_
_
_
_

La beca de comedor también se va de vacaciones: “Temo que los niños vean la nevera sin un yogur”

Solo el 14% de los 200 centros educativos encuestados por la ONG Educo aseguran que los menores beneficiarios de esta ayuda alimentaria durante el curso escolar tendrán la comida garantizada en verano

Becas Comedor
Ana María Ciufulica, de 36 años y madre de tres hijos con beca de comedor escolar, el 11 de junio en L'Hospitalet de Llobregat (Barcelona).Albert Garcia
Sara Castro

La próxima semana los más pequeños empiezan sus vacaciones de verano, pero los últimos coletazos del curso escolar tienen en vilo a muchas familias con dificultades para llenar la despensa. Sus hijos dejarán de recibir la beca de comedor, que les garantiza una comida diaria completa y equilibrada desde el mes de septiembre hasta junio. Ana María Ciufulica, de 36 años, tiene sentimientos encontrados. Se siente feliz porque podrá estar más tiempo con sus tres niños, pero la incertidumbre y la tristeza la invaden cuando piensa en su bienestar. “Cómo voy a explicarles que no puedo darles lo que piden. Temo que abran la nevera y no vean un yogur. Me daría mucha vergüenza”, cuenta en su casa de L’Hospitalet de Llobregat, en Barcelona. Más de 850.000 menores reciben esta ayuda alimentaria, pero solo el 14,3% de los 200 centros educativos encuestados por la ONG Educo, en toda España, afirman que el alumnado becado tendrá la comida asegurada durante el periodo estival, según un informe que se ha presentado este jueves.

“No es la primera vez que llego a la caja del supermercado y tengo que dejar productos porque no me llega el dinero. He afrontado alguna semana con solo 50 euros. Compramos pescado una vez al mes, cuando cobramos”, cuenta Ciufulica. Está de baja laboral desde hace dos meses por escoliosis y lumbago. Es limpiadora en un hotel y su marido trabaja en el sector de la construcción. Destinan casi el 40% de los ingresos al pago del alquiler. Insiste en que les quedan 800 euros mensuales disponibles, que son absorbidos por la compra de comida para cinco personas, y, muchas veces, les resultan insuficientes. Tiene dos hijas de 13 y 7 años y un niño de 4.

Cuando ella no contaba con empleo, como el verano pasado, vivían solo con el salario de su pareja y la situación era más delicada. Las becas de comedor son concedidas por las comunidades autónomas, en función de la renta familiar, y están destinadas a alumnos de Educación Infantil, Primaria y Secundaria Obligatoria de centros financiados con fondos públicos. La ONG Educo concede una ayuda complementaria a las familias vulnerables, cuando no reciben la subvención completa.

“No pasamos hambre, pero estamos muy limitados. No podemos decir que estamos bien, vamos justos”, explica Ciufulica. Ha recibido ayudas sociales para hacer frente a algunas facturas de luz y gas y siempre busca marcas blancas. Sus hijos reciben el 75% de la beca comedor durante el curso escolar y la ONG Educo aporta el 25% restante para el pequeño, pero el remanente de las niñas lo paga de su bolsillo. La Confederación Española de Padres y Madres del Alumnado advierte de la disparidad del precio según la autonomía. En La Rioja comer en el colegio cuesta 4,5 euros diarios, sin embargo, en Cataluña asciende a los 7, uno de los precios más altos de España.

Pero este informe, llamado Los derechos de la infancia no se van de vacaciones, denuncia el olvido que sufren los niños en verano, a los que se les pierde la pista cuando esta ayuda se termina. Educo no puede tener una fotografía completa de su situación por la falta de información y coordinación administrativa. Reprocha la falta de un seguimiento durante 80 días de los derechos básicos como la habitabilidad de la vivienda, el ocio o la alimentación, que pasa a ser un asunto privado.

Para la infancia más vulnerable existen algunos apoyos durante estos casi tres meses de vacaciones, como ayudas para comprar alimentos o ir a colonias y excursiones donde se asegura al menos una comida al día. Pero los niños de Ciufulica acudieron el año pasado al campamento de verano y tenía que recogerles a mediodía porque el almuerzo no era gratis. Tampoco podía dejarles ir a excursiones con pernocta debido al alto coste.

No siempre hay plazas gratuitas para todos y las subvenciones para apuntarse a actividades son escasas o no cubren todos los días de vacaciones. También es complicado saber si estas incluyen las tres comidas en el periodo no lectivo. Cuesta mucho ver la complementariedad entre las ayudas que dan las comunidades autónomas, las diputaciones provinciales, los ayuntamientos o las entidades sociales, según denuncia la ONG.

Prueba de ello es que cuando Educo preguntó en febrero a 200 colegios sobre este tema, solo uno de cada siete centros afirmó que sus alumnos becados tendrán una continuidad alimentaria en julio y agosto. Salvo muy contadas excepciones, las becas comedor se suspenden en verano. El 6,7% de las escuelas detalló que esa garantía será parcial y no cubrirá todo el verano, el 28,6% desconocía la situación, el 25,7% declaró que los niños no tendrán ayuda para comer o que esta será muy pobre y el 24,8% sabía de la existencia de ofertas con actividades y comida, pero reconocía que no todas las familias pueden acceder a ellas.

Bárbara Gámez, madrileña de 43 años, también está preocupada por la llegada de las vacaciones. “Tiraré de congelador, ofertas y ayudas de la abuela. Cocino mucha pasta y arroz, si hay que repetir, se repite”, concluye. Durante el curso se ahorra más de 200 euros mensuales en comida gracias a la beca comedor, con una cobertura total financiada por la ONG Educo y la Comunidad de Madrid. “Lo que no consigo equilibrar en casa, lo aseguro en el colegio”.

Considera imprescindible que sus dos hijos, de nueve y seis años, tengan esta ayuda. Vivió durante casi una década en Inglaterra con los dos pequeños y su expareja, pero desde que volvió a España, en 2018, ha encadenado diferentes trabajos inestables y temporales, por ejemplo, de recepcionista, asesora financiera o responsable de marketing.

Bárbara Gámez, de 43 años, con su hija en el parque, en una foto cedida por la ONG Educo.
Bárbara Gámez, de 43 años, con su hija en el parque, en una foto cedida por la ONG Educo.Pablo Tosco (Educo)

Su vivienda cuesta 1.000 euros y destina al hogar más de la mitad de su salario. Desde diciembre es interina en el Ayuntamiento de Madrid y puede sobrellevar mejor los gastos, pero hubo una época en la que su principal fuente de ingresos eran los 480 euros mensuales del Servicio Público de Empleo Estatal, por no poder cobrar el paro. Lamenta que el padre de los niños “no aporte la cuantía correspondiente de manutención por hijo”. No puede vivir con su madre porque a su pequeño le diagnosticaron trastorno del espectro autista y necesita más espacio. Los créditos que ha pedido estos años atrás para sufragar gastos de comida, material escolar o dentistas la ahogan cada mes.

“Intento comprar alimentos próximos a la fecha de caducidad porque les bajan el precio. A veces, recurro a productos elaborados como los fideos asiáticos instantáneos o la bollería industrial, sé que esto no es sano, pero es lo más económico”, cuenta Gámez. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, en España la dieta saludable cuesta seis veces más que una comida suficiente, que solo cubre las necesidades energéticas.

Las frutas, las hortalizas y los alimentos de origen animal son, en general, más costosos que los productos con un alto contenido en grasas, azúcar o sal. “No consumimos muchas cosas frescas, pero sí intento comprar pescado con frecuencia”, apunta Gámez. Más de medio millón de menores no pueden permitirse comer carne, pollo, pescado o su equivalente proteico cada dos días.

Ciufulica ha llegado a prescindir de su medicación para el dolor de espalda, cuyo coste es de 35 euros, aun con la cobertura de la Seguridad Social, por alimentar a los pequeños. “Con ese dinero compro comida para dos días”, asegura. En más de una ocasión se le han acabado los cereales del desayuno y no ha podido reponerlos en el mismo mes. “Los niños se disgustaron mucho”, recuerda.

Educo insiste en que el comedor escolar no solo proporciona una alimentación adecuada, sino también los aprendizajes necesarios para una vida saludable. “Comen bien, socializan y se relacionan”, insiste Ciufulica. Por ello, a la ONG no solo le preocupa la nutrición infantil estival, también el derecho al ocio de los menores. No hay claridad sobre cómo se conceden las ayudas a las actividades de verano, si de forma directa a las familias o a través de otras entidades, y se desconoce el presupuesto destinado y el total de beneficiarios. Además, en muchos casos se prioriza la conciliación por delante de la situación económica de las familias, según Educo.

“Los niños en verano preguntan todo el rato cuándo volverán al colegio”, confiesa Ciufulica, que considera inviable ir de vacaciones. Como ella, en España más de un millón de familias no se lo pueden permitir. Educo advierte de que muchos menores están la mayor parte del día en casas sin una temperatura adecuada y pegados a una pantalla, mientras sus padres trabajan, y alerta de que esto también compromete el aprendizaje del próximo curso escolar.

“Cada septiembre vuelven a empezar de cero con los hábitos saludables relativos a la actividad física, a la alimentación, al sueño o al bienestar emocional”, apunta Ana Belén Granados, la directora del CEIP Manuel Azaña de Alcalá de Henares (Madrid), uno de los centros que han participado en el informe.

Los derechos de la infancia no deberían irse de vacaciones. Por ello, Ciufulica reclama más ayudas y Gámez pide mayor atención para las familias monoparentales: “Se me parte el alma cuando mi hija me ofrece su hucha porque me ve apurada, yo le digo que la guarde”. Confía en que todo mejore.

Tu comentario se publicará con nombre y apellido
Normas
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_