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Lenin, una momia política en Rusia frente al brillo imperialista de Stalin

La imagen del fundador de la URSS, de cuya muerte se cumple un siglo, languidece en su país, donde le culpan del fin del imperio ruso. En Ucrania, es un símbolo de la dominación soviética

Pilar Bonet
Un busto de Lenin impide el paso de los coches de Liman, Ucrania, el 11 de abril de 2023
Un busto de Lenin impide el paso de los coches de Liman, Ucrania, el 11 de abril de 2023Mykhaylo Palinchak (SOPA Images / LightRocket / Getty Images)

El centenario de la muerte de Vladímir Lenin, ocurrida el 21 de enero de 1924, no es un evento destacado ni en Rusia ni en Ucrania, esos dos países hoy en guerra, que fueron los grandes pilares de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), el Estado fundado por Lenin y desaparecido en 1991.

En Rusia, la imagen de Lenin languidece como si al embalsamamiento de su cuerpo, que aún yace en el mausoleo de la plaza Roja, se hubiera añadido una especie de momificación política, que contrasta con la vitalidad de la figura de Stalin, cuyo rumbo imperial y nacionalista encaja mejor en la Rusia de hoy.

En Ucrania, Lenin es visto como un símbolo de la dominación soviética. Sus estatuas y bustos han sido derribados o destruidos y los topónimos relacionados con él, reemplazados por otros en el marco de la campaña para erradicar las huellas del comunismo del espacio público. El llamado Leninopad (término traducible como “la caída de los Lenin”) acabó con las estatuas de valor artístico, como la de los bulevares de Kiev, o gigantescas, como la del centro Járkov, y también con las adocenadas figuras producidas en serie con hormigón, metal o yeso.

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Al disolverse la URSS, en Ucrania había miles de estatuas de Lenin. Para 2013, la mitad ya habían sido eliminadas y, tras el “euromaidán” (la revuelta proeuropea que culminó en febrero de 2014), desapareció prácticamente todo el resto.

En el territorio ruso no se erigen nuevos monumentos a Lenin, pero sí a Stalin. Sin embargo, en las tierras de Ucrania ocupadas por el Ejército ruso, como la ciudad de Mariúpol, Moscú desafía la política del Leninopad y restablece monumentos y bustos ya destruidos del fundador de la URSS.

En la lista de los grandes personajes de todos los tiempos, que confecciona el centro Levada de Moscú a partir de las preferencias de los rusos, Stalin adelantó en popularidad a Lenin en 2008 y ha ido ampliando su ventaja. En 2021, Stalin era el primero de la lista con una puntuación de 39, seguido de Lenin con 30. Con todo, “la imagen soviética de Lenin y la idea de que fue él quien abrió la vía del progreso al país se mantienen”, dice Lev Gudkov, sociólogo y exdirector del centro Levada, según el cual, en Rusia la simpatía por Lenin (25%) domina aún sobre la antipatía (13%).

Putin no reconoce la existencia de Ucrania ni del pueblo ucranio y ha criticado reiteradamente a Lenin, alegando que este creó de forma artificial el Estado de Ucrania y, al reconocer el derecho de las repúblicas federadas a abandonar la Unión Soviética, colocó una “mina de efecto retardado” que estalló en 1991.

“Desde el punto de vista de los destinos históricos de Rusia y sus pueblos, los principios de la construcción del Estado de Lenin resultaron no solo equivocados, sino mucho peor. Tras el derrumbamiento de la URSS en 1991 esto se hizo absolutamente obvio”, dijo Putin tres días antes de que las tropas rusas invadieran Ucrania en febrero de 2022.

“Lenin no podía crear Ucrania, porque Ucrania existía antes que él y el movimiento nacional ucranio era una fuerza real”, nos explica Yaroslav Hrytsak. Opina este historiador ucranio que “Lenin era un genio de los compromisos tácticos y estaba dispuesto a apoyar cualquier cosa con tal de conservar su poder, y por eso no podía ignorar el movimiento nacional ucranio”.

En las elecciones a la Asamblea Constituyente Rusa, convocada por el Gobierno Provisional en noviembre de 1917, la mayoría de los ucranios apoyaron a los partidos nacionales, no a los bolcheviques, precisa Hrytsak. Antes de la revolución, relata, “Lenin estaba en contra de cualquier expresión de las ambiciones políticas ucranias (…) porque era marxista y pensaba que se produciría una revolución comunista global y, por eso, estaba en contra de cualquier movimiento nacional”. Pero durante la revolución, Lenin dio un giro radical, al entender que los bolcheviques no podían imponerse en el eximperio ruso sin hacer concesiones a los pueblos de la periferia, en primer lugar a Ucrania, según sigue explicando el historiador. Pese a ser una fuerza minoritaria, los bolcheviques se impusieron, porque entendieron la importancia “del terror y también la cuestión nacional, a diferencia de los blancos, que se oponían a cualquier compromiso con los nacionalistas, Ucrania incluida, sigue relatando. “Con pragmatismo cínico, Lenin reconocía el derecho de Ucrania a abandonar el Estado soviético y al mismo tiempo guerreaba contra ella. A principios de 1918, el ejército bolchevique entró en Kiev y aplicó un terror sin precedentes desde la ocupación mongol”, concluye Hrytsak.

Las críticas a Lenin que sirven a Putin para justificar la agresión contra Ucrania tienen carácter ad hoc y no influyen de hecho en el perfil canónico de Lenin que “sigue siendo reconocido como fundador del Estado soviético”, puntualiza el historiador ruso Daniil Kotsiubinsk, según el cual en Rusia no existe una crítica institucional a Lenin porque este creó un sistema firme que resistió hasta la llegada de Gorbachov al poder.

Lenin partía de la lógica de la posibilidad de una mayor expansión del Estado soviético y de la incorporación de más y más repúblicas a él en el futuro, se afirma en el manual escolar escrito por el exministro de Cultura ruso Vladímir Medinski. El derecho a separarse libremente de la URSS se convirtió más tarde en “el pretexto” para que “las repúblicas unidas exigieran la independencia de Moscú, lo que finalmente condujo al colapso de la Unión Soviética”, señala el manual.

Al margen de los juicios coyunturales de Putin, el Kremlin no parece tener intención de desasosegar a los ciudadanos (y votantes) maduros para quienes Vladímir Ilich es aún punto de referencia. En teoría, el administrador de la herencia leninista es el partido comunista de Rusia, pero esta formación, dice Kotsiubinski, ha desarrollado múltiples facetas independientes de Lenin, como la afinidad con la religión ortodoxa, el nacionalismo y el antisemitismo. “Para los comunistas rusos, Lenin es un icono”, opina el historiador, y recuerda que, para quien quiera investigar, en el internet en ruso están disponibles varias versiones de las obras completas de Lenin.

Al iniciarse la perestroika”, Lenin fue centro de los vivos debates en los que se planteaban las reformas auspiciadas por Mijaíl Gorbachov desde 1985 como una vuelta a Lenin y a los orígenes de la URSS. “Pero resultó que las reformas no retornaban al leninismo, sino que se dirigían hacia el liberalismo y el capitalismo”, dice el historiador ruso Nikita Sokolov.

En la década de los noventa, Lenin se convirtió en un objeto de “anticulto”, explica Guennadi Bordiugov. Pero, en opinión de este historiador ruso, la demonización de Lenin duró poco tiempo y hoy, la estrategia de las autoridades se reduce a guardar silencio sobre Lenin y con ello también sobre la importancia de la revolución.

La guardia de honor que velaba a la momia de Lenin en la plaza Roja desapareció hace mucho, pero la hora del traslado de su cadáver para ser enterrado junto a su madre en San Petersburgo parece no haber llegado aún, aunque, como recuerda Gudkov, así lo deseaba la mayoría de los rusos en 2017 con ocasión del centenario de la Revolución de Octubre.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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