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Christiane Kubrick: la historia del gran amor del director de cine cuya obra pictórica se ha revalorizado a sus 91 años

La artista alemana, que pasó cuatro décadas junto al director tras conocerlo en el rodaje de ‘Senderos de gloria’, se ha hecho un nombre gracias a su talento con el pincel. El diseñador británico J.W. Anderson le ha rendido homenaje en la última colección de su firma homónima.

Christiane Kubrick en 1967.
Christiane Kubrick en 1967.P. Felix (Getty Images)

Christiane Harlan conoció a Stanley Kubrick hace 67 años. Para ser justos, habría que decir que fue el reputado cineasta quien la conoció a ella, al quedarse prendado de su talento y belleza tras encontrársela por casualidad en un telefilme emitido por una cadena local alemana. Era 1957 y Kubrick acababa de llegar a su hotel de Múnich para comenzar la grabación de Senderos de gloria y quedó tan fascinado con el trabajo de aquella joven actriz que pidieron que se presentara a una audición para aparecer en la lírica conclusión de la película.

Harlan se hizo con el papel y dio vida a una prisionera alemana que, arrastrada y entre lágrimas, consigue con su bella voz despertar la emoción de un grupo de soldados franceses que acaban de asistir al horror de la guerra. El flechazo entre director y actriz fue de tal magnitud que, antes de que se acabara el rodaje, Kubrick ya le había pedido matrimonio. “Lo elegí al instante, a primera vista”, aseguraría ella. Se casaron, tomó su apellido, criaron tres hijas —dos biológicas y una tercera, Katharina, de una relación anterior de Christiane— y vivieron juntos 42 años hasta que un infarto fulminante acabó con la vida del director en marzo de 1999. Pero antes y después de su muerte, la repercusión mediática y cultural del responsable de obras como Espartaco opacó el rastro artístico de Christiane que, si bien no volvió a ponerse frente a la cámara, ha dedicado el grueso de su vida a su mayor pasión: la pintura. Ahora, por fin, se hace justicia a quien es mucho más que la viuda de Kubrick.

El diseñador británico Jonathan W. Anderson ha tomado como inspiración las obras de Christiane Kubrick para las colecciones masculina otoño-invierno 2024 y el prefall femenino de su firma homónima, presentadas hace unos días en la semana de la moda de Milán. Una “orgía estética” desencadenada tras revisionar el clásico de culto del cineasta, Eyes Wide Shut, cuyos escenarios están repletos de cuadros pintados por Christiane y eran fundamentales para la psicología de cada secuencia. El director creativo admira la mirada profundamente personal de la artista de 91 años: “Ser tan libre y tan contemporánea a esa edad… Tengo la sensación de que ella no tiene otra opción sino pintarlos. Es algo casi compulsivo. Y la admiro porque cuando yo diseño ropa también siento que tengo que hacerlo sí o sí”. Unos trazos que conforman ahora la imaginería de la colección y aparecen estampados en vestidos o sudaderas. Además, Anderson y Kubrick han participado en un cortometraje dirigido por el propio nieto de la artista, Jack Elliot Hobbs, y que amplía la colaboración llevada a cabo por sendos artistas.

“Cuando era actriz, y hacía papeles muy tontos en televisión, estaba muy deprimida. Quería abandonar la interpretación e ir a una escuela de Bellas Artes. Pero mi padre fue a ver al director de la escuela y le dijo, ‘Por favor, no la cojas. Ahora le está yendo muy bien y si se dedica a la pintura se acabará muriendo de hambre’. Tenía razón, pero lo que hizo estuvo mal porque no me cogieron y yo no entendía la razón”, confiesa la artista en el corto. Nacida en 1932 en Brunswick, una tranquila ciudad del Estado de Baja Sajonia, Christiane aprendió el oficio de manera autodidacta, pintando y cosiendo las marionetas con las que montaba pequeñas obras de teatro en su infancia. Aquellos años fueron errantes, mudándose de un sitio a otro para acompañar a sus padres, cantantes de ópera, hasta el estallido de la II Guerra Mundial.

Recién cumplida la mayoría de edad, a principios de la década de los cincuenta, comenzó una carrera como actriz en teatro, musicales y televisión que detuvo de manera súbita tras conocer al que sería su marido. Cumplió su anhelo de estudiar Bellas Artes al mudarse junto a él a Estados Unidos y ha expuesto sus obras, centradas en instantes de la vida familiar y paisajes que “retratan la naturaleza inglesa en toda su gloria y diversidad”, en ciudades como Nueva York, Roma y Londres. Aunque dejó de ponerse frente a la cámara, su marido siguió contando con su talento insertando sus cuadros en sus filmes.

Nicole Kidman y Tom Cruise con Christiane Kubrick y su hija en el estreno de 'Eyes Wide Shut'.
Nicole Kidman y Tom Cruise, con Christiane Kubrick y su hija, en el estreno de 'Eyes Wide Shut'.Stephane Cardinale - Corbis (Sygma via Getty Images)

En 1978 la familia al completo se mudó a la mansión inglesa de Childwickbury, una finca de mediados del XVII con un terreno que abarca casi 80.000 metros cuadrados y más de 100 habitaciones. Allí, según afirmaba la leyenda, Kubrick pasaría sus últimos años escondido del mundo, cual ermitaño, acechando tras las ventanas corridas mientras pergeñaba su próxima gran obra cinematográfica. Nada más lejos de la realidad. Christiane ha defendido que su esposo no es el hombre misógino y misántropo que muchos han pintado, sino un padre afable y un conversador intenso y emocional. Alguien extremadamente sociable y que solía tener la casa repleta de invitados. “Simplemente, no le gustaba ir a los restaurantes de moda a los que iba toda la gente del famoseo para evitar que le molestaran. Odiaba viajar y no tenía razón para salir de casa, él podía trabajar desde allí porque tenía su estudio”, relató la artista. Childwickbury, a algo más de una hora al norte de Londres, se convirtió en una especie de “fábrica” en la que trabajaban a diario en sus proyectos tanto la artista como el realizador. “Siempre fue muy tolerante con mi desorden como pintora”, añadió. Ella también es la responsable de cuidar del legado cinematográfico de su marido junto a su hermano, Jan Harlan, productor de las sucesivas obras de Kubrick tras Senderos de gloria.

En la señorial mansión, bajo la sombra de su árbol favorito, están enterrados hoy los restos de Stanley Kubrick. También los de su hija Anya, que murió en 2009 a los 50 años a causa de un cáncer. La más pequeña, Vivian, que compuso la banda sonora de La chaqueta metálica, renegó de su familia para unirse a la iglesia de la Cienciología y ha compartido públicamente su simpatía por las teorías ultraderechistas y conspirativas del movimiento Qanon que alentó el asalto al Capitolio de los Estados Unidos. Por su parte, Christiane sigue dedicada a los pinceles en Childwickbury, donde ha organizado una feria anual de arte y un mercadillo navideño durante las últimas dos décadas. Junto a su tercera hija Katharina también celebra una vez al mes cursos de pintura al óleo y con acuarelas para neófitos en la materia. ¿El precio de pasar un fin de semana pintando junto a Christiane y entre las paredes que habitó Stanley Kubrick? 100 libras, unos 117 euros al cambio. Eso sí, advierten que el almuerzo y los materiales (“si es que tienes alguno”) dependen del alumno. “Nuestras clases son relajadas y amigables y hacemos que todos se sientan bienvenidos y a gusto”, alegan en su página web. Un alivio para los reclutas patosos.

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