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Ni pijo ni carca: vuelve el “pantalón de padre”

¿Otro clavo en la tumba del pitillo? El chino de pinzas, durante tanto tiempo relegado a la ignominia del estilo masculino, se perfila como vencedor de la batalla generacional

Ryan Reynolds
Ryan Reynols, orgulloso usuario del chino de pinzas, 'padreando' junto a Hugh Jackman en un partido del Wrexham (el equipo galés de fútbol del que es propietario) a principios de agosto.Malcolm Couzens (Getty Images)

Pocas veces un meme ha logrado sintetizar de manera más certera un cambio estético generacional. Hace unos días comenzaba a circular en redes sociales la comparativa entre lo que mileniales y zetas consideran dad pants (pantalones de padre) y, por extensión, aquello que no puede entrar en tu armario de ninguna manera. Más allá de la eterna lucha entre generaciones colindantes, la imagen sirve para certificar una vez más que el pitillo ha muerto. Si hace unos años el vaquero ancho acompañado de unas deportivas tipo New Balance era símbolo de escarnio en las redes para señalar un gusto estético caduco, ahora es el skinny jean la prenda que provoca las risas de toda una generación. Otro ejemplo es incluso más ácido al señalar la poco favorecedora silueta que esta prenda puede crear cuando se pasa de la treintena.

Pero la otra lectura que nos aporta ese meme es que, mientras el pitillo ha caído en desgracia, el pantalón chino se ha desligado por completo de la imagen de prenda conservadora y pija para acabar instalándose como una alternativa a pie de calle para el vaquero, ajustado o no. Incluso en su versión más clásica, con pinzas, y aumentando la holgura tradicional, es reivindicado tanto por adalides de la atemporalidad minimalista, como la japonesa Still by Hand o la francesa Officine Générale, como por el tótem de las tendencias urbanas Off-White. Más allá de la consabida naturaleza cíclica de la moda, esa total inversión de papeles no es casual, sino un viaje que sirve para hablar de esa autopista de dos direcciones en la que se ha convertido la relación entre el lujo y el streetwear.

De la Ivy League a las calles

El chino, pese a su fama, no tiene unos orígenes especialmente exclusivos. Pensado para ser una prenda duradera y cómoda para los soldados de las colonias británicas en el siglo XIX, el origen de la tela con la que se fabricaban le otorgó su nombre. Fue más tarde, durante la década de 1940, cuando la prenda entró a formar parte del imaginario preppy (o pijo) estadounidense, al ser adoptada por los estudiantes de las universidades más exclusivas. Más formal que el vaquero, pero igualmente cómodo, su combinación con camisa, polo o jersey de pico dio origen a un paradigma que hablaba de dinero antiguo y buenas conexiones. El cine, como de costumbre, ayudó a propagar esa imagen. Si estrellas clásicas como James Dean, Marlon Brando o Paul Newman lo vestían en los años cuarenta y cincuenta, en los ochenta lo llevaba tanto Tom Cruise en Risky Business (1983) como el amigo pijo de Ferris Bueller (interpretado por Alan Ruck, décadas más tarde el Connor Roy de Succession) en Todo en un día (1986).

Desde entonces, el chino ha mantenido durante décadas ese lugar en el imaginario de la formalidad más encorsetada, convirtiéndose en esa prenda que es aceptable para un estilo un tanto más deportivo que no exige traje, y que se asocia con palabras tan abominables como afterwork. Sin embargo, de manera paralela esa prenda iba a ser recuperada por subculturas que poco tienen que ver con el polo o el lacrosse. “Los chinos se empezaron a usar un poco en los noventa, sobre todo por el auge del skateboarding”, explica Óscar Gala, fundador de Mini Shop Madrid, tienda que lleva dos décadas siendo una referencia del streetwear más cuidado en la capital. “Para el skate necesitas pantalones cómodos y sufridos, y son las mismas prendas que se utilizan las 24 horas del día”. Esa versión del chino, en su variante oversize, es la misma que entró en el imaginario urbano a nivel global a través de Kids (1995), la película de Larry Clark en la que uno de sus personajes aprovecha la amplitud de sus pantalones chinos para robar bebidas en una tienda.

“Muchos de los que nos formamos en los noventa, que éramos chavales entonces, ahora tienen puestos importantes en la industria”, prosigue Gala. “Por ejemplo, Brendon Babenzien, de la firma Noah, que fue uno de los diseñadores más influyentes de Supreme, que en los noventa estaba empezando a diseñar muy influido por marcas como Stüssy, Polo Ralph Lauren o The Duffer of St George, una marca inglesa que fue clave y que más tarde quebró. Ahora tiene 50 años, es una persona relevante y de éxito. Igual que él, los jefes de compras de Dover Street Market o muchos altos directivos de grandes empresas crecieron con ese lenguaje, y ahora están en las posiciones en las que se dictan las normas en las tendencias”.

Además de la cultura skate, la música (y su asociación con la estética) tuvo un papel clave en la reconfiguración del chino como prenda con credibilidad callejera. A finales de los 80, la banda pionera del gangsta rap N.W.A. adoptó como insignia los chinos en color negro, abriendo una puerta a esa prenda a la cultura hip hop. A principios de los dos miles, Kanye West hacía suyo el estilo preppy universitario con Tommy Hilfiger o Ralph Laurent como guías, a la vez que iba acabando con la tendencia de los pantalones extra anchos. Los chinos ya habían entrado en la cultura del streetwear, aunque fuese por una puerta lateral. “Los pantalones de pinzas, que siempre han estado en el ideario de nuestra tienda, antes eran difíciles de vender precisamente por esa asociación con lo carca, pero ahora la gente los quiere y los compra”, confirma Gala.

Reinventar un clásico

“El chino de pinzas, con los pliegues, lo asocio a un clásico, pero en mi cabeza no forma parte de un vestuario conservador de adultos”, explica el diseñador Alejandro Gómez Palomo. En su firma, Palomo Spain, ha utilizado el chino desde una perspectiva distinta en colecciones como Tiburón. “A pesar de que me considero un diseñador extravagante, siempre parto de los clásicos, y creo que el pantalón chino puede ser una pregunta completamente contemporánea”. Él es uno de los diseñadores que ha llevado esa prenda a la pasarela, convencido de su poder como referencia atemporal.

Pantalón chino de pinzas de Carhartt.
Pantalón chino de pinzas de Carhartt.Carhartt

“La percepción sobre ellos ha cambiado definitivamente”, explica. “Saber utilizar bien los clásicos se ha convertido en un símbolo de buen gusto y de modernidad. El abuso del pantalón pitillo ha hecho que hoy en día sea estiloso y moderno vestir con un pantalón chino que antiguamente asociábamos a un estilo más clásico, más de padre. Ahora se ha convertido en una prenda moderna, teniendo en cuenta que ya casi todos los padres llevan un pitillo elástico”. Palomo cree en esa reinvención del pantalón chino. “Yo lo he usado en una gabardina beis y dándole un poco más de ancho, o en una pata de gallo, y también lo he puesto con el culo al aire. Me gusta tener esos clásicos en las colecciones y jugar con ellos”.

Otra manera de tomar el pulso a una prenda es fijarse en quién la lleva puesta. El chino de pinzas es desde hace tiempo un habitual entre personalidades del cine o el deporte. Lo llevan tanto Brad Pitt como David Beckham, y Ryan Reynolds se ha convertido en uno de sus máximos valedores. Pero, si bien el pitillo parece que ha pasado a mejor vida durante un tiempo, no hay que dar por muerto todavía al vaquero. “Ahora nosotros pensamos otra vez en denim”, cuenta Óscar Gala. “Tú vas a Bershka y no hay vaqueros, lo único que hay son cargos, carpinteros...pero todo eso ya está triturado. Fíjate en el desfile de Louis Vuitton con Pharrell [Williams] cuántas piezas tenía de denim, o las dos últimas temporadas de Kenzo con Nigo. No hay que perder de vista al denim porque está otra vez a la vuelta de la esquina”.

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