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El rastro de feminicidios del “Monstruo de Tabio” en 5 pueblos

Detalles del caso de un depredador sexual en serie, con un hermano criminal y un muerto equivocado.

  • Así fue la escena del crimen en el barrio Búcaros, del municipio de Bello, el 29 de mayo de 2019. En un paraje desolado fue encontrado el cadáver de Ruth E.A.M.*, una de las supuestas víctimas de Carlos Andrés Rivera Ruiz, quien se declaró inocente en el estrado. FOTO archivo el colombiano
    Así fue la escena del crimen en el barrio Búcaros, del municipio de Bello, el 29 de mayo de 2019. En un paraje desolado fue encontrado el cadáver de Ruth E.A.M.*, una de las supuestas víctimas de Carlos Andrés Rivera Ruiz, quien se declaró inocente en el estrado. FOTO archivo el colombiano
  • Los hermanos encarcelados por ser violadores en serie. FOTOS: CORTESÍA DE POLICÍA.
    Los hermanos encarcelados por ser violadores en serie. FOTOS: CORTESÍA DE POLICÍA.
  • La Alcaldía de Tabio ofreció $10 millones de recompensa por la captura del sospechoso, quien cayó en una finca de ese pueblo. FOTO cortesía
    La Alcaldía de Tabio ofreció $10 millones de recompensa por la captura del sospechoso, quien cayó en una finca de ese pueblo. FOTO cortesía
07 de julio de 2024
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“¡Condénenme ya! ¡Mátenme ya!”, rugió con desesperación Carlos Andrés Rivera Ruiz durante la audiencia de control de garantías.

Los delegados de la Fiscalía, la Defensoría y los investigadores que seguían el caso por teleconferencia, observaron que se levantó de la silla y desapareció de la pantalla.

Por unos instantes hubo confusión, hasta que el detenido de 42 años volvió a sentarse frente al monitor, con el semblante agitado.

Al poco tiempo se enteraron de que había tratado de escapar, con la esperanza de que los policías que lo custodiaban lo mataran a balazos.

¿Qué habrá pasado por la cabeza del “Monstruo de Tabio” para buscar la muerte con tanta angustia? La respuesta a esa pregunta está plagada de sangre y de los fantasmas de una estela indeterminada de víctimas que habría dejado a su paso en Cundinamarca y Antioquia en esta década.

EL COLOMBIANO tuvo acceso al expediente y a fuentes cercanas al caso, que relevaron aspectos inéditos y aterradores de uno de los presuntos feminicidas – porque aún no ha sido condenado – más espeluznantes de los últimos tiempos en Colombia.

El primer hecho investigado

Carlos Andrés Rivera Ruiz nació el 17 de abril de 1982 en Ciudad Bolívar, un municipio del Suroeste antioqueño. Aprendió las tareas del campo y de joven fue reclutado por el bloque Pacífico de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc), que delinquía en el sur de Chocó.

Se desmovilizó en 2005, a los 23 años de edad, y se convirtió en un andariego, trasegando por varios pueblos y ganándose la vida como albañil.

En 2015 estuvo radicado en Fusagasugá, Cundinamarca, un pueblo ubicado a dos horas de Bogotá. El rastreo que han hecho los investigadores ubica a su posible víctima más antigua en esa jurisdicción.

Ocurrió el 29 de junio de 2015 en una zona rural, cuando fue atacada Ana E.B.*, de 69 años, cerca a cañada. La señora fue víctima de agresión sexual, luego la molieron a golpes y le robaron sus pertenencias, incluyendo unas aretas.

Ella gritó y el escándalo fue escuchado por algunos lugareños, que la socorrieron y la llevaron a un centro médico.

Por ese asalto detuvieron al desmovilizado, pero un juez lo dejó en libertad después por vencimiento de los términos procesales para judicializarlo.

El muerto equivocado

Carlos Rivera regresó en 2016 a su natal Suroeste antioqueño y en 2019 se radicó en el barrio La Camila, del municipio de Bello, en el Valle de Aburrá. Al poco tiempo comenzaron a desaparecer mujeres de las barriadas vecinas.

El 20 de mayo de 2019 se reportó la desaparición de Sandra M.L.M.*, de 42 años y residente en el barrio Zamora. En ese momento nadie supo qué sucedió en detalle, pues sus restos óseos fueron hallados el 6 de junio siguiente en el sector La Gabriela.

El 29 de mayo del mismo año asesinaron a Ruth E.A.M.*, de 46 años, quien vivía en el barrio Búcaros. La encontraron a pocas cuadras de su casa, desnuda y al borde de una quebrada.

El 31 de julio siguiente mataron a Luz E.V.A.*, de 57 años. Ella residía en el barrio Las Vegas de Bello, donde se presume que fue atacada; arrojaron el cuerpo sin ropa al río Medellín y la corriente lo arrastró hasta Copacabana, a la altura de la vereda Tasajera.

Al otro día (agosto 1/19) hubo un nuevo caso, en el que la víctima fue Yuli M.H.*, quien vivía en el barrio La Camila. Cuando caminaba de madrugada por la vía pública, recibió un palazo en la cabeza, que la dejó inconsciente.

Por fortuna despertó a los pocos minutos, cuando alguien la tenía agarrada del pie y la arrastraba bajo un puente. Con las fuerzas que le quedaban pidió auxilio, y la comunidad reaccionó, haciendo huir al depravado. La afectada lo describió como un tipo trigueño, de estatura media, delgado y de cabello ondulado, que ocultaba su cara con la capucha de un buzo.

El 7 de agosto de 2019 se repitió la escena, aunque sin sobreviviente. Lina M.C.L.*, de 39 años, habitante del barrio Las Vegas, fue hallada muerta y desnuda, al orillas del tramo del río Medellín que cruza el vecindario.

Todos los ataques tenían patrones similares: ocurrían a pocas cuadras de diferencia, entre las 4:00 y las 5:00 de la madrugada, cuando las mujeres salían de casa y caminaban solas hacia una estación del metro; desaparecían varias horas, hasta que del trabajo notificaban a las familias que no habían llegado.

Los hermanos encarcelados por ser violadores en serie. FOTOS: CORTESÍA DE POLICÍA.
Los hermanos encarcelados por ser violadores en serie. FOTOS: CORTESÍA DE POLICÍA.

Los cadáveres desnudos siempre eran hallados cerca o dentro de ríos y cañadas, al parecer en un intento del asesino de borrar evidencias físicas; tenían señales de estrangulamiento, puñaladas en el cuello y signos de acceso carnal. El depredador las torturaba con brutalidad, usando puños, patadas, palos y piedras, hasta desfigurarles el rostro.

La situación horrorizó a los residentes, que al parecer le pidieron intervenir a la banda delincuencial del vecindario. Sus sicarios comenzaron a rastrear posibles sospechosos, basados en los rumores de la ciudadanía y publicaciones de fotos en redes sociales.

A las 5:30 a.m. del 9 de agosto de 2019 creyeron haberlo encontrado en el puente sobre el río Medellín que comunica al barrio Las Vegas con la unidad deportiva Tulio Ospina, el área en la que habían ocurrido varios feminicidios.

Lo sometieron a la fuerza, le dieron una paliza y lo remataron a balazos. El muerto resultó ser Cristian Rivas Ibargüen, un joven afrodescendiente que trabajaba en un taller de carros y había llegado con su cónyuge a Bello hacía cuatro meses.

La Fiscalía le pidió a Medicina Legal que tomara una muestra genética de Rivas para compararla con los residuos de semen en las mujeres, y así confirmar si era o no el depredador sexual. El estudio forense tardó un año en realizarse, tiempo en el cual aparecieron más víctimas en el Suroeste de Antioquia, con el mismo patrón de lesiones.

Sangre de criminales

Medicina Legal concluyó en 2020 que los rastros de esperma hallados en las víctimas no coincidían con la muestra de Cristian Rivas, confirmando que a ese hombre lo mataron por error.

El análisis fue más allá: aunque los cuerpos fueron lavados por la acción del río, los científicos lograron descifrar un perfil genético que tenía semejanzas con el semen hallado en dos víctimas de otra investigación de 2014, en el municipio de Envigado.

En ese expediente, las ofendidas fueron dos universitarias francesas que llegaron a estudiar a Medellín de intercambio, y fueron violadas en un bosque cercano a la antigua cárcel La Catedral.

El responsable ya había sido capturado y condenado a 36 años de cárcel por acceso carnal violento, acto sexual violento, secuestro simple y hurto calificado y agravado. En ese proceso penal, se demostró que entre noviembre de 2014 y agosto de 2019, el albañil Héctor de Jesús Rivera Ruiz, apodado “el Monstruo de La Catedral”, atracó y violó a 13 mujeres en las veredas La Catedral, Arenales, Vallano y El Salado, de Envigado.

Las interceptaba en la zona urbana, las intimidaba con un machete o una macana eléctrica (taser) y las obligaba a caminar hasta dos horas en el bosque, donde las amarraba y las sometía a vejámenes. Luego les pedía que se bañaran en una quebrada y las dejaba vivir con la desgracia.

Hoy está preso en la cárcel de Palmira, en Valle del Cauca.

La muestra genética extraída de los genitales de las francesas compartía el mismo cromosoma Yé con la encontrada en las occisas de Bello, lo cual implicaba que los agresores tenían que ser hermanos.

Los investigadores revisaron las bases de datos y constataron que Héctor tenía un pariente, Carlos Andrés Rivera Ruiz, a quien le figuraba un antecedente por la citada agresión sexual a una señora de Fusagasugá, en 2015.

Por primera vez tenían certeza de quién era el presunto responsable de los crímenes. Así que se enfocaron en su persecución y su rostro salió en el cartel de los feminicidas más buscados, con una recompensa de $200 millones por su captura.

La Alcaldía de Tabio ofreció $10 millones de recompensa por la captura del sospechoso, quien cayó en una finca de ese pueblo. <b><span class=mln_uppercase_mln> </span></b>FOTO<b><span class=mln_uppercase_mln> cortesía</span></b>
La Alcaldía de Tabio ofreció $10 millones de recompensa por la captura del sospechoso, quien cayó en una finca de ese pueblo. FOTO cortesía

El final del camino

La recompensa provocó que el sospechoso saliera de las áreas urbanas y concentrara su cacería en veredas, tal cual solía hacer su hermano Héctor.

El 10 de febrero de 2020 en la vereda La Sucia, del municipio de Ciudad Bolívar (Antioquia), encontraron en una cañada el cadáver desnudo de Luz M.M.*, de 21 años, con señales de tortura y violación.

Cuando los investigadores fueron al sitio, los pobladores contaron que estaban presos del pánico, porque entre 2015 y 2020 habían ocurrido por lo menos 17 hechos similares entre Ciudad Bolívar y el vecino pueblo de Salgar. Decían que el agresor era un hombre trigueño de pelo enmarañado, con apariencia de mendigo.

Por un tiempo le perdieron el rastro, hasta que el 28 de agosto de 2023 encontraron otro cadáver NN femenino en Fusagasugá, con el mismo rastro de la bestia en su piel.

Y el 21 de mayo de 2024 localizaron el cuerpo de Cecilia S*, de 58 años, quien llevaba 48 horas desaparecida. Yacía en similares condiciones a las dem��s, en el río Frío del municipio de Tabio, Cundinamarca.

Por este último crimen la prensa el puso el mote de “el Monstruo de Tabio”, sin saber que también les había robado el alma a otras personas en diferentes lugares.

Al analizar las cámaras de seguridad de Tabio, los agentes observaron que Cecilia S* fue vista por última vez el 19 de mayo pasado, cuando caminaba seguida de cerca por un desconocido.

Esta grabación circuló por las redes sociales del pueblo y un lugareño lo reconoció. Les dijo a las autoridades que trabajaba en una finca a las afueras del Tabio, y allí fue capturado el 26 de mayo de 2024.

En la audiencia de garantías, la Fiscalía le imputó tres de los feminicidios perpetrados en Bello, aquellos en los cuales se logró recuperar material genético, y anunció que en las próximas semanas le endilgará los otros casos.

Pese a que en un principio, en medio de su desespero, Carlos Rivera había pedido la sentencia y trató de que los custodios le dispararan, cuando le formularon los cargos se declaró inocente.

Le dictaron medida de aseguramiento provisional y permanece en la cárcel de Chocontá, a la espera de la acusación formal en su contra.

El caso de los hermanos Rivera Ruiz tiene intrigados a los investigadores judiciales. ¿Cuál es el motivo que los impulsó a ejecutar tales aberraciones? ¿Por qué Héctor las dejaba vivas y Carlos las mataba?

En el caso de este último, hay pistas sobre siete feminicidios y dos tentativas, pero es probable que haya más víctimas desperdigadas por donde trasegó. Las respuestas están en las retorcidas mentes de Héctor y Carlos Rivera Ruiz, dos monstruos que comparten la más fría de las sangres.

*Identidades reservadas.

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