‘Mi soledad tiene alas’, de Mario Casas: el barrio como espacio e identidad

Mario Casas debuta como guionista y director en ‘Mi soledad tiene alas’, donde regresa a esos barrios que atrapan y forman el cáracter.
Mi soledad tiene alas
Lau Bacanal

Mario Casas va camino al preestreno de Mi soledad tiene alas (en cines el 25 de agosto) y confiesa estar tan nervioso como en su estreno como actor. De eso hace ya casi 20 años, pero este es un primer estreno también como guionista y director. Mi soledad tiene alas es su ópera prima. Un salto tras la cámara que llevaba tiempo dando vueltas y con el que se arrancó durante el confinamiento. “Han sido tres años y medio desde que empecé a escribir, un año y medio volcado en ella”, resume. Mucho esfuerzo, trabajo y, finalmente, satisfacción. Y nervios. Y a pesar de todo, transmite tranquilidad.

Suelen decir que empieces escribiendo por aquello que conoces y eso es lo que hizo Mario Casas en Mi soledad tiene alas. Se fue al barrio, a una historia de barrio, gente de barrio, con sueños fuera de él, aunque sin querer abandonarlos del todo. La historia ocurre en el presente, quizá, aunque está llena de guiños al 2000, a los años de adolescencia del actor de El inocente (de ahí las marcas de ropa, la música que escuchaba, el estilo visual…). Además, pensó en su hermano Óscar Casas para encarnar al protagonista de su historia y también pensó en escenarios y lugares físicos y emocionales que conocía.

Durante el rodaje en La Mina.

Lau Bacanal

“Todas las localizaciones entre Barcelona y Madrid las tenía muy claras en mi cabeza”, nos cuenta de camino a esa premier. “Esa periferia de Barcelona, ese Madrid de Lavapiés… Son lugares que conozco muy bien”.

Aunque nacido en A Coruña, Mario Casas pasó su infancia y adolescencia en esa periferia de Barcelona. “Yo vengo del barrio, he crecido ahí”, explica. “Mis padres siendo muy jóvenes, casi niños, con la misma edad que los personajes de mi película, con dos hijos pequeños, de repente marchan a Barcelona a buscarse la vida”.

Óscar Casas es Dan.

Lau Bacanal

Conoce los barrios que quería retratar, aunque los cruces entre historia de sus protagonistas y la suya acaban ahí. Si tiene de autobiográfico, es emocional. Los lugares físicos y la identidad del barrio sí los conocía muy bien. Por eso, se esforzó y luchó por rodar toda la película en escenarios naturales. “Los exteriores, pero también los interiores”, cuenta. “Para mí era muy importante encontrar lugares que te dieran verdad, que todo lo que les rodease fuese real”, dice Casas. “La gente de esos barrios en los que hemos rodado han formado parte de la película, no son actores ni figurantes, hemos intentado coger gente de los lugares donde grabamos”.

DÓNDE SE RODÓ MI SOLEDAD TIENE ALAS

Como ocurre en muchos casos, la película es el resultado de un mosaico de localizaciones, pero un barrio destaca entre todos, uno que Mario Casas tuvo en mente desde el principio, La Mina. “Me ofrecieron otras opciones, pero en el momento en el que el director de fotografía y yo entramos en La Mina era el barrio que buscábamos, lo tuvimos claro”, explica.

Candela González es Vio.

Lau Bacanal

Óscar Casas paseando entre sus edificios, en esas calles pobladas, él y sus compañeros de reparto, dos debutantes que seguro darán que hablar, Candela González y Farid Bechara. Juntos también se asoman a otros lugares: Ciutat Meridiana, Bellvitge, Hospitalet, Santa Coloma… Otra Barcelona. Por allí se suceden sus robos a joyerías, sus noches y madrugadas, esos amaneceres asomados a miradores con vistas impresionantes que no prometen futuros increíbles.

“Ese mirador era muy importante, buscaba lo contrario a los que hemos visto muchas veces de Barcelona en los que se ve la playa o los hoteles lujosos”, cuenta Casas. “No quería que esa localización diera sensación de volar y soñar que algún día saldrían del barrio, sino al contrario, los metía dentro”.

Churros con mayonesa, por qué no.

Lau Bacanal

Y, sin embargo y a su pesar, porque la vida tiene sus propios planes, al final salen de allí. La segunda parte de la película sucede en Madrid, entre Dan (Óscar Casas) y Vio (Candela González). Un Madrid también de barrio, entre Lavapiés y Malasaña. Un Madrid de mercadillo. Y de hostal. Y de localizaciones que no pudieron ser. “Escribí el guion pensando en la Tabacalera, era donde Dan iba a enseñarle su grafiti a Vio, pero fue imposible rodar porque está cerrado”, relata el nuevo director.

Esas fueron algunas de las complicaciones que se encontró en su nuevo papel tras las cámaras. Tenía tan claras las localizaciones que a veces, justo por eso, encontrarlas como las veía en su cabeza era más complicado. “La dirección tiene que ver con lo que escribes y lo que consigues hacer, es luchar y hacer la mejor película posible como la imaginabas”.

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El odio, American Honey, Waves, Yo soy la Juani, Barrio, El Bola, 7 vírgenes… Son algunas de las películas que menciona como referentes visuales. A esto también volvió, al cine con el que creció, el que le impactó y marcó. Pero, además, Mi soledad tiene alas vuela un poco más allá. “Quería contar algo ya muy visto, una peli de barrio, de raza, realista, pero quería elevarla en algunos momentos, como cuando se van a Madrid. Esperas algo de la peli y se convierte en otra cosa”, expresa. Y así, en esos lugares por los que pasan, como el parque acuático abandonado (en realidad, el de Sitges rodado y alterado en invierno), hay realismo y algo onírico. Hay naturalidad e identidad.