El Correo de Burgos

Literatura

Fallece el escritor y escultor burgalés José Antonio Abella

El autor, que residía en Segovia desde hacía treinta años, padecía un cáncer que inspiró su último libro / Deja una gran obra artística y literaria reconocida con varios premios

José Antonio Abella, en el Palacio de la Isla de Burgos durnate el pasado mayo.

José Antonio Abella, en el Palacio de la Isla de Burgos, durante el pasado mayo.SANTI OTERO

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Este viernes, 5 de julio, falleció en Madrid el médico, escultor y escritor José Antonio Abella Mardones a los 68 años, víctima del cáncer contra el que llevaba luchando más de dos años.

Nacido en tierras burgalesas en 1956, estudió Medicina en Valladolid y tuvo su primer destino como médico rural en la comarca de Las Lomas, entre Briviesca y Belorado. Siempre ejerció su labor profesional en pequeños pueblos y gozaron de su labor como galeno en localidades de las provincias de Burgos, León y, finalmente, Segovia, donde se afincó hace más de treinta años. Allí desarrolló su carrera artística como escultor, con obras tan destacadas y que se pueden admirar en la capital del Eresma como el Monumento a la Trashumancia (2000) o el Diablillo del Acueducto (2019).

A la vez, las letras alentaban sus pasiones y sus desvelos. Con su íntimo amigo y también escritor Ignacio Sanz coordinó Las Tertulias de los Martes, en la que hablaban con otros autores de sus obras, algunas grandes figuras de las letras españolas. Mientras, Abella iba inclinándose en su escritorio soñando sus propias historias.

Su debut literario se produjo con ‘Yuda’, en 1992, una novela sobre los judíos expulsados de Segovia 500 años antes. Más tarde publicó ‘La esfera de humo’ (1995), ‘Crónicas de Umbroso’ (2001) -una novela de fuerte carácter autobiográfico- y ‘La tierra leve’ (2006). En 2008 se produjo uno de los hitos destacados en la carrera literaria de Abella: la consecución del Premio Hucha de Oro de cuentos, que obtuvo por el relato ‘El fin de las palabras’. Este certamen de cuentos era organizado por la Fundación de las Cajas de Ahorros (FUNCAS) y premiaba al ganador con 30.000 euros. Abella lo obtuvo imponiéndose a otros 5.000 textos presentados de todo el mundo.

Con el dinero obtenido en el galardón, fundó una editorial para dar cabida a autores -siempre de calidad- que tenían difícil acogida en otros sellos. En La Isla de Naúfrago, Abella publicó su volumen de cuentos ‘Unas pocas palabras verdaderas’ (2010) y la novela ‘La sonrisa robada’, galardonada con el Premio de la Crítica de Castilla y León en 2014.

En 2017 desembarcó en la editorial cántabra Valnera con ‘El hombre pez’, una novela basada en la leyenda del vecino de Liérganes Francisco de la Vega. A partir de este momento, ya jubilado de su profesión médica, Abella se volcó con pasión arrebatada y voraz en la literatura. En 2018 publicó ‘Trampas de niebla’ y el 2019, ‘La llanura celeste’ (esta en la editorial Páramo). Tras una intensa investigación de casi cuatro años, vio la luzAquel mar que nunca vimos’ a finales de 2020, un libro que relata la vida del maestro de Bañuelos de Bureba Antonio Benaiges y su fatal asesinato a comienzos de la Guerra Civil, una obra que sigue despachándose en las librerías y que supone una de sus novelas más destacadas de su carrera.

Desde la detección de su cáncer en otoño de 2021, Abella concentró todas sus fuerzas en el trabajo literario. Parió varias novelas -algunas se publicarán póstumamente-, realizó otros proyectos y descubrió la obra de Montaigne, cuya lectura le dio mucho que pensar al autor burgalés. «Montaige necesita una edad para ser leído», escribió.

La monumental ‘Agnus diaboli’ apareció en septiembre de 2022 -inspirada en el polémico episodio sucedido en torno al Diablillo de Segovia- y en junio de 2023 llegó a las librerías, con el Premio Ateneo - Ciudad de Valladolid del brazo, ‘El corazón del cíclope’, otro de sus grandes títulos. La última que Abella publicó fue ‘Cáncer Imperátor’, una alegoría sobre la enfermedad con la que ha convivido sus últimos dos años de vida.

Reacciones

Desde la noche del viernes en que se conoció la fatal noticia han sido muchas las declaraciones de condolencia vertidas sobre el fallecimiento del escritor burgalés.

«Hemos perdido a uno de los más grandes de las letras castellanas», declaró el crítico y escritor José Ignacio García, gran amigo de Abella, a este periódico. «Si siempre fue un referente, sus últimos meses supusieron una cátedra magistral y conmovedora de literatura, humanismo y dignidad. Particularmente, creo que la categoría de sus últimas novelas, la reedición de dos novelas fundamentales en su trayectoria y la aparición en los próximos meses de tres novelas inéditas dará aún más relevancia a su obra de la mucha que ya consiguió antes de irse. Aun así, hoy hace mucho frío en los corazones de los amigos y lectores que hemos quedado a la intemperie de su pérdida».

Por su parte, el escritor burgalés Jesús Carazo indicó que «Abella fue un hombre entrañable, gran amigo de sus amigos y, sobre todo, un excelente y apasionado escritor. Nos deja un conjunto de novelas y trabajos de investigación que durante mucho tiempo perpetuarán su memoria».

El editor de Valnera, Jesús Herrán, subrayó que «su clarividencia en las horas finales fue sorprendente y la utilizó, incluso, para despedirse de la vida elegantemente por medio del protagonista de su novela póstuma ‘Santa Selma’: "Gracias por sentir que he vivido la vida y que la vida me ha vivido. Gracias por el día definitivo en que el agotamiento me pueda, por esa última hora en que no quiera despertar…, y no despierte". Nuestro adiós personal no pudo ser el que habíamos planeado. Nos bastarían apenas diez minutos, "siquiera para abrazarnos y llorar juntos". Pero, después de tanta lucha, y con sus objetivos ya cumplidos, el desenlace llegó demasiado bruscamente».

«Aunque todavía tuvo las fuerzas justas para despedirse por wasap y enviarme tres emoticonos: un corazón, un abrazo y un trébol de cuatro hojas», continuó Herrán. «Prometo cuidar de su obra, la ya publicada y la pendiente de publicar. Y procuraré que quienes todavía no la conocen descubran su brillante escritura, propia de un orfebre del lenguaje. Palabra de editor», concluyó.

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