Europa sonámbula / Manifiesto por la neutralidad de España

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Uno de los hechos más asombrosos, y al mismo tiempo reveladores de la realidad europea, es que en las recientes elecciones al parlamento de la UE  no haya entrado en ningún país, salvo en Hungría, el problema de la guerra. A pesar de que en el centro mismo del continente se enfrentan la OTAN, seguida de la propia UE, con Rusia por intermedio del gobierno de Kíef; de que esa contienda corre el riesgo de descontrolarse y  ya ha provocado fuertes tensiones en el mundo; y de que los propios líderes de Alemania, Inglaterra, Francia y otros hablan de preparar el choque directo con Rusia. En estas circunstancias, la ausencia del asunto en la campaña electoral sugiere un continente de sonámbulos.

   Actualmente muchos depositan sus esperanzas en que Trump  gane  las próximas elecciones en  Usa e imponga unas negociaciones de paz en las que probablemente Ucrania perdería gran parte de su territorio (el de población propiamente rusa), por haber escuchado  los belicosos  cantos de sirena de la OTAN. Es posible; pero las razones de fondo que han impulsado el conflicto de Ucrania permanecen, y entre tanto la contienda ha tenido efectos políticos mundiales, mucho más allá de Ucrania y de la misma Europa,  al empujar a Rusia hacia China y provocar una división mundial en dos grandes  bloques cada vez más antagónicos, lo que no augura un futuro tranquilo.

Por lo que se refiere a España, he elaborado este manifiesto que, propongo a la firma de personas razonables e influyentes, a fin de informar a la opinión pública y contrarrestar el empuje deformante  y anestesiante de una propaganda belicista. España, precisamente por su tradición de neutralidad en las anteriores guerra mundiales, tiene una baza moral  que es preciso jugar ante unas derivas cada vez más alarmantes.

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Manifiesto por la  neutralidad de España

La actual guerra de Ucrania repite los efectos de las anteriores de Irak, Afganistán Siria o Libia: cientos de miles de muertos, millones de desplazados y destrucción de países enteros. En Ucrania se habría evitado de haberse cumplido los acuerdos de Minsk de 2014 o continuado tras los preacuerdos de Turquía al poco de comenzar las hostilidades, pero en lugar de ello tiende a intensificarse y descontrolarse, mientras los dirigentes de la OTAN hablan de preparar el choque directo con Rusia, a gran escala y sin intermediarios.Sería  la tercera gran guerra europea y mundial después de las dos del siglo XX, y seguramente la más devastadora que quepa concebir.

La OTAN fue una organización con doble carácter: defensivo frente al expansionismo soviético, y al mismo tiempo promotor de los intereses particulares de Estados Unidos y secundariamente del Reino Unido, que por entonces protegían al resto. Pero una vez caída la URSS, la OTAN ha primado dichos intereses, perdiendo insensiblemente su carácter defensivo para embarcarse en una serie de intervenciones bélicas, invocando siempre una democracia que en ningún caso se ha dado, o pretextos como las supuestas armas de destrucción masiva de Irak.

Estas amenazantes tendencias nos afectan agudamente. El argumento de una defensa ante un posible expansionismo ruso no se basa en ningún hecho, declaración  ni  posibilidad real hoy por hoy: basta comparar los presupuestos militares de Rusia y los de la UE, incluso sin los de Estados Unidos. España no puede ni debe ser aliada de Rusia, pero no tiene ningún conflicto con ella tras la caída la URSS. En cambio sí tiene España conflictos, y muy graves, con las potencias dominantes de la OTAN, Estados Unidos y Reino Unido. Este último invade nuestro país en un punto estratégico clave, Gibraltar, mientras que las bases militares norteamericanas nos harían blanco de los misiles en caso de guerra europea. A su vez, Marruecos está especialmente protegido por la OTAN, siendo el único país que nos amenaza directamente: ocupó ilegalmente el Sahara ex español, se propone hacer lo mismo con Ceuta y Melilla –ciudades que la OTAN atribuye implícitamente  a Marruecos–, mientras promueve una auténtica invasión de inmigrandes ilegales en dichas ciudades y en las Canarias.

Es, pues, evidente, que ni la OTAN nos protege, ni necesitamos su protección frente a Marruecos, ni su potencias dominantes son amigas de España, a la que humillan y perjudican permanentemente. En caso de la guerra europea en preparación, llegue a hacerse real o no, el papel atribuido a España no podría ser otro que el de servir de carne de cañón para los intereses representados y condensados en Gibraltar.

España permaneció neutral en las dos anteriores guerras mundiales, con extraordinario beneficio directo para el país e indirecto para el resto de Europa. Por las mismas razones es esencial recuperar aquella política en la actualidad. Y ante todo es indispensable poner la cuestión sobre la mesa del debate político en una situación internacional cada vez más sombría y amenazante.

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