Los mejores destinos del vino para 2024

Atención, viajeros del vino, cazatendencias y curiosos exploradores: estos serán los mejores destinos a los que ir este año para poner una muesca en tu conocimiento, descorche y… disfrute.
Mejores destinos Arribes del Duero
Dani Keral

Son, decimos, los mejores destinos, porque atesoran belleza, paisaje, autenticidad… y también viñedos y vinos que ya están dando que hablar en los foros winelover. Por singulares, por su personalidad o porque el cambio climático ha permitido que en esos rincones las uvas maduren cuando hace unos años eso se veía imposible.

Lugares australes, viñas en paisajes volcánicos, o en preciosos meandros junto al río, paraísos vinícolas desconocidos o rincones que vieron nacer la elaboración del vino milenios atrás. Estos son los mejores destinos, los que no puedes perderte en 2024 si amas este mundo.

Vinos de mar, Bahía Bustamante.Explore Bahía Bustamante

LA PATAGONIA VINÍCOLA, UNA NUEVA TIERRA PROMETIDA

Por qué: por sus vinos innovadores, elaborados en los viñedos más al sur del planeta, y por sus paisajes repletos de contrastes y belleza.

Vinos en el fin del mundo. Así podría llamarse la aventura de viajar a la Patagonia vinícola de Argentina, un lugar que ha llamado la atención de algunos elaboradores con amplia experiencia en otras zonas, como la más conocida Mendoza, más al norte del país.

Con una historia en cuanto a vino que apenas tiene siglo y medio (pocos años, en comparación con la antigüedad de algunos yacimientos vitivinícolas europeos y asiáticos), y que comenzó en la región de Río Negro, aprovechando zonas que se dedicaban al cultivo de peras y manzanas, los vinos de Patagonia hoy son una realidad.

Sin embargo, en este “universo” de vinos y paisajes cambiantes del hemisferio sur, una zona llama la atención por estar siendo un pequeño imán de productores, atraídos por el paisaje y un clima que, como poco, es desafiante para cualquier viticultor. Hablamos de Chubut, provincia que se sitúa entre los paralelos 42 y 46 de latitud sur y está justo debajo de Río Negro. Aquí, en una extensión que apenas llega a las 200 hectáreas, se encuentran algunos de los viñedos más australes del mundo. Y su historia, esta sí, es realmente corta: fue en 2017 cuando Chubut se reconoció como provincia vinícola, aunque hay productores que llevan ejerciendo ya casi 20 años.

Carretera y paisaje en Chubut, Patagonia argentina.Juan Pablo Mascanfroni / Unsplash

Como zona límite de cultivo de la vid y de climas extremos, las variedades que se utilizan son conocidas en Europa por ser típicas en lugares como Borgoña o Mosela en Alemania. En una tierra, Argentina, que ha ganado fama por sus vinos de malbec, Chubut pone el punto afilado y de acidez vibrante gracias a variedades como pinot noir, riesling o chardonnay.

Algunos de los viñedos están realmente cerca (a pocos metros) del mar, como las que se han plantado para el proyecto de Bahía Bustamante, dentro del parque Nacional Patagonia Austral. Aquí, además del vino, la protagonista es una naturaleza arrebatadora que The New York Times definió como “la respuesta privada (y secreta) de Argentina a Las Galápagos”.

Chubut, cuyas costas avistó Magallanes en 1520, es un lugar donde observar ballenas y ver en sus hábitats a pingüinos, delfines, orcas o lobos marinos, especialmente en la zona de Península Valdés, un espacio protegido que sirvió de inspiración a Antoine de Saint-Éxupéry para escribir El Principito.

Como curiosidad, en Puerto Madryn, al noroeste, celebra el único via crucis submarino del mundo, que comienza en tierra y acaba en el mar a lo largo de 500 metros, y en el área protegida Bosque Petrificado Sarmiento se puede recorrer un paisaje lunar donde te rodean rocas de basalto y enormes troncos petrificados, que hace 65 millones de años fueron parte de un antiguo bosque.

Arquitectura tradicional de Sayago.Dani Keral

ARRIBES DEL DUERO, PARAÍSO AL LÍMITE DE LA DESPOBLACIÓN

Por qué: porque es una zona aún sin explotar por el turismo de masas y sus vinos artesanos conservan el sabor auténtico de antaño.

Sin llegar a cruzar el Atlántico, otro destino vinícola despierta el interés de winelovers con afán viajero, tanto por sus vinos singulares, fruto de una viticultura que lucha por preservar el viñedo viejo y sobrevivir en plena España vaciada, como por la belleza de sus paisajes, que baña el río Duero justo antes de convertirse en Douro tras la frontera portuguesa.

“Es una zona espectacular, históricamente aislada, lo que hace que venir aquí sea como viajar en el tiempo, y ese es su mayor encanto”. Así describe la región el enólogo José Manuel Beneitez, cofundador, junto a su esposa Liliana Fernández Pérez, del bonito proyecto vinícola El Hato y el Garabato, cuya sede está en el pequeño pueblo de Formariz, en la bella comarca zamorana de Sayago.

Beneitez recorre los 120 kilómetros que tiene, de norte a sur, la denominación de origen, trabajando los diferentes viñedos que cultiva en pueblos a los que no ha llegado la fiebre urbanística y siguen conservando su esencia.

El enólogo recomienda no perderse alguno de los puntos desde los que observar el gran cañón del Duero, como las presas de Aldeadávila o Almendra, y visitar municipios como San Felices de los Gallegos, que en 2020 fue nombrado el más bonito de Castilla y León. Beneitez aconseja también hacer aquí una parada en el restaurante Mesa del Conde para recargar batería.

José Manuel BeneitezEl Hato y el Garabato

Fermoselle es considerada extraoficialmente la capital de los Arribes, aunque también se conoce como “el pueblo de las 1000 bodegas”, debido a la miríada de recovecos subterráneos que subyacen bajo las viviendas, y que se puede visitar. Fue un centro importante de elaboración y comercialización de vino y ahí radican también interesantes proyectos vinícolas como Almaroja, que comanda la británica Charlotte Allen.

Además de la artesanía líquida, Arribes está poblada también de iniciativas interesantes que van desde la cerámica a los quesos, la miel o la mermelada: “Uno de los grandes atractivos de la región es que entronca con esa parte histórica, tradicional, de vuelta al pasado”, comenta Beneitez, quien anima a descubrir su apasionante diversidad de flora y fauna, perfiladas por la influencia del Duero y una mezcla de paisajes atlánticos y mediterráneos en su naturaleza.

Un ejemplo de esta diversidad lo pone en el viñedo de Villalcampo, una zona curiosa porque, si bien la uva emblemática de los Arribes es la tinta Juan García, la uva que domina aquí entre los viñedos viejos es la mencía, más propia de la cercana comarca de El Bierzo. Además, su aislamiento ha permitido a la región mantener otras uvas, como la mandón, la bruñal o la tinto jeromo, que hoy forman parte del atractivo de sus vinos tintos, concentrados pero con una interesante frescura mineral. Beneitez lo resume así: “Tenemos un enorme potencial por esa mezcla de características; si lo buscas en otro lugar, no lo encuentras”.

Rheinhessen, la zona de viñedos más grande de Alemania.Getty

RHEINHESSEN, REDESCUBRIENDO UNA ZONA DE GRANDES VINOS

Por qué: porque, si te gusta el vino, disfrutarás como una auténtica bestia.

Es la zona productora más grande de Alemania, con más de 26 000 hectáreas de viñedo (aunque, por poner una referencia, Rioja supera las 41 000). Situada en la orilla izquierda del Rin, en una de sus curvas, es un territorio de contrastes, al que también se le ha llamado la “Tierra de las mil colinas”. Es aquí donde se encuentra el viñedo más antiguo de Alemania, Glöck, en Nierstein, que aparece en un escrito del año 742.

Según cuenta la Master of Wine Jancis Robinson en The World Atlas of Wine, en los últimos 20 años ha experimentado un cambio que ha llevado a esta región a posicionarse como una de las zonas de culto para winelovers, especialmente por el interés de los vinos blancos secos elaborados con riesling, que ella define como “verticales y precisos”. Además de esta variedad, una de las grandes blancas del mundo, se elaboran otros vinos con la también blanca silvaner, pero también tintos con pinot gris y pinot noir.

“Lo que distingue a Rheinhessen es la audacia de sus viticultores”, comenta Agustín G. Novoa, enólogo argentino afincado en Openheim y director técnico de la bodega Carl Koch. “A diferencia de los que trabajan en Rheingau y Mosela, que se centran en la riesling, estos artesanos abrazan la aventura” y experimentan con una diversidad de variedades, que encuentran en sus suelos de caliza, cuarzo y loess un brillo que ha llamado la atención de enófilos de todo el mundo.

La bodega Carl Koch tiene una historia que empieza en 1833.Carl Koch

Carl Koch tiene una historia que empieza en 1833 y cultiva viñedos ecológicos de variedades como riesling, pinot noir, pinot blanc o gewürztraminer, y cuenta con un viñedo al que llaman “Sitio del Papa”, cuya pinot noir de la añada 1999 sirvió de vino de misa para el Papa de origen alemán Benedicto XVI. Desde entonces, el tinto de esa viña, bautizada “Cruz”, se considera el “Chateauneuf- du-Pape” de Rheinhessen.

Los iniciados vinícolas tendrán que visitar la zona de Roter Hang, una colina cuyo suelo de arcilla y arenisca tiene compuestos de hierro que le dan un color rojo característico y su nombre, que se traduce como “terraza roja”. En sus suelos crecen las uvas que se consideran grand cru” de la región. Además, hay que pararse a disfrutar (o fotografiar) las vistas del valle del Rin y su bello paisaje ondulado, que permite ver el skyline de Frankfurt.

Puente de Nibelungs, Worms.Getty

Aparte del paisaje de viñedo, Rheinhessen lo que invita es a perderse por sus pueblecitos y ciudades y encontrarse con la que puede ser la más antigua de Alemania, Worms, a unos 70 kilómetros al sur de Frankfurt. De aquí, se cuenta, surgió la inspiración para el Cantar de los Nibelungos, que tiene aquí un museo sobre la epopeya. En la ciudad, con reminiscencias medievales, fue donde se celebró la asamblea que excomulgó a Martín Lutero en el siglo XVI.

A poco más de media hora de Worms, en Bingen hay que detenerse para observar, en una suerte de islita en medio del Rin, una torre que se conoce como Torre del Ratón, de la que se cuenta una curiosa leyenda.

Tratándose de una región eminentemente vinícola, la gastronomía tiene un papel relevante en la zona, bien en las propias bodegas –abiertas para visitar especialmente los fines de semana–, bien en los numerosos pueblos que componen su, por llamarla así, “denominación de origen”. Así que solo hay que dejarse caer por alguna de sus Straußwirtschaften o sus Gutsschänken, tabernas de vino repartidas por más de 130 localidades, y fundirse con el paisaje.

Oia, Santorini, siempre apetecible.Alamy

SANTORINI, EN LA PROFUNDIDAD DEL VOLCÁN

Por qué: porque merece la pena descubrir esa “cara B” de la que habla María Sanz en esta misma web, y porque los vinos volcánicos y las elaboraciones ancestrales son muy winelover friendly.

Aunque en la cabeza viajera de cualquiera, al decir “Santorini” aparecerán multitud de razones para conocerla, como sus puestas de sol, el azul intenso de su mar o su profundo acento Mediterráneo, Santorini también es un destino vinícola en creciente auge y la productora de los mejores vinos griegos, aunque el viñedo esté amenazado por el turismo masivo que cada año invade la isla, eleva los precios del suelo y genere, en ocasiones, más molestias que beneficios.

Pero un viaje reposado, en una época alejada de las semanas o meses punta, bien merece la pena si te gusta el vino, porque en Santorini se están lanzando a elaborar blancos y tintos con ese punto volcánico y mineral que los hace realmente interesantes.

El tipo de vino más conocido de la isla es el vinsanto, un dulce natural que se elabora, principalmente, con uvas de la variedad insular más cultivada, assyrtiko, que se puede completar con otras como la aidani, también local y que, según el Master of Wine español Pedro Ballesteros, aporta redondez, y se le puede sumar una tercera, la athiri. El vinsanto tiene un significado sencillo, “Vino de Santorini”, el nombre que le pusieron los navegantes que paraban en la isla para proveerse de este vino de pasas, hoy reconocido con una indicación propia como Vino de Calidad Producido en una Región Determinada, sello que garantiza el origen de diferentes vinos europeos.

Assyrtiko, la uva autóctona de Santorini.Getty

Al visitar Santorini con ojos vinícolas hay que fijarse en la curiosa plantación de sus cepas, cuyos brazos se enroscan formando pequeños nidos que protegen a las uvas del viento. Y hay que acercarse a alguna bodega, claro. Una de las más retratadas por los winelovers es Hatzidakis, situada en el pueblo interior de Pyrgos-Kollistis, que se autodefine como la única bodega ecológica de Santorini y elabora vinos a partir de sus propias levaduras.ç

Es una bodega excavada en la tierra y es reconocida, aparte de por sus vinos tranquilos con assyrtiko, aidani o las tintas mandilaria o mavrotragano, por su excepcional Vinsanto, que envejece seis años en barricas, cuando el mínimo establecido por su reglamento es de dos. Es complejo y jugoso, perfecto para saborear el carácter más ancestral de Santorini, además, en un pueblo ligeramente a salvo de las hordas turísticas invasoras. Pyrgos es un pueblo tradicional cuyo apellido, Kallistis, significa “el más bello”, donde perderse por sus calles y contemplar sus casas cícladas o los restos de su antigua fortaleza veneciana, recuerdo de la dominación que sufrió hasta el siglo XIX. A apenas cinco kilómetros, o diez minutos, está Emporio, antigua capital y centro de comercio que invita a sumergirse en el pasado.

El vino es una excelente excusa para desviarse un poco de las rutas más visitadas y descubrir un Santorini interior lleno de encantos y sabores memorables.

Escena en Pyrgos.Getty

GEORGIA, DONDE NACE EL VINO

Por qué: descubrir los orígenes siempre “es bien”, y en Georgia se encuentra una mezcla de antigüedad ancestral y modernidad winelover irresistible.

Sakartvelo, en su nombre original, es, ni más ni menos, el país que inventó el vino hace más de 8000 años. Cualquier amante del vino que se precie debería tener en mente Georgia como un lugar de peregrinación para conocer el auténtico origen del vino: “Es un viaje al pasado, muy diferente a otros territorios de vino, impactante, también, por su historia como República Socialista Soviética”, comenta la Master of Wine Almudena Alberca, quien conoció Georgia el mismo año en el que obtuvo el preciado título.

Almudena visitó algunas bodegas y recorrió el país, descubriendo una población acogedora y una cultura muy antigua que se ha mantenido en el tiempo. Recomienda ir con la mente abierta, sobre todo a la hora de experimentar con el vino y probar etiquetas que, en ocasiones, llevan al límite a quien los bebe por su carácter, cómo decirlo… indómito.

Curiosidad: el bar colgante más alto del mundo está en Georgia.Getty

Una de las particularidades del vino georgiano es el antiquísimo uso de tinajas, conocidas como qvevri, donde el mosto se introduce junto con los hollejos de las uvas, raspón y pepitas y, tras fermentar, se tapa y se mantiene en estas vasijas, que se encuentran enterradas y mantienen la temperatura de forma natural. El uso de tinajas y la elaboración en contacto con las pieles ha generado interés en otras zonas vitivinícolas, que se han inspirado en vinos georgianos para elaborar sus “oranges” o “skin contact”, y hacerlo, claro, usando tinajas, hoy un recipiente de plena actualidad en el mundo winelover.

La región productora por excelencia es Kajetia, al este del país y no muy lejos de la capital, Tifilis, que aglutina la producción de tres cuartas partes del vino que se elabora en Georgia. Por eso hay que iniciarse en el vino georgiano por aquí, visitando pueblos como Signagi, cuyo sobrenombre es el de “Ciudad del amor” debido a que hay una iglesia que celebra bodas las 24 horas del día.

Signagi fue una de las paradas de la Ruta de la Seda y tiene un pasado medieval, con callecitas donde perderse, además de vistas espectaculares del valle del río Alazani, que en su tramo final forma frontera natural con la vecina Azerbaiyán. Aquí es donde recaló, hace unos años, el surfero y pintor de Nuevo México John Wunderman, quien se quedó prendado del canto polifónico y los vinos georgianos y fundó la bodega Pheasant’s Tears, donde elabora manteniendo la tradición vinos con variedades locales como rkatsiteli, saperavi, kisi, msvane o danakharuli, nombres difíciles de recordar para hispanohablantes, pero cuyos sabores, seguro, se graban en la memoria.

El Monasterio Alaverdi, templo del vino perfecto.Alamy

Otra parada vinícola inexcusable es el monasterio de Alaverdi, en Ajmeta, en la misma región, cuya catedral es el segundo edificio religioso más alto de Georgia, donde los monjes siguen elaborando vino en qvevris en una bodega cuyo origen es del siglo VIII y que Almudena Alberca recomienda probar porque “hacen un vino perfecto”.

En esa búsqueda del origen del vino hay que pasarse también por Tsinandali, pequeño municipio donde se embotelló en 1841 el primer vino georgiano. El lugar más representativo de esta historia es la finca del poeta Alexander Chavchavadze, un aficionado al vino que introdujo en el país métodos modernos y tecnología europea para vinificar, además de construir una bodega subterránea donde guardaba los qvevris y que aún se conserva. En la finca, hoy rehabilitada, se mantiene su abrumadora colección de vinos, en torno a 16 500 botellas de 70 tipos de vino, no solo georgiano, sino de algunas de las etiquetas más famosas del mundo. En los últimos años, dos hoteles, uno de ellos, el primer cinco estrellas de la región (perteneciente a Silkroad Group), han abierto sus puertas para recibir winelovers de todo el mundo.

Alberca recomienda, por aquello de que no todo es vino, asistir a algún concierto de música polifónica porque la experiencia es “brutal, produce incluso sensaciones físicas, es apabullante” y aprenderse algún brindis para festejar con locales cualquier situación.

El pueblo más bonito de Inglaterra… Rye.Félix Lorenzo

SUR DE INGLATERRA, EL NUEVO TERROIR ATLÁNTICO

Por qué: pueblos preciosos, leyendas, artesanía, y un vino que ha hecho del desastre del cambio climático virtud… ¿necesitas más estímulos?

El año pasado, en Condé Nast Traveler publicábamos un artículo sobre los pueblos más bonitos del sur de Inglaterra y hace apenas un mes, Cristina Fernández González hablaba aquí mismo de Rye como, quizás, el pueblo más bonito del país. Si bien el encanto british llama a curiosear por cualquiera de estos municipios, quizá una faceta menos conocida de la región es que, desde hace apenas una década, es un punto winelover en auge. ¿Gracias a quién? Pues sí, al calentamiento global que, valiéndose de aquello de que “no hay mal que por bien no venga”, ha hecho de esta parte de Inglaterra un lugar donde las uvas encuentran una estupenda madurez para dar pie a vinos y espumosos frescos y cargados de encanto.

Según afirman Jancis Robinson y Hugh Johnson en The World Atlas of Wine, en 2019 se plantaron 2900 hectáreas en la región, lo que da idea del creciente interés que despierta para el mundo del vino. El corazón de la producción lo sitúan en los condados de Kent, East y West Sussex, Hampshire y Surrey, territorios con un clima irregular y afluencia de turismo que acude a conocer bodegas a poco más de una hora de Londres. Se elaboran unos seis millones de botellas (que, puesto en contexto, corresponde a lo que puede elaborar una bodega de gran tamaño en España por sí sola) pero lo interesante es que, en cierto modo, está avanzando como si fuera una prolongación de una zona vitícola de prestigio irrefutable: Champagne. Y es que los primeros vinos ingleses que tuvieron repercusión internacional, Nyetimber, fueron, precisamente, espumosos, elaborados, además, con las mismas variedades: pinot noir, chardonnay y meunier.

Ver fotos: ruta por las mejores bodegas de España

La bodega, situada en el pueblo de West Chiltington (West Sussex) parte de unos viñedos plantados a finales de los ochenta, pero fue cuando el empresario holandés Eric Heerema adquirió la propiedad en 2006 cuando sus espumosos, elaborados al estilo champenois, empezaron a crecer y hacer ruido entre la crítica internacional.

Pero tenemos más nombres. Casas de prestigio como Taittinger, que se ha asociado con la empresa inglesa Hatch Mansfield para crear Domaine Evremond en Kent, o el reputado experto vinícola inglés Steven Spurrier (conocido por instigar la cata a ciegas entre vinos californianos y franceses en 1976 donde los americanos batieron a los reputados galos) con Bride Valley, en el pueblo de Litton Cheney, en Dorset, han puesto en marcha su propia bodega de espumosos. En el caso de esta, es su mujer, Bella, quien continúa con el proyecto pese a la pérdida de Steven el pasado 2021. Los suelos calizos de esta pequeña villa de 360 habitantes, en el valle del río Bride, les parecieron idóneos para elaborar vinos que nada tuvieran que envidiar a los champagnes.

Pero no todo es espumoso, también se elaboran tintos y blancos tranquilos en la mayor parte de la región sur inglesa, lo que anima a transitar de pueblo en pueblo y dejarse llevar hasta alguna de las bodegas que salen al paso, algunas, abiertas los siete días de la semana. La web de los productores ingleses de vino, EWP, contiene información valiosa para hacerse una ruta y planificar, incluso, aquellas donde los perros son bienvenidos y los sitios idóneos para visitar en familia.

Nyetimber: los primeros vinos ingleses que tuvieron repercusión internacional.Nyetimber

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