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Lo nuevo de Natalia Santa: Malta, una película sobre las cosas que no se hablan en las familias

El segundo largometraje de la colombiana aborda la historia de una familia de clase media que se desmorona.

  • Malta es el segundo largometraje de Natalia Santa. En el filme se relata la vida de una mujer joven que no termina de encajar en su familia. Foto: Cortesía.
    Malta es el segundo largometraje de Natalia Santa. En el filme se relata la vida de una mujer joven que no termina de encajar en su familia. Foto: Cortesía.
09 de julio de 2024
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Natalia Santa entró en el radar de los devotos del cine gracias a La defensa del dragón, su ópera prima. En los 79 minutos de la película, Natalia narra la vida de tres ajedrecistas que sobreviven en Bogotá. Son hombres solos. Ahora, en Malta, su segunda película, cambian los personajes –esta vez el foco está puesto sobre una familia–, pero se conservan el escenario de Bogotá y el asunto de la soledad. En este caso, la cámara sigue a Mariana, una mujer joven que no encaja en su familia ni en la ciudad de su infancia.

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Con un reparto compuesto por Estefanía Piñeres, Emmanuel Restrepo y Patricia Tamayo, Malta será exhibida desde el 11 de julio en las salas de Cine Colombia. EL COLOMBIANO conversó con Natalia Santa sobre la experiencia de escribir y dirigir este largometraje.

¿Es sustancialmente distinto dirigir a escribir?

“Son dos universos completamente distintos. Incluso, escribo de manera distinta las series y los guiones de mis dos películas. Escribir un guion es un ejercicio muy solitario, que requiere además mucho silencio, mucha tranquilidad. La dirección es un proceso colectivo y es un proceso en el que además, sobre todo las semanas que estás en rodaje, hay muy poco tiempo para reflexionar”.

En Malta hay mucho silencio y contemplación. ¿Cómo se escriben escenas así?

“El guion es una guía, no es en sí mismo un producto terminado. No es literatura, tampoco es cine, es lo que está en el intermedio, está en un limbo. Entonces, mucho de lo que se plantea en el guion realmente se termina de construir en el set, en el rodaje”.

Su película es un ejercicio de pensar la familia, de pensar los roles de los padres y de los hijos...

“Para mí el corazón de la película está en esa familia, en esas relaciones familiares y sobre todo en lo que pasó antes. En la película vamos viendo porque Julia, la madre, es como es y porque Mariana, la protagonista, reacciona y se relaciona con su familia de esa manera. A medida que pasa el tiempo lo vamos descubriendo, entendemos que son heridas de ese pasado familiar, de una familia que crece sin la figura paterna, que crece en la casa del abuelo. Todas estas cosas son muy colombianas, muy latinoamericanas: replicamos el lugar de donde venimos. Y Mariana es Julia en muchos sentidos, Rigo es como su padre, pero ellos no lo pueden ver, es como una bruma que está ahí”.

Mariana idealiza al papá, que la abandonó, al tiempo que es muy severa con la mamá que estuvo a su lado...

“Es más fácil idealizar al que no está y culpar al que está, Nos llenamos de historias y de relatos que nos hacen, digamos, más llevadera la vida. Obviamente para una chica abandonada por su padre es más fácil crear historias y relatos de ese abandono, donde la culpa la tiene su madre, la culpa está por fuera y no es el padre el que no quiere estar con ella. Para mí fue muy importante contar eso que no se dice”.

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Las directoras colombianas están haciendo un cine muy distinto al del pasado...

“Creo que el cine colombiano tuvo una etapa en la que estuvo muy enfocado a contar la historia del país y las heridas del país, casi como un proceso de sanación colectiva. Las películas de esa época hablaron de nuestras guerras, de nuestras violencias, que son tantas y tan diversas. Era un cine sobre nuestras heridas sociales. Lo que busco en los libros y en las películas es otra cosa: me interesan mucho más las heridas individuales. Y esas son las historias que yo hago y esas son las historias que quiero contar. Y me parece muy importante dar ese paso y darnos la oportunidad de contar esas otras historias”.

Su nombre es conocido por los cinéfilos colombianos gracias a La defensa del dragón. En estos años, ¿cambió mucho su forma de hacer cine?

“Por una parte, han pasado siete años desde la primera película, ¿no? La defensa del dragón trata de tres hombres mayores que juegan ajedrez en el centro de Bogotá y que son víctimas de sus propias decisiones. Malta es la historia de una mujer joven y de su familia. Ambas películas comparten el universo de Bogotá. Cuando escribí La defensa del dragón tenía en mente unas preguntas distintas a las que tenía cuando escribí Malta. Yo era otra. Cuando escribí Malta mis hijos estaban pequeños. La maternidad de alguna manera me llevó a hacerme preguntas sobre la familia. Malta es una mirada sobre la maternidad desde muchos puntos de vista.

Yo no estudié cine, yo estudié literatura. Entonces cuando hice La defensa del dragón yo no había hecho nunca cine, todo era nuevo. No sabía cómo dirigirme a los actores, no sabía cómo comunicar a un equipo lo que estaba en mi cabeza. En Malta ya tenía otra experiencia. Me enfoqué en la dirección de actores, que es uno de los aciertos de la película”.

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