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50 AÑOS DEL GOLPE DE ESTADO EN CHILE
Columna
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Chile como Ucrania

Medio siglo después, regresan las áreas de influencia, pero han cambiado las tornas y Putin es el heredero de Pinochet

Un momento del ataque al palacio de La Moneda por las tropas golpistas de Pinochet el 11 de septiembre de 1973.
Un momento del ataque al palacio de La Moneda por las tropas golpistas de Pinochet el 11 de septiembre de 1973.ENRIQUE ARACENA (ASSOCIATED PRESS)
Lluís Bassets

Si alguien quiere entender lo que sucedió en Chile hace 50 años, debe observar lo que sucede ahora en Ucrania. El mundo se hallaba entonces repartido en áreas de influencia y a los chilenos, situados en el lado occidental de la Guerra Fría, se les ocurrió dar la mayoría a Salvador Allende, un presidente de izquierdas que se hallaba al frente de la Unidad Popular, coalición de comunistas amigos de la Unión Soviética, cristianos de izquierdas y unos socialistas que, salvo el propio Allende, eran más revolucionarios que socialdemócratas. Washington hizo con Chile lo mismo que Moscú con Checoslovaquia en 1968, cuando el jefe comunista, Alexander Dubcek, optó por el pluralismo político y por las instituciones democráticas. O lo que había hecho en 1956 en Hungría, donde había sucedido algo similar con Imre Nagy, otro comunista que también quiso ser demócrata y terminó ejecutado por los soviéticos.

Mañana es el aniversario del asalto al palacio de La Moneda por las tropas de Augusto Pinochet y la muerte del quimérico dirigente que quiso construir un socialismo con democracia y sin fusiles, una experiencia insólita que Mijaíl Gorbachov fue el último en ensayar en la patria del socialismo totalitario, con el resultado de todos conocido. Como Jruschov en 1956 y antes Breznev en 1968, el presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, y su brazo derecho en política exterior, Henry Kissinger, hicieron lo que no estaba escrito y ahora puede leerse incluso en los numerosos documentos secretos desclasificados, primero para evitar que Allende llegara a la presidencia, luego para que se consolidara y finalmente para que fuera derrocado.

Ya antes de la elección parlamentaria del presidente, en 1970, promovieron el secuestro, que derivó en asesinato, del militar constitucionalista y comandante en jefe del Ejército René Schneider, el único obstáculo que impedía un golpe destinado a evitar que Allende alcanzara la presidencia. Después, solo se abstuvieron de participar directamente y dejar sus huellas en el pinochetazo del 11 de septiembre, pero nada se ha podido ocultar de todo lo demás, ni siquiera en la versión de Kissinger en sus memorias. El problema era geopolítico, hasta el punto de que el buró de América Latina del Departamento de Estado no veía peligro en Allende ni atendía a los argumentos de los halcones sobre el significado de una economía socialista centralizada en territorio de hegemonía capitalista. Blandían el espantajo de la dictadura cubana y del expansionismo soviético, pero temían que el ejemplo se extendiera a democracias europeas como la francesa y la italiana, donde la izquierda podía ganar las elecciones.

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Medio siglo después las tornas han cambiado. El heredero de Pinochet es Vladímir Putin. Joe Biden y Kamala Harris son todo lo contrario de Nixon y Kissinger y lo más cercano a Allende que ha dado la Casa Blanca desde los tiempos de reformismo social de Franklin Delano Roosevelt.


Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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