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Mauricio Reina

Cristo vuelve

Cristo está tratando de reencaucharse en un gobierno al que no le ha bastado la retórica incendiaria para cautivar a la clase política del país.

Mauricio Reina
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Mauricio Reina

¿A qué llega Juan Fernando Cristo al gobierno? Esa es la pregunta que todo el mundo se está haciendo tras su designación como ministro del Interior, el nombramiento más importante del actual remezón del gabinete.

A primera vista, la incorporación de Cristo tiene al menos dos lecturas. La primera es que se trata del arribo de un curtido operador político que tiene la misión de seguir impulsando las reformas de Petro en el Congreso. Para ello se valdría de buenas dosis de presupuesto y transacciones clientelistas, como lo hicieron sus antecesores Alfonso Prada y Luis Fernando Velasco, y como lo han hecho todos los ministros de la política que han existido bajo el sol de Colombia.

La segunda lectura habla de un sagaz y experimentado político que le habría hecho ver al presidente Petro que su idea de impulsar una Constituyente por fuera de las reglas del juego es una locura.

De hecho, en sus primeras declaraciones el nuevo Ministro ha subrayado que su labor prioritaria será propender por la construcción de un acuerdo nacional que permita avanzar en el camino hacia una Asamblea Constituyente por la ruta que manda la Carta de 1991, es decir, pasando por la Cámara y el Senado, el control de la Corte Constitucional, y la votación de unos 13 millones de colombianos. 

Ambas visiones son erradas. Que el objetivo del presidente Petro con este nombramiento sea aceitar nuevas reformas en el Congreso es poco plausible por dos motivos. Por un lado, los magros resultados previos de Prada y Velasco no permiten augurar mayores éxitos a otro político de la misma pasta.

Por otro, si las primeras dos legislaturas de este gobierno fueron pobres, la que viene será peor. La historia muestra que en la tercera legislatura de cualquier mandato el Congreso es el que impone sus reglas ante el decreciente capital político del Ejecutivo. 

¿Esto significa que Cristo no será un simple tramitador de reformas, y que logró persuadir a Petro de que sus arengas para que el pueblo asuma su rol de poder constituyente no tienen futuro, y que él es el llamado a salvar el proceso encaminándolo por la vía institucional? Ja. ¿Juan Fernando Cristo enseñándole a Petro cómo hacer política? Ja, ja. ¿Petro siguiendo los consejos políticos de alguien que no sea él mismo? Ja, ja, ja. 

¿Entonces qué busca cada uno? Gustavo Petro sigue buscando el objetivo que ha perseguido desde siempre, incluso desde que anunció que no lo iba a hacer: impulsar, a las buenas o a las malas, una reforma constitucional que le permita quedarse en el poder después de 2026, en carne propia o en cuerpo ajeno.

Y Cristo está tratando de reencaucharse en un gobierno al que no le ha bastado la retórica incendiaria para cautivar a la clase política del país. Mejor dicho, a lo Lampedusa: todo cambia, pero todo sigue igual.

MAURICIO REINA
Investigador Asociado de Fedesarrollo

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