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7,5 millones de niños de Ucrania han abandonado sus hogares por la guerra

Unicef España pide que las medidas de protección a los refugiados cristalicen en un nuevo modelo de acogida con la mirada puesta en la infancia, independientemente del origen de los menores de edad

Niños Guerra Ucrania
Unos niños con su madre, huidos de Mariupol, esperan a ser admitidos en un centro de acogida de Zaporiya, en Ucrania, el pasado 3 de mayo.Evgeniy Maloletka (AP)
Analía Iglesias

Los desplazados ya se cuentan por millones y los traumatizados son, literalmente, todos los niños y las niñas ucranios. Sin embargo, frente a las cifras espeluznantes que se van conociendo conforme se extiende la invasión rusa, la información que más inquieta es la de los menores no acompañados, algunos muy pequeños, a los que se les ha perdido el rastro. Se sabe que las mafias que comercian con seres humanos están operando en la región y en los países de acogida, tratando de aprovechar desde el primer instante la perplejidad de la gente, la estampida y el desamparo. Esto es lo que explicaron varios portavoces de Unicef España, durante la rueda de prensa convocada este jueves 5 de mayo en formato híbrido (presencial y online), para dar a conocer el estado de la infancia en Ucrania y ofrecer un balance del trabajo realizado en estos dos meses transcurridos desde el estallido de la guerra.

Daniel Timme es del equipo de Unicef en Polonia, país que ya ha visto cruzar a más de tres millones de personas por sus fronteras. En una videollamada, explicó que, en la primera gran ola de huida de mujeres, niños y adolescentes, la situación impidió que se registrara adecuadamente a todos, teniendo en cuenta que más de 5,5 millones de personas han salido hacia países limítrofes desde el inicio de las hostilidades. Este cooperante —que llegó a Varsovia desde otro frente humanitario en Mozambique— reconoció que la situación se volvió desesperada debido a la cantidad de redes de trata de personas que se ceban con los desprotegidos. Timme aseguró que, por esta razón, el registro de los expatriados ahora se considera una prioridad.

Por otro lado, James Elder, otro portavoz de la organización de protección de la infancia que está trabajando en la ciudad ucrania de Zaporiyia, agregó que la salida de los menores de edad tutelados en este país “no se hizo ordenadamente”. “Hay que ubicarlos mientras intentan rastrear a sus padres”, afirmó. Bajo su criterio, detectar las necesidades de esos niños y adolescentes resulta imperativo.

Actualmente, en los puntos fronterizos y a lo largo de las rutas con mayores flujos de migración, Unicef y Acnur informan de que han establecido los llamados 21 Puntos Azules. Llaman así a los espacios seguros en los que se ofrece información y se procura identificar a niños separados y no acompañados, que por esa situación resultan más vulnerables a los abusos.

En este sentido, Sara Collantes, especialista en migraciones de la agencia de la ONU, se sumó al clamor con la misma preocupación para con los menores no acompañados que ya se encuentran en territorio español: “Es vital reforzar el seguimiento a los niños que se encuentran con adultos que no son ni sus padres ni sus tutores legales, y también garantizar que cualquier iniciativa de acogida sea coordinada por las autoridades competentes”.

Cifras sin rostro

Aunque acostumbrados a hablar de emergencias, esta de Ucrania, “tan inútil y sin sentido”, en palabras del presidente de Unicef España, Gustavo Suárez Pertierra, es “la mayor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial”, ya que 13 millones de personas han tenido que dejar sus hogares. De ellas, la mitad son niños. O, dicho de otro modo: son alrededor de 7,5 millones o dos de cada tres los niños los que están desplazados o refugiados, dentro o fuera del país, que sufre especialmente las hostilidades en las regiones del este y el sur.

“Cerca de 250 niños han muerto, más de 300 han resultado heridos y es muy probable que las cifras reales sean más altas”, aseguró Suárez Pertierra. Detrás de cada uno de estos datos “hay un rostro infantil, una historia de miedo, huida y violencia, un presente muy injusto y un futuro, si no termina esta guerra, truncado”, sostuvo.

Cerca de 250 niños han muerto, más de 300 han resultado heridos y es muy probable que las cifras reales sean más altas
Gustav Suárez Pertierra

James Elder refuerza estos números escalofriantes: como resultado del “alcance y la velocidad de esta guerra”, unos 5,5 millones de personas ya están refugiadas fuera de Ucrania, de las cuales, unos 2,5 millones son niños. Muchos de ellos han pasado días o semanas bajo fuego cruzado o en helados búnkeres subterráneos cuyas paredes podían caerse y convertirse en cualquier momento en otro “infierno dentro del infierno”. Según este portavoz, en esos tránsitos, hubo que racionar la comida y el agua, o enfrentar situaciones aún más desgarradoras, como tener que “enterrar a sus hijos sin la documentación adecuada”, sin poder tener una despedida digna, lo que genera un cúmulo de tensión y trauma. “No ha habido un solo día bueno en Ucrania”, zanjó.

Entre las tareas Unicef desempeña en el terreno, se cuentan el reparto de los suministros entre los refugios en los que aún queda población escondida, así como la distribución de tabletas de potabilización de agua, medicamentos y equipos de primeros auxilios. También se facilitan los instrumentos básicos para la asistencia de partos en los búnkeres o tejidos cálidos para tener vestimenta de repuesto y juguetes. Los padres necesitan apoyo económico, por lo que se están realizando transferencias de dinero en efectivo. En Polonia, la organización colabora con los municipios para apoyar el sistema de protección infantil o la inscripción de los refugiados a fin de que puedan entrar al sistema de la seguridad social.

Los representantes de la organización quisieron señalar que muchos refugiados que habían partido a otros países de la Unión Europea terminan regresando a Polonia porque algunas familias optan por estar cerca de las fronteras para poder volver lo antes posible a sus casas y reencontrarse con los familiares que dejaron atrás. Daniel Timme lo explica con detalle: en Polonia ya hay unos 200.000 estudiantes adicionales, por lo cual se está contratando a profesores y profesoras ucranios o solicitando la ayuda de niñeras que conozcan el idioma y desarrollando actividades conjuntas con boy scouts del país vecino. La necesidad de contratación de nuevos psicólogos se menciona como una de las urgencias. Además, se prepara el comienzo del próximo curso lectivo —ante la inminencia de las vacaciones de verano—, mientras las clases online continúan para muchos alumnos fuera y dentro de las fronteras ucranias, merced a la experiencia adquirida durante el confinamiento por la covid-19.

Nuevas condiciones de acogida

España ha recibido a aproximadamente 130.000 refugiados, de los que el 38% son niños, niñas y adolescentes. Los menores no acompañados registrados, hasta el momento, son 843. Si bien su llegada ha supuesto avances en el sistema de acogida y el hallazgo de herramientas innovadoras, así como la agilización de la adopción de protocolos para clarificar cómo debe ser el acogimiento familiar de quienes llegan solos, también hay situaciones que requieren de mucha más atención. Son retos a afrontar en el futuro, para normalizar la vida de estas personas.

En este sentido, Sara Collantes ha afirmado que les preocupa especialmente “la situación de las familias ucranias que ya estaban en nuestro país y que ahora están acogiendo a refugiados, puesto que su vulnerabilidad socioeconómica va en aumento, y por ello hay que agilizar su acceso a protección social”. Tampoco la mera escolarización es suficiente, ya que estos niños y niñas deben, ante todo, sentirse seguros y contar con refuerzo educativo y lingüístico, y un imprescindible apoyo psicológico.

Preocupa la situación de las familias ucranias que ya estaban en España y que ahora están acogiendo a refugiados, puesto que su vulnerabilidad socioeconómica va en aumento

Collantes habló, asimismo, de las paradojas que conlleva la instalación de madres solas con hijos, en otro país, toda vez que los niños facilitan la integración social, al mismo tiempo que dificultan la conciliación laboral de quienes deben cuidarlos.

Entre los asuntos más sensibles está la salud mental: “Son niños y niñas que vienen con un enorme trauma”, afirmó José María Vera, director ejecutivo de Unicef España, que anunció el lanzamiento de unos Consejos Básicos para el Bienestar Emocional de los niños refugiados afectados por conflictos armados. Está previsto, también, que, en los próximos meses, la organización brinde formación específica a trabajadores de centros de acogida, personal de la administración local y del ámbito educativo.

El objetivo de la organización es que todos los pasos dados hasta ahora se concreten en una política estable a largo plazo, de forma que España esté preparada para afrontar otras crisis migratorias. A juicio de Vera, una observación “algo más amplia al ámbito europeo”, permite “reconocer que se han adoptado y se han perfeccionado unas herramientas presupuestarias a un ritmo y que no se habían visto nunca, en contraposición a ese enquistamiento en que estaba el pacto europeo para las migraciones y el recurso frecuente a las devoluciones”. Sin dudas, a su entender, “se han dado pasos en una buena dirección”, con la mirada en la infancia. Lo que hace falta ahora es que esto cristalice a todas las crisis humanitarias. E insiste: “Este modelo ágil y coordinado no debe ser solamente para los refugiados ucranios, sino para toda la infancia que se desplaza, vengan de donde vengan”. Estén donde estén, “los niños son siempre niños, y no se debe hacer ninguna distinción en ningún contexto”.

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Sobre la firma

Analía Iglesias
Colaboradora habitual en Planeta Futuro y El Viajero. Periodista y escritora argentina con dos décadas en España. Antes vivió en Alemania y en Marruecos, país que le inspiró el libro ‘Machi mushkil. Aproximaciones al destino magrebí’. Ha publicado dos ensayos en coautoría. Su primera novela es ‘Si los narcisos florecen, es revolución’.

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