Narcotráfico

Los sicarios detenidos le hicieron una emboscada a uno de los policías cuando les seguía: «¿Dónde vas?»

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Los sospechosos de haber secuestrado y torturado a un hombre en Sanlúcar, lo encerraron con su coche en una carretera sin salida por Málaga para saber quién era

El agente logró engañarles para que no le identificaran

El sicario detenido en Sanlúcar estaba siendo ya buscado por la justicia por otro intento de homicidio 

Armas encontradas durante los registros de esta operación policial. La Voz

M. Almagro

Pocas veces se conoce toda la amplitud y el riesgo que conllevan determinadas investigaciones policiales sobre grupos criminales. O sospechosos de serlo. Más aún si de lo que se está hablando es de gente que, presuntamente, va armada y se dedica a cobrar por dar palizas, 'sustos', o incluso matar llegadas las circunstancias. Cuando la ley persigue al delito y se dan situaciones en las que cualquier cosa puede pasar.

En la 'operación Molinillo' que ha logrado detener a una red encargada supuestamente de haber secuestrado y torturado a un vecino de Sanlúcar por un ajuste de cuentas de droga, se ha vuelto a hacer evidente cómo esto no es una película, sino que pasa de verdad. Uno de los agentes que se estaba encargando de hacer los seguimientos de la banda en Marbella llegó a ser perseguido, acosado, hasta que lo encerraron en una carretera sin salida.

Como ha podido saber este periódico, ocurría en el transcurso de la investigación cuando parte del grupo de la Unidad de Delitos Especializados y Violentos (UDEV) de Cádiz se desplazaba a Marbella, donde habían localizado a algunos de estos supuestos sicarios sospechosos de haber cometido la brutal paliza a la víctima.

Cuando uno de estos agentes estaba realizando las vigilancias oportunas, durante uno de los seguimientos, comprobó como el coche de estos 'objetivos' comenzaba a hacer maniobras extrañas, cogiendo por diferentes direcciones. Él continuaba con su coche camuflado sin querer perderles la pista, ni tampoco que cualquier quiebro repentino les llamara la atención, hasta que de repente se encontró en una carretera sin salida y ya no podía dar marcha atrás. Estaban ellos. Le habían hecho una emboscada.

Uno de esos sospechosos se bajó entonces del coche y a pie fue hacia el vehículo donde iba el policía. La duda para ellos quizá no era ya si se trataba de un agente sino si era alguien dedicado también a la extorsión y los encargos y les estaban siguiendo.

- «¿Dónde vas?», le dijo.

El policía, ya con su arma desenfundada por prevención pero ocultándola del ángulo de visión de la ventanilla, entre la puerta y su asiento, le contestaba:

-«Creo que me he perdido. ¿Para dónde puedo ir hacia Benalmádena?», se mostraba capaz de controlar los nervios, la voz y la apariencia.

-«No es por aquí, tienes que salir e ir hacia la derecha».

El agente, volvía a saber templar el momento, daba la vuelta, ponía en marcha su coche, y seguía cómo si realmente se dirigiera a la localidad señalada. Y ello a pesar de que durante todo ese tiempo le estuvieron siguiendo, pero, con frialdad y de forma calmada, fue capaz de salir de allí.

Además, en todo momento y desde que dio la alerta estuvo localizado por su unidad y el resto de compañeros por si se tenía que dar el aviso urgente y apoyarle con todo para que no corriera más peligro.

La pasada semana durante el arresto de los dos primeros detenidos de este grupo, ese individuo que fue a preguntarle donde iba aquel día, M. A., franco-argelino, lo reconoció. Se dio cuenta rápido que no era la primera vez que hablaban.

«- ¡Ah! ¡¡¡Eras tú!!!. Entonces... no eras un ladrón», le dijo.

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