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Hospitalizada en la UCI una mujer tras someterse a un tratamiento con bótox ‘pirata’ en un piso en Zaragoza

La Sociedad Española de Medicina Estética califica como “muy peligroso” el uso de la toxina botulínica fuera de las clínicas autorizadas y alerta de la existencia de un “mercado negro” del fármaco

Una mujer recibe una inyección de bótox.
Una mujer recibe una inyección de bótox.Sam Tarling (Corbis / Getty Images)
Oriol Güell

Una mujer de mediana edad ha sido hospitalizada en la UCI en un hospital de Zaragoza por problemas derivados de un tratamiento con bótox pirata al que se sometió en un domicilio particular y no en una clínica autorizada, según han confirmado a EL PAÍS fuentes del Ministerio de Sanidad y las consejerías de Sanidad de Aragón y Madrid.

El bótox es el nombre popular —inicialmente era el de una marca comercial— que reciben todos los medicamentos cuyo compuesto principal es la toxina botulínica, una potente sustancia que paraliza los músculos y que a dosis mínimas tiene múltiples usos en especialidades como Neurología y la Medicina Estética, entre otras. La expresión bótox pirata define al uso del fármaco fuera de los centros sanitarios autorizados, una práctica que no es del todo infrecuente en España según la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME). La entidad alerta de la existencia de un “mercado negro” que se surte principalmente de robos a los establecimientos que usan legalmente la sustancia.

Fuentes sanitarias explican que la mujer sufrió un caso de “botulismo iatrogénico”, una intoxicación aguda causada por la toxina —habitualmente por el uso de dosis excesivas o administradas incorrectamente— que se caracteriza por dificultades para tragar, hablar o respirar, debilidad, visión borrosa o doble y parálisis, entre otras manifestaciones relacionadas con la parálisis de algunos músculos.

“La paciente estuvo varios días ingresada en la UCI y luego algunos más en planta antes de ser dada de alta”, añaden estas fuentes. El tratamiento indicado frente al botulismo es la antitoxina botulínica, que permite revertir los efectos causados por la sustancia. De otra forma, los pacientes corren el riesgo de morir, ya que los músculos responsables de la respiración quedan paralizados.

La Guardia Civil ha abierto una investigación para aclarar el caso, aunque un portavoz del cuerpo ha declinado ofrecer detalles mientras las pesquisas siguen abiertas. Aragón ha alertado del caso al Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES), que a su vez ha puesto los hechos en conocimiento de las comunidades autónomas. “Las investigaciones están resultando poco fructíferas porque la paciente se ha negado a dar información que permita identificar a la persona que le administró el bótox. Solo dijo que venía de Madrid”, explican fuentes sanitarias de Aragón.

Fuentes de la Comunidad de Madrid confirman haber sido alertadas del caso. “No hemos podido avanzar mucho porque solo tenemos un nombre de pila y un barrio, que es todo lo que dijo la persona afectada. Con esto, obviamente, es prácticamente imposible identificarla. Es como buscar una aguja en un pajar”, afirman estas fuentes. Lo que sí ha quedado descartado por ahora es que existan más casos relacionados con el detectado en Zaragoza.

La paciente afectada de botulismo iatrogénico recibió el bótox en los gemelos, han confirmado fuentes sanitarias de Aragón. Este uso del fármaco, poco habitual, pretende reducir el volumen de las pantorrillas al evitar, gracias a los efectos paralizantes de la toxina botulínica, las contracciones en la musculatura de la zona.

Antonio López Pitalúa, presidente de la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME), considera de “una extraordinaria gravedad” el caso. “La toxina botulínica es una sustancia con un gran potencial terapéutico, pero que, por sus características, su uso fuera de los cauces legalmente establecidos es muy peligroso. Tiene que ser administrada por un médico en un centro sanitario autorizado. Todo lo que no sea eso va contra la normativa y es asumir importantes riesgos”, denuncia.

La SEME recomienda que cualquier paciente que desee someterse a un tratamiento de medicina estética puede consultar si el profesional que se lo va a administrar está inscrito en el registro de médicos colegiados y si el establecimiento cuenta con la autorización de la comunidad autónoma, información que también es pública y está disponible en las páginas web del Ministerio de Sanidad y los gobiernos regionales.

La toxina botulínica es una proteína que en la naturaleza producen bacterias de la especie Clostridium botulinum. La sustancia es tan potente que ha sido usada como arma biológica por su capacidad de paralizar los músculos, algo que consigue al impedir la comunicación entre neuronas y que estas puedan dar a los músculos la orden de contraerse. El mismo efecto que la hace peligrosa, sin embargo, le confiere un enorme potencial en el campo médico. En Neurología, por ejemplo, es utilizada para tratar ciertos dolores musculares o la migraña. En Medicina Estética, es muy usada para “eliminar o atenuar arrugas faciales como las de la frente, entrecejo y alrededor de los ojos”, entre otros usos, explica Pitalúa.

Este especialista afirma que no le ve mucho sentido al uso de la toxina botulínica en las pantorrillas. “Aunque lógicamente reduce el volumen del músculo al eliminar su contracción, este efecto es muy efímero si no va acompañado de la reducción de los niveles de grasa”, sostiene.

Pitalúa lamenta los efectos que “cierta publicidad engañosa”, “ofertas de precios demasiado bajos” y el “intrusismo” están teniendo en determinados tratamientos de la medicina estética. “Es un problema muy importante. El intrusismo en ocasiones procede de otras profesiones sanitarias que ocupan indebidamente espacios que requieren la formación de un médico. En otras, se ofrecen precios imposibles para una asistencia de calidad con unos fármacos que tienen el precio que tienen [varios cientos de euros el vial en el caso de la toxina botulínica]”, lamenta.

Este especialista alerta de la existencia de un “mercado negro” que se nutre de robos a clínicas autorizadas y pone como ejemplo un caso sufrido personalmente. “Entraron en mi centro y los ladrones no tocaron nada más. Solo se llevaron los viales e inyectables de bótox. Esto es un problema añadido porque es un fármaco que debe conservarse en unas condiciones de frío muy precisas porque si no se deteriora muy rápido”, alerta.

Un caso importante de intrusismo ha sido juzgado recientemente en la Audiencia Provincial de Las Palmas en el que se acusa a una mujer de hacerse pasar por médica y provocar lesiones a 37 mujeres en Las Palmas de Gran Canaria al inyectarles silicona en los labios entre 2016 y 2019, una sustancia no autorizada para este fin. La procesada se enfrenta a una petición de la Fiscalía de 30 años y 10 meses de cárcel por un delito de intrusismo y 37 de lesiones por imprudencia grave. Muchas de las afectadas, que acudían al domicilio particular de la acusada para recibir los tratamientos, quedaron con el rostro desfigurado.

Hace poco más de un año, el Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades (ECDC) lanzó una alerta internacional después de que 67 personas procedentes de Alemania, Austria y Suiza fueran diagnosticadas de botulismo iatrogénico tras someterse en Turquía a una intervención estética para perder peso.

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Sobre la firma

Oriol Güell
Redactor de temas sanitarios, área a la que ha dedicado la mitad de los más de 20 años que lleva en EL PAÍS. También ha formado parte del equipo de investigación del diario y escribió con Luís Montes el libro ‘El caso Leganés’. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.
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