ha cambiado poco, y menos mal, y la tranquilidad, los atardeceres y la buena mesa continúan siendo algunos de sus mayores atractivos.

Buena prueba de ello es la estrella Michelin y el reconocimiento de crítica y público que posee el chef Fran López al frente de la cocina del Villa Retiro.

Este joven cocinero lleva instaurado en su mapa genético la tradición hotelera y, criado entre fogones, López eleva la cocina de autor con productos típicos del Delta a una propuesta gastronómica para chuparse los dedos –literal–, sobre todo cuando en la mesa de su restaurante se sirven platos como la coca de pasta wanton con ventresca de atún, cítricos y mayonesa de ajo negro o el arroz cremoso del Delta con pato y cítricos.

Al frente de la cocina de Villa Retiro, el chef Fran López, con una Estrella Michelin

Hotel Villa Retiro

Y a comensales satisfechos, chef orgulloso, como reconoce este joven cocinero que ha sabido poner en el mapa gastronómico a esta humilde región catalana.

Y lo ha hecho con honestidad y discreción, un mantra que en la casa predican desde el primero hasta el último miembro del equipo. Una excusa más para visitar un lugar que si bien no pilla de paso al viajero, logra enamorarlo hasta las trancas por su natural exquisitez de forma y fondo. “Y que yo haya tardado tanto en visitarlo…”, me vuelvo a lamentar.

Una oferta, la del Villa Retiro, que se completa con las nueve habitaciones del edificio principal (en el complejo se ha construido un anexo con diez modernas habitaciones más) que conservan la esencia modernista de finales del XIX, donde el lujo reside en las maderas nobles, las baldosas originales o en sus espectaculares bañeras de inspiración británica y hierro forjado que prometen, y cumplen, el buen descanso del viajero.

Y si no, siempre quedará su piscina, rodeada de 3.000 metros cuadrados de exuberante jardín tropical y hasta unas cascadas. Lo imposible aquí es no relajarse.

Cocina de autor con productos típicos del Delta

Hotel Villa Retiro

ARMONÍA EN EL TERRUÑO CATALÁN

Fuera de los muros del Villa Retiro, el espectáculo continúa. Y es que una parte considerable del Delta es Parque Natural, declarada como tal en 1983.

Pero más allá de todo este paraíso bendecido por la naturaleza, el Delta también ofrece ciudades y rincones con encanto donde la historia dejó su huella hace más de 2.000 años… y aquí sigue.

Castillo de Miravet, en la margen derecha del Ebro

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Tortosa es uno de los mejores ejemplos. Escogida por los íberos y habitada por romanos, musulmanes, judíos y cristianos, el legado histórico de la capital de la comarca se palpa en visitas como la del castillo de la Zuda, la catedral de Santa María y los edificios modernistas, salpicados por toda la ciudad.

Tortosa: una mezcla de culturas mires donde mires

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Y en un plano mucho más terrenal y mucho menos artístico, es Sant Carles de la Rápita (o directamente La Rápita) un buen lugar donde experimentar las bondades de la gastronomía más local, tanto, que hasta puedes ‘pescarla’ con tus manos para disfrutarla.

Es lo que sucede en el ** Musclarium , un criadero de mejillones y ostras que ofrece al comensal el producto del mar a la mesa** dentro de una propuesta gastronómica cerrada que incluye aperitivo a base de mariscos, arroz, postre y hasta un corto trayecto en barco para acceder hasta el restaurante ‘casi’ flotante (50€) .

Del mar a la mesa, el mantra de Musclarium

Musclarium

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