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COLUMNA
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La falsa pista de Taylor Swift

La estrategia de Trump y los republicanos contra la cantante es la misma de todos los populistas autoritarios: de­sorientar y asfixiar, mejor que mentir

Taylor Swift
Taylor Swift, en un recital de su gira The Eras Tour en agosto de 2023 en Inglewood (California). Kevin Winter (Getty Images/ TAS Rights Mana)
Marta Peirano

Lo que parecía un ataque coordinado de un puñado de activistas misóginos contra la persona del año, Taylor Swift, ha resultado ser un ataque coordinado de la campaña del candidato republicano, Donald Trump. Después de inundar la red de pornografía sintética no consentida de la cantante estadounidense, han procedido a cubrirla con una serie de rocambolescas teorías de la conspiración. Según las últimas revelaciones de la Trumposfera, Taylor Swift es un peón del Pentágono, una operación psicológica de interferencia electoral diseñada para manipular a los votantes. Peor todavía. La acusan de haber hecho trampas para que Travis Kelce y los Kansas City Chiefs lleguen a la Super Bowl.

Además de ser su novio, Kelce ha promocionado la vacuna de Pfizer para la covid y la gripe (como dice el propio anuncio, ¡dos cosas a la vez!). Sabrina Singh, jefa de prensa del Pentágono, ha declarado abiertamente: “Taylor Swift no es parte de una operación psicológica del Departamento de Defensa y punto”. Los tiempos de ignorar las barrocas conspiraciones de las redes de la ultraderecha se acabaron el 6 de enero de 2021. Hasta QAnon empezó con un humilde Pizzagate.

Swift todavía no ha anunciado a quién apoyará en estas elecciones, pero es fácil de adivinar. En 2018, respaldó a los demócratas en casa (Tennessee) y en 2020, a Joe Biden, además decirle a Donald Trump por Twitter que le iban a echar de la Casa Blanca (“we will vote you out”). Taylor tiene 95 millones de seguidores en Twitter; Trump, 87,4 millones. El pasado septiembre, la cantante animó a sus fans en Instagram a que celebraran el día nacional del voto registrándose en Vote.org. La organización recibió más de 35.252 registros nuevos en un solo día, un 23% más que el año anterior. (Taylor tiene 279 millones de seguidores en Instagram; Donald Trump, 23,7 millones).

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La pornografía sintética no consentida es ya una herramienta habitual para amedrentar a las mujeres que declaran en casos de agresión y acoso sexual, y para degradar a mujeres que aspiran a cargos políticos. Y, sin embargo, parece extraordinario que Trump ataque a la mujer que tiene en su pequeño puño a las nuevas votantes de América, un fenómeno de masas que empequeñece a los Beatles, a Michael Jackson y a la mismísima Beyoncé. Solo en su última gira, The Eras Tour, Swift ha llenado ocho veces seguidas el estadio de Wembley, con capacidad para 90.000 personas. El Allegiant Stadium de Las Vegas, donde se disputará la Super Bowl, tiene 72.000 asientos. Cuando Trump se enfrenta a 91 cargos por delitos graves, incluyendo interferencia electoral, fraude, pago de dinero para silenciar a Stormy Daniels, secuestro de documentos clasificados y difamación, el ataque contra Taylor empieza a parecer un ataque de denegación de servicio a los medios, según la doctrina que su jefe de estrategia le explicó a Michael Lewis en un artículo de Bloomberg publicado en 2018.

“Los demócratas dan lo mismo”, explicó Steve Bannon. “La verdadera oposición son los medios de comunicación. La manera de gestionarla es anegar la zona con basura”. La estrategia, sacada directamente del manual Goebbels y actualizada por todos los populistas autoritarios, de Duterte a Bolsonaro, no es mentir, sino de­sorientar y asfixiar. El principal trabajo de los medios este año no será verificar todo lo que produce la máquina, sino volver a decidir qué noticias son realmente noticia y esquivar todo lo demás.

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