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Reseña: First In: Casas da Quinta de Cima, oda a la vida algarviana

Nos empapamos del sur de Portugal en este precioso hotel boutique donde la historia, aferrada a cada uno de sus rincones, acaba de empezar a escribir un nuevo capítulo

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Photos

Casas da Quinta de CimaCasas da Quinta de CimaCasas da Quinta de CimaCasas da Quinta de CimaCasas da Quinta de CimaCasas da Quinta de Cima

Amenities

Bar
Playa
Detox
Wifi gratis
Salud holística
Fitness
Piscina

Habitaciones

9

Un portón automático se abre y todo un universo se despliega ante nosotros. A un lado y al otro, decenas, centenares de árboles frutales —ahí están las naranjas que, llegada la primavera, inundan el ambiente con su olor a azahar, pero también los aguacates y los limones, los algarrobos y los higos— se extienden como un manto verde sobre la fértil tierra del Algarve. El Atlántico, tímido pero presente, se deja ver no tan lejano: si paramos un segundo, podemos sentir su brisa.

Aparcamos el coche bajo un techo de cañizo, ponemos los pies en el suelo pedregoso, y enseguida conectamos con el lugar. Unos minutos más tarde estamos ya recorriendo cada estancia de este singular edén de la mano de quienes hacen de él un enclave único y especial.

“Aún recuerdo cuando, siendo pequeño, jugaba con las cabras, las gallinas y cerdos que tenían mis abuelos allá atrás”, nos cuenta, sonriendo, José María Brion. Este joven de solo 33 años nos acompaña en el descubrir de un hotel que es mucho más que eso: Casas da Quinta da Cima concentra toda una historia colmada de anécdotas y aventuras, de curiosidades y grandes apuestas. Las que protagonizaron los herederos de aquel insigne apellido tras la industria conservera que, varios siglos atrás, conquistó el sur de Portugal.

José María, con una pasión y energía que desbordan por cada poro de su piel, representa con tremendo orgullo la quinta generación de aquel linaje, los Ramírez. Al mando de esta antigua casa de campo familiar que hoy ha sido transformada en deslumbrante hotel boutique, señala cada rincón reivindicando la importancia de los detalles; haciendo hincapié en los cómos, cuándos y porqués. Ahora sí, es hora de compartir su historia.

POR QUÉ RESERVAR

Porque no hay nada más bonito que aquello que se hace de corazón, y de eso, saben mucho aquí, en Casas da Quinta de Cima. Porque el enclave, en Vila Nova de Cacela, a 10 minutos de la frontera con España y a un salto de la bellísima Cacela Velha, ya es razón más que suficiente para abrir el explorador y reservar. Porque, qué podemos decir, nos encantan los proyectos bonitos, llenos de alma, y en este pedacito de sur luso también son expertos en ello.

Casas da Quinta da Cima ocupa el terreno donde se halla, desde hace nada menos que 100 años, la vivienda rural de la que disfrutaba la familia Ramírez por estos lares. A su vera, los campos de cultivo eran trabajados por numerosos jornaleros que moraban también en la finca. Incluso había establos, casas de aperos y un inmenso almacén donde se guardaba todo lo que la tierra les daba. Cada pequeño rincón de aquel universo agrícola ha sido transformado hoy, con un gusto exquisito, en un alojamiento donde el lujo, más allá de lo que se ve y se siente, está en lo que rodea: es como vivir por unos días inmersos en la más pura naturaleza. Un precioso proyecto que aúna historia, belleza y diseño... ¿Qué más se puede pedir?

LA HISTORIA

Ahora sí, entendamos un poco más de qué hablamos cuando hablamos de pasado. Para ello tenemos que viajar en el tiempo hasta 1853, cuando todo comenzó: fue aquel el año en el que Sebastián Ramírez arribó a estas costas para abrir la primera fábrica de conserva de pescado del país. Hoy, casi 175 años después, se trata de la conservera más antigua del mundo aún en activo, aunque hace mucho que abandonó el sur.

Algunos de los descendientes de aquel visionario acabaron, tiempo después, por llevarse la industria al norte, y otros heredaron las tierras tras optar por quedarse aquí. Uno de ellos fue Federico Ramírez, popular político de la época en el Algarve y tatarabuelo de José María, que adquirió en 1925 Casas da Quinta de Cima. Una casa que, con alguna que otra actualización, ha seguido sirviendo hasta hoy día como casa familiar.

José María, aunque perdió ya el apellido Ramírez, sigue llevando su sangre y dirige con amor y convencimiento este nuevo proyecto hotelero que, aunque apenas tiene unos meses de vida, ya ha logrado conquistar a propios y extraños: no es raro que muchos inquilinos se vayan de aquí con sus siguientes vacaciones ya reservadas.

EL AMBIENTE

Casas da Quinta de Cima se siente como un refugio fura de casa. Como ese templo al que volver y volver y en el que siempre sentirse arropado. Quizás se deba a ese legado de los Ramírez, que va más allá de su historia: que la propiedad siempre haya permanecido bajo su batuta hace que la sensación de hogar se acentúe con creces.

Pero es que también está esa luz diferente, abrumadora, que abraza cuando el sol se acerca cada tarde al horizonte algarviano y colma de tonos rojos y naranjas las copas de los árboles frutales. O cuando, con el primer rayo de la mañana, los pájaros regalan esa sinfonía colmada de piares que son el mejor despertar que se pueda imaginar.

No hay prisas en Casas da Quinta de Cima: esas quedaron al otro lado de la verja. Por eso las pulsaciones se relajan cuando uno se dispone a tomar un aperitivo en el honesty bar del salón o se da un chapuzón en su piscina. Cuando se anima con una partida de billar mientras suena bossa nova de fondo o lee su libro favorito en la terraza privada de la habitación. Aquí se viene única y exclusivamente a dejarse mimar: ese es el ambiente. Y, por supuesto, a disfrutar.

EL HOTEL

Las antiguas instalaciones, sumadas a las 50 hectáreas de terreno que las rodean y que se despliegan hasta alcanzar el mar, albergan hoy 9 habitaciones y un inmenso salón común, una cocina también apta para caterings —no se nos ocurre localización más bonita para celebrar bodas y otros eventos—, un enorme comedor, la recepción, una piscina, un solárium y dos preciosas villas —una, ya lista; la otra, a punto de estrenarse— donde la felicidad se abraza con solo poner un pie en ellas.

Pronto, esperan, habrá más habitaciones —no más de 20 en total, nos aseguran—, un completísimo gimnasio y dos salas de masajes. ¿Lo mejor? El cuidado en la decoración, en la que se alternan elementos modernos —ay, ese neón conquistando el salón de recepción— con innumerables piezas de mobiliario de un valor incalculable que pertenecieron a la familia a lo largo del último siglo. El diseño interior y la decoración han corrido a cargo del propio José María, apasionado del tema, y de su madre.

Sin embargo, la labor de transformación de este lugar de trabajo agrícola en lo que es hoy, un templo a la elegancia y el diseño más absoluto, quedó en manos del arquitecto João Pedro Falcão de Campos, que supo entender a la primera las intenciones de la familia. De esta manera, trabajó con esmero en saber respetar la esencia del lugar dejándole su espacio, pero añadiendo y modificando algunos otros elementos para darle un guiño actual.

En el gran salón común, en el que se despliega un buen ejemplo de aquel mobiliario familiar con auténticas joyas de diseño vintage, se pueden observar las antiguas vigas del techo, abrazadas, en plena armonía, con las nuevas, aunando así el pasado y presente de este paraíso de una forma hermosa.

Permanecen las paredes encaladas conquistadas por coloridas buganvillas, además de materiales como las cañas de los techos de las estancias, la terracota o las maderas, presentes en todo rincón. Sin embargo, más allá de lo que es pura edificación, Casas da Quinta de Cima es también paisaje algarvío, naturaleza pura: para empaparse de la esencia del lugar, nada como caminar por sus senderos, perderse entre naranjos e higueras, respirar el aroma del Atlántico y fundirse con una puesta de sol. Todo lo demás nos sobra.

LAS HABITACIONES

Las 9 habitaciones que ocupan lo que un día fueron las viviendas de los antiguos jornaleros miden cada una 70 metros cuadrados. Además de contar con un saloncito de lo más acogedor, poseen una cocina abierta con todo el menaje necesario para vivir las vacaciones de manera independiente. Los suelos, de terracota de Santa Catarina, que para algo estamos en el Algarve. Como sorpresa, al hacer check-in, habrá en la nevera alguna porción de tarta casera elaborada por Anabella y su equipo, uno de los grandes motores de este proyecto.

Además, las habitaciones cuentan con una zona de dormitorio separada por puertas en verde pastel y un amplio baño —con bañera, además de ducha, incluida— de suelo radiante: aquí es el mármol de Breccia de Tavira, con su tono granate, el que manda. La terraza privada —también con ducha, esta, exterior— es el lugar ideal en el que tomar ese primer café de la mañana o entregarse a las tardes eternas, libro en mano, mientras el sol se despide.

Las dos villas disponibles para alquiler son casi idénticas y cuentan con chimenea, cocina con todos los accesorios, así como una amplia terraza con piscina privada y solarium ideal si se quiere disfrutar de unos días de desconexión en familia o entre amigos. Para la decoración, en gran parte, se ha jugado también con las infinitas piezas vintage que componían la colección familiar —hablamos de sofás y sillones, de somieres antiguos, cuadros, lámparas o jarrones— y de las que, aún hoy, hay muchas almacenadas esperando a ser colocadas en el lugar perfecto de la finca.

GASTRONOMÍA

Llegamos a un punto realmente importante: en el Algarve se toman las cosas del yantar muy, pero que muy en serio. Tanto, que aquí el festival gastronómico comienza ya en el desayuno: dependiendo del número de inquilinos, este se sirve en formato bufé o en la mesa. ¿Y en qué consiste el festín? Pues en panes de masa madre y en mantequillas artesanas, en mermeladas y granola casera, y yogur natural. También en fruta de temporada de la propia finca, así como zumo de naranja recién exprimido. Bollería, tartas hechas por Anabella o huevos a elección.

Durante todo el día los dos honesty bars con los que cuenta el hotel —uno en el salón principal; otro, en la piscina— son accesibles a los huéspedes, que se pueden sentir libres en preparar lo que les apetezca. Una carta con picoteo diverso está disponible a la hora del almuerzo para quienes deseen relajarse en la habitación o en la piscina: ensaladas, tablas de quesos y algunas verduras componen el menú.

Muy pronto, además, arrancarán las cenas en su comedor: se ofrecerá un menú distinto cada día y los inquilinos podrán reservar su plaza para deleitar sus paladares con un despliegue de cocina tradicional deliciosa.

EQUIPO

Tras un gran proyecto, siempre hay un gran equipo: esto es de primero de hospitality. Y el que conforma Casas da Quinta de Cima es realmente espectacular. Ahí está José María como director de orquesta asegurándose de que todo fluya como debe de fluir en este proyecto tan personal: su experiencia trabajando y viviendo en numerosas ciudades del mundo le hicieron comprender que el cuidado de los detalles es una de las claves del éxito cuando se trata de este universo.

Por eso, no será difícil toparse con él por aquí, no importará la hora ni el día: su implicación queda patenten en la ilusión que desprende en cada charla con los huéspedes, en cada consejo dado. Junto a él, otra de las figuras claves del lugar: Anabella, nacida en Angola pero portuguesa de alma y corazón, lidera al resto del equipo desde la sombra convirtiendo el hotel en lo que es: un lugar repleto de rincones bonitos, de flores decorando cada rincón, de deliciosos aromas y sabores. En definitiva, de una atención impecable.

EXPERIENCIAS

La base de una experiencia inolvidable podría estar completa sin necesidad de salir de los límites del hotel, pero, las cosas como son: nunca está de más aventurarse a explorar. Para ello desde Casas da Quinta de Cima se comprometen a poner a disposición de sus huéspedes un catálogo de lo más ecléctico, repleto de ideas y maneras de continuar disfrutando del Algarve en todas sus versiones. Es decir: no escatimarán en ingenio a la hora de sugerir lugares en los que comer o cenar —Noélia, uno de los restaurantes insgines de la zona, es todo un must—, pero tampoco al hablar de playas para disfrutar de un día de sol y mar o, por qué no, de vivencias únicas.

Y con esto nos referimos a organizar toda una mañana o tarde de paseo a caballo por los paisajes vecinos —¿acabar con una puesta de sol a los pies de Cacela Velha? Venga, va—. O una visita privada a Salmarim, las salinas de Castro Marim, para acabar, junto a Jorge, haciendo una cata de lo más original maridando excelentes alimentos con diversos tipos de sal. También proponen recorrer las tranquilas aguas de la Ría Formosa en un barco solar, aprendiendo los detalles sobre el cultivo de ostras o sobre la gran cantidad de caballitos de mar que proliferan por la zona y que están altamente protegidos. Incluso disfrutar de un taller privado de artesanía de palma de la mano de una de las pocas mujeres que quedan en la zona que conservan la tradición.

Sea como sea, todo sumará a esta vivencia sin igual que supone compartir, vivir y formar parte del nuevo capítulo que Casas da Quinta de Cima acaba de comenzar a escribir en su historia. Y que sean muchos capítulos más.

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