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África No es un paísÁfrica No es un país
Coordinado por Lola Huete Machado

Música urbana para preguntar cómo ganarse el pan sin tener que marcharse

El Festival solidario FEMUA de Costa de Marfil se constituye en su 14ª edición como un lugar de encuentro para reflexionar sobre las inquietudes de los más jóvenes como el empleo y las migraciones

l público reacciona mientras el rapero maliense Iba one actúa en el escenario del Festival de Música Urbana de Anoumabo (Femua) en Abiyán, el 14 de mayo de 2022.
l público reacciona mientras el rapero maliense Iba one actúa en el escenario del Festival de Música Urbana de Anoumabo (Femua) en Abiyán, el 14 de mayo de 2022.SIA KAMBOU (AFP)
Analía Iglesias
Abiyán (Costa de Marfil) -

Por la mañana, un adolescente de 15 años aprovecha el turno de preguntas de un foro de emprendimiento para saber cómo debe hacer, en la práctica, para financiar su sueño de vivir de lo que más le gusta en la vida: crear diseños de marroquinería. Por la tarde, un chico de unos 13 años y una niña de unos 11 llegan a la final de un concurso de baile hip-hop con aderezo del folclore local, el zouglou, sobre el gran escenario del FEMUA - Festival de Músicas Urbanas de Anoumabo. Uno de los dos se llevará de premio un teléfono móvil de la marca de un patrocinador. Es fácil quedarse con la boca abierta frente al empuje vital tan precoz y las hazañas físicas de estos chicos y chicas, en Abiyán, durante uno de los clímax del año para la metrópolis marfileña: el festival fundado y dirigido por el popular A’Salfo, líder del exitoso grupo Magic System. Es el momento en que los músicos “magos” honran a su gente y a su barrio de infancia, y va por la 14ª edición.

El talento prematuro de los jóvenes resulta desbordante en Costa de Marfil y, aun así, se calcula que el desempleo trepa por encima del 30% entre los menores de 30 años en este país, que está lejos de figurar entre los más desfavorecidos de África Occidental. Dde hecho, según un artículo de The Economist, en 2020, figuraba como la tercera economía emergente del continente, tras Botsuana y Nigeria. Las cifras siempre son tentativas y, en este caso, estimadas por el propio músico y empresario que dirige el Festival, en un diálogo mantenido en un predio perteneciente al Instituto Nacional de la Juventud y los Deportes (INJS), donde transcurren los foros de debate y los conciertos, entre cientos de chiringuitos familiares que venden comida y artesanías.

En el INJSS –a diferencia de las calles estrechas del barrio que nombra el festival–, hay mucho espacio y, de este modo, pueden desarrollarse actividades deportivas a todas horas, al tiempo que se montan los dos escenarios o se cubren las pistas de mesas y sillas para la noche. Así, mientras los jóvenes voluntarios se entrenan, quizá pase su madre, elegante y perfectamente peinada y maquillada, incluso con pestañas postizas, vendiendo huevos duros con una cesta en la cabeza, o su tía, ofreciendo un buen café molido (un bien que escasea, porque la oferta mayoritaria es el instantáneo). El caso es que también la familia del propio Salif Traoré –de nombre artístico A’Salfo– se encarga de la gestión de una de las cantinas (su esposa es la jefa de cocina), a la manera de lo que el hoy empresario ha visto en las fiestas rurales en las pequeñas aldeas francesas, donde todos los habitantes hacen lo que mejor saben para colaborar, según nos comenta.

Los miembros de la banda Magic System, con A'Salfo a la derecha, actúan en el escenario del Festival de Música Urbana de Anoumabo (Femua).
Los miembros de la banda Magic System, con A'Salfo a la derecha, actúan en el escenario del Festival de Música Urbana de Anoumabo (Femua).SIA KAMBOU (AFP)

El resto del paisaje es de un verde exuberante, con árboles de hojas grandes, además de mucha agua (y vapor), porque estamos en una de las riberas de la gran laguna Ebrié, en torno a la cual se levanta la capital financiera de Costa de Marfil, el segundo núcleo urbano más poblado de África Occidental (después de Lagos, en Nigeria). En esta ciudad con agradables palmerales y edificios sin gracia, las calles son un gran mercado al aire libre y las lagartijas de muchos colores son habitantes naturales. Corren de un lado a otro, mueven la cabeza y los hombros, como queriendo sumarse a los bailarines de coupé decalé, el ritmo nativo que nació en este mismo siglo, de la mano de jóvenes millennials, precisamente nacidos en medio del cemento abiyanés o en la periferia parisina. Las temperaturas son altas, aunque los frecuentes chaparrones alivian tramos del día.

Saber regresar y aprender a invertir

Tierra fértil, a orillas del Atlántico, que, sin embargo, padece los rigores de la emigración masiva de sus adolescentes más despiertos. En esa batalla disuasoria se encuentra A’Salfo ofreciendo esta plataforma solidaria y festivalera para que los jóvenes acudan a informarse, a conocer a referentes, consejeros e, incluso, a encontrar un trabajo en la industria cultural. “Yo me encargo de lo social, pero el artista es, también, un caso social. No tendría sentido que los trajéramos a su riesgo o pidiéndoles que nos rebajen sus cachés, por lo que este debe de ser uno de los festivales que mejor paga a los participantes. No podemos castigar a unos para ayudar a otros”, nos explica Traoré.

Por fortuna, el músico mago –que compuso el himno (Magic in the air) con que la mestiza selección francesa de fútbol celebraba sus goles en el campeonato parisino– ha conseguido hacer crecer su evento con nuevos patrocinios, una subvención del Estado y otra de la Unión Europea: este año, el presupuesto es un 17% más alto que el del anterior, y el de 2023 se incrementará un 20%, informa. “Nosotros intentamos hacer este festival con calidad y hoy FEMUA no tiene nada que envidiar a ningún festival en Europa, ni en cuanto a logística ni en la puesta en escena”, asevera.

“Cuando se quiere, se puede”, nos responde, si le preguntamos cuál es el desafío para quienes integran la diáspora europea, porque, “política, deportiva y culturalmente, hay muchas cosas por hacer”. Hay que saber volver para compartir, opina. “Y no hablo de la generosidad de donar dinero, hablo de compartir también la experiencia que uno ha obtenido”. Para A’Salfo, “mucha gente parte a Europa, y allí se quedan, se ‘integran’ (lo pronuncia con algo de sarcasmo) y se vuelven más blancos que los blancos”. El reto es, definitivamente, “regresar a África, ponerse al servicio de sus países e invertir en algo grande y bello por el continente”, zanja.

¿Un Youtube africano?

Quizá se deba a su firmeza para demandar bienestar al Estado, o por invitar a los sindicatos a tomar la palabra sobre el escenario y a la coherencia en su defensa de los oficios creativos, el hecho de que sus compatriotas le expresen tanto reconocimiento. El respeto de sus colegas músicos también se respira en el aire del festival. “Hay que tomar conciencia de que la cultura es una vía de desarrollo y una fuente de riqueza”, sostiene.

Una mejor formación (el sueño de A’Salfo es construir la escuela africana más grande de formación en artes vivas), una organización eficaz y suficientes infraestructuras para desarrollarse son otros tres objetivos que menciona para alcanzar unas industrias culturales homologables a las del Norte. “Cuando vemos cómo se gestionan los derechos de autor en Europa, las diferencias con lo que sucede aquí son como las que hay entre la noche y el día, porque allí hay mecanismos que aquí aún no existen”, reclama. De ahí que, según confirma, estén “buscando la manera de que estos derechos evolucionen, junto con ministros de Cultura, inclusive los de los países vecinos como el de la República Democrática del Congo”, que este año fue el país invitado del Festival.

El rapero francés de ascendencia congoleña Youssoupha Mabiki, conocido como 'Youssoupha', actúa en el escenario del Festival de Música Urbana de Anoumabo (Femua).
El rapero francés de ascendencia congoleña Youssoupha Mabiki, conocido como 'Youssoupha', actúa en el escenario del Festival de Música Urbana de Anoumabo (Femua).SIA KAMBOU (AFP)

“La aparición de las nuevas tecnologías requiere de la garantía de los derechos digitales” y, en África, quienes pueden comparar se sienten lejos de estar creativamente protegidos. “No tenemos Youtube o Spotify vigilando, contabilizando reproducciones o resguardando derechos para los artistas africanos. Si estos se dan a conocer fuera, a través de Youtube, en buena parte del territorio africano, sus derechos aún no están cubiertos”, añade. Se trata, pues, de “un negocio para esta plataforma y para las oficinas de derechos de autor en Europa, pero no se extiende a los artistas que los alimentan”. Entre las soluciones, A’Salfo imagina que, en lugar de conseguir un retorno a través de distribuidoras online extranjeras, habría que crear otras plataformas (tener Africa Tunes o Africatube) “que muestren música africana y que gestionen los derechos localmente”.

Las reivindicaciones se alargan

Hasta ahora, el Festival de Anoumabo apostó por ayudar, en primer lugar, en cuestiones de salud y educación primaria. Gracias a lo recaudado, han construido seis escuelas y, este año, se han comprometido a erigir otras tres, además de un centro maternal en el que se pueda parir con garantías sanitarias. “Más de 8.000 niños, sobre todo de regiones rurales de Costa de Marfil, pueden ir ahora a escuelas cercanas a su domicilio, porque cuando un estudiante tiene que andar 5 kilómetros para ir al colegio va a dejarlo, o no come bien porque no puede volver a su casa al mediodía”, comenta el director.

Sin embargo, cuando parece que una reinvindicación se va a alcanzar, aparecen nuevas misiones por emprender. Por ejemplo, la de castigar la corrupción, porque hay un vínculo inocultable entre el paro de los jóvenes, su desesperanza y la corrupción. “Todo eso que le perdonamos a la corrupción podría crear empleo”, sintetiza Traoré. ¿Por dónde se comienza a cortarla? “La voluntad política es lo primero y, aquí, se ha empezado por una toma de conciencia general entre los dirigentes y ahora contamos con un ministerio de lucha contra la corrupción, un teléfono de denuncia... Con un poco más de atención, la gangrena ha disminuido un poco”.

Sobre el gran escenario a orillas de la laguna de Abiyán y en el satélite creado esta vez en la bellísima ciudad turística de San Pedro, excelentes músicos se dejan el alma durante varias horas, cada noche, y reivindican las mismas cosas que su público, y eso se nota en la adhesión fervorosa que reciben: ellos son su gente. Hablan de poder ganarse el pan sin tener que irse; de poder hablar sus idiomas y los de las etnias de sus ancestros; de ejercer el panafricanismo con sus vecinos, sin obstáculos y en paz; de contar con las riquezas de su propia tierra y que los lazos (e intereses) poscoloniales les dejen de asfixiar. También bromean acerca de las relaciones entre hombres y mujeres, con la picardía con que lo suele hacer la telenovela marfileña.

Puede que haya asuntos pendientes que también se respiran en la atmósfera festivalera, como el de paridad de género, aunque la apertura de espíritu y la disposición a escuchar nuevas propuestas también es remarcable. El público y los invitados extranjeros se mostraron, una vez más, agradecidos, por la música de los anfitriones (los Magic System volvieron a tocar en ese escenario al que no se subían desde hacía siete años), y entre ellos se cuentan el talentoso cultor del coupé decalé Debordo Leekunfa o el rapero Suspect 95. Además, junto a los músicos congoleños que “rumbatizaron” el ambiente, a decir de A’Salfo, llegó el rapero francés Yousoupha –que se ha mudado a vivir a Abiyán– y la encantadora diva camerunesa Coco Argentée. Pero, cuando Traoré se asoma, todo el mundo lo vitorea: “Vamos a mostrar al mundo que somos el país del sistema mágico: el zouglou”.

Sobre la firma

Analía Iglesias
Colaboradora habitual en Planeta Futuro y El Viajero. Periodista y escritora argentina con dos décadas en España. Antes vivió en Alemania y en Marruecos, país que le inspiró el libro ‘Machi mushkil. Aproximaciones al destino magrebí’. Ha publicado dos ensayos en coautoría. Su primera novela es ‘Si los narcisos florecen, es revolución’.

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