Fashion Café: un destello fugaz en la Barcelona noventera

Esta historia comienza en 1996, cuando un visionario de la hostelería decide traer a la ciudad una franquicia de la marca estadounidense respaldada por las supermodelos Elle MacPherson, Naomi Campbell y Claudia Schiffer.
Fashion Cafe Barcelona Naomi Campbell Claudia Schiffer y Elle MacPherson en el Fashion Cafe de Barcelona.
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Leo en un Vogue Italia antiguo un ensayo en el que se cuestiona si la inclusión está realmente favoreciendo al negocio de la moda. Su autor alega que, a mediados de los 90, pocas personas tuvieron acceso a este enigmático mundo y que la inaccesibilidad fue lo que lo hizo tan atractivo. Sigue comentando que la belleza de los modelos los hizo increíblemente exclusivos, que no se parecían a nadie más y esto era lo que los hacía tan insoportablemente aspiracionales. Este universo no existe hoy, si todos son hermosos, nadie es hermoso, concluye.

Estaremos o no estaremos de acuerdo, porque la nostalgia es un niño caprichoso, pero aún está en la memoria colectiva de los barceloneses el día que el hostelero Emilio Rodríguez Villar trajo a Elle MacPherson, Naomi Campbell y Claudia Schiffer a la Ciudad Condal.

El triplete de lo inalcanzable entonces tenía 32, 26 y 25 años, respectivamente.

En una esquina emblemática del Paseo de Gracia con Aragón, donde antaño se erigía el majestuoso edificio de la Sociedad Anónima Cros, surgió un sueño envuelto en glamour y alta costura: el Fashion Café de Barcelona.

Naomi Campbell, Claudia Schiffer y Elle MacPherson en el Fashion Cafe de Barcelona.

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En aquel momento, la moda de los locales temáticos estaba en pleno auge, impulsada por el éxito de complejos como Planet Hollywood y Hard Rock Café. Los italianos Francesco y Tommaso Buti vieron el potencial de este negocio y crearon el primer Fashion Café en el Rockefeller Center de Nueva York. Su ambición era establecer una cadena mundial enfocada en la moda. Luego siguió Londres y era cuestión de esperar que contemplaran la flamante creadora de Amigos para siempre en 1992. Así, Rodríguez Villar consiguió la concesión de la franquicia y no tardó en encontrar el lugar ideal: el corazón de Barcelona.

En 1996 el centro no era lo que es ahora. Allí pasaba todo (y todo es todo). El recorrido de Paseo de Gracia hasta Plaza Catalunya era muy habitual.

De hecho, la estrella del medio de la Plaza era el sitio donde más jóvenes se citaban en una era sin teléfonos móviles. De allí, se bajaba hasta el mercadillo de Portaferrissa El Camello, unas galerías por las que han pasado generaciones de barceloneses en búsqueda de ropa underground llegada directa de Camden Town. Nota: Ya casi nadie local queda en Plaza Catalunya.

El esplendor del Fashion Café

El proyecto no escatimó en detalles. En los 2.000 metros cuadrados distribuidos en dos niveles, se levantaron un restaurante, un bar y una discoteca, decorados con vestidos originales de diseñadores de renombre como Pertegaz y Balenciaga. Las vitrinas exhibían estas piezas de arte textil, convirtiendo el spot en un templo para los fashionistas.

La inversión, que alcanzó los 750 millones de pesetas de la época (unos 4 millones y medio de euros), pretendía garantizar un éxito rotundo y rentable, reflejado en las largas colas de solicitantes de empleo que se formaron en la calle (se habían previsto unos 250 empleos en Barcelona y se presentaron más de 4.000 candidatos).

El Fashion Cafe de Barcelona, un sueño ‘fashionista’ hecho realidad.

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La inauguración, el 14 de diciembre de 1996, fue un espectáculo digno de Hollywood. Las modelos llegaron en limusinas, simulando a los Reyes Magos: Melchor-Schiffer, Gaspar-MacPherson y Baltasar-Campbell. Aunque el retraso de una hora y media provocó algunos abucheos, la noche brilló con la presencia de Naomi Campbell acompañada por… ¡El bailarín Joaquín Cortés!

La expectación era enorme. El Fashion Café Barcelona, con su decoración y carácter elitistas, rápidamente se convirtió en el place to be. Las tres supermodelos no sólo prestaron su nombre, sino que también participaron activamente en la promoción del local.

Un sueño efímero

A pesar del comienzo espectacular, el Fashion Café de Barcelona fue un arcoiris fugaz. Las altas expectativas se desmoronaron rápidamente. Entre los accionistas comenzaron a surgir acusaciones de fraude y estafa, agravadas por las investigaciones de blanqueo de dinero en Estados Unidos que involucraron a Francesco y Tommaso Buti.

Fashion Cafe Barcelona, un sueño hermoso… pero efímero.

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Por si fuera poco, el Fashion Café también enfrentó problemas a nivel local. El 28 de noviembre de 1997, un trágico accidente en el cruce de Aragón con Paseo de Gracia, donde un conductor despistado atropelló mortalmente a una niña de 13 años, marcó un punto de inflexión. Se especuló que el conductor se distrajo al ver el letrero de una modelo en ropa interior, uno de los reclamos del Fashion Café, lo que impactó negativamente en su concepto.

Los días de declive

A medida que avanzaba el tiempo, las acusaciones entre los accionistas se intensificaron, lo que desencadenó una serie de investigaciones y escándalos que afectaron gravemente la imagen de la franquicia. El Fashion Café de Nueva York, que alguna vez fue el brillante precursor de una cadena global, empezó a tambalearse, y sus problemas se extendieron rápidamente a sus franquicias internacionales, incluida la de Barcelona.

El ambiente de lujo que una vez atrajo a multitudes comenzó a desvanecerse. Las críticas sobre la gestión y la sostenibilidad del negocio aumentaron, y las dificultades financieras se hicieron evidentes. A pesar de los esfuerzos por mantener el local operativo, la combinación de problemas internos y escándalos externos resultó insostenible.

Las tres supermodelos arrasaban a su paso.

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En agosto de 1998, Fashion Café Barcelona cerró sus puertas al público, un año y ocho meses después de su inauguración. El cierre fue un golpe devastador no solo para los empleados, que fueron despedidos, sino también para la imagen de la ciudad como un centro vibrante y moderno de tendencias internacionales.

Hoy, el Fashion Café es un recuerdo melancólico de una época dorada que nunca llegó a consolidarse. Su caída rápida y estrepitosa se suma a otros fracasos de franquicias internacionales en Barcelona, como la tienda discográfica Virgin, que también cerró en el Paseo de Gracia poco después.

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En fin… la volatilidad del éxito. Aunque breve, su legado sigue siendo una lección sobre la fragilidad de la fama y la rapidez con la que puede desvanecerse en el bullicio de la vida urbana.

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