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Tres décadas de cantera para el clúster de la cerámica

El IES El Caminàs de Castellón, pionero en ciclos especializados en cerámica, ha formado a 1.400 estudiantes en este sector tractor con una empleabilidad que roza el 100%

Alumnos del Grado Medio de Fabricación de Productos Cerámicos y el Grado Superior de Desarrollo y Fabricación de Productos Cerámicos del IES El Caminàs de Castelló en la planta de producción en el Espai Labora, donde se imparte.
Alumnos del Grado Medio de Fabricación de Productos Cerámicos y el Grado Superior de Desarrollo y Fabricación de Productos Cerámicos del IES El Caminàs de Castelló en la planta de producción en el Espai Labora, donde se imparte.CARME RIPOLLES

La sirena alerta a Patricia, Al y Pau, alumnos del Grado Medio de Fabricación de Productos Cerámicos que imparte el IES El Caminàs de Castellón en las instalaciones de Labora. Les indica que la línea de esmaltado “se activa y así evitamos riesgos”, explican Sheila Aguilar y Vanesa Belenguer, las profesoras que supervisan las prácticas de esmaltado de baldosas cerámicas de estos estudiantes en la planta piloto que simula las fases de fabricación de un azulejo.

Forman parte de esa futura cantera de técnicos que, concluidos sus estudios, se emplearán, con una probabilidad que roza el 100%, en la industria cerámica. El sector concentra el 97% de su producción en la provincia de Castellón, emplea a 17.000 personas y convierte a España en primer productor europeo y segundo exportador del mundo, según la patronal Ascer.

El Caminàs es centro pionero, autonómico y estatal, en ciclos formativos ligados a la cerámica, “una de las ramas profesionales con las que nació el instituto en 1986″, explica su director, Jesús González, y que imparte un equipo de 11 docentes.

Desde entonces, más de 1.400 alumnos han finalizado sus estudios en los diferentes niveles de esta especialidad: 800 en el Grado Superior de Desarrollo y Fabricación de Productos Cerámicos; 450 en el Grado Medio de Fabricación de Productos Cerámicos y 200 en FP Básica de Vidrio y Alfarería. Esta última es la única, de las tres ramas, que se imparte en el propio instituto, ya que la docencia y las prácticas de los dos grados se trasladaron en 2004 a las dependencias de Labora, “centro de referencia nacional de fabricación cerámica”, señala el director del espacio, Javier Porcar.

El estudiantado de cerámica supone el 10% del instituto. “Otro valor añadido a la alta empleabilidad es que el 90% desarrollará su vida laboral en empresas de la provincia, sin salir de casa”, apostilla Jesús González.

Dentro de la industria, matiza Jorge Baynat, tutor y docente de la asignatura Fritas, esmaltes y pigmentos cerámicos —la parte más específica de los subproductos cerámicos—, el grueso del empleo lo oferta el sector de colorificios: las empresas fabricantes de esos ya citados subproductos que recubren la parte superior del azulejo. “Son multinacionales que exportan el 80% de su producción, abordan muchos más procesos que las empresas de fabricación de pavimento y revestimiento, desde laboratorios de control, diseño a I+D+I”, explica Baynat.

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Al IES El Caminàs se unen, como exponentes únicos del ramo en España y Comunidad Valenciana, el instituto de Secundaria Serra d’Espadà en Onda —en pleno triángulo del azulejo— y la Escuela de Arte y Superior Cerámica de Manises, enfocada a la cerámica artística.

El traslado a las dependencias de Labora, hace 20 años, supuso dar un salto cualitativo a la vertiente práctica de estos estudios, que copa el 60% de la docencia semanal, y adaptarse a la innovación que exige el clúster cerámico. A ese trabajo en terreno contribuye la planta productiva y la red de laboratorios con equipos de alta tecnología al alcance del alumnado.

La línea de esmaltado donde practican es uno de los equipos que perfilan esa planta piloto de 1.000 metros cuadrados que reproduce el proceso productivo de fabricación de baldosas cerámicas, “de principio a fin”, detalla Paula Salvador, profesora del departamento de Vidrio y Cerámica del IES. Desde la parte del atomizado y la pasta, a la de fabricación de fritas y esmaltes y de la propia baldosa.

Entre los equipos de molienda en húmedo, el atomizador, la prensa hidráulica, los secaderos, la ya citada línea de esmaltado o el horno, se forma el relevo generacional de la industria cerámica. La planta se nutre de la cesión de materiales por las empresas. “Sería inviable asumirlo desde aquí, para cada curso necesitamos varios big bags de atomizados de diferentes tipos, y son 1.000 kilos cada uno, además de fritas y materias primas como feldespatos, arenas o pigmentos”, indica Paula Salvador.

El trabajo práctico que guían las profesoras Sheila Aguilar y Vanesa Belenguer se centra en el esmaltado con lengua de campana, una de las técnicas para esmaltar, junto a la cabina de discos, el aerógrafo o la filera. Al humecta la baldosa para que el esmalte posterior, también en acuoso, impregne sin defectos. Luego tara la pieza y la coloca en la línea. Pau y Patricia la recogen al otro lado con ese primer baño ya dado. “Después pesan el gramaje del esmalte para ver si es adecuado y modifican variables, como la velocidad o el caudal, para seguir probando”, explica Sheila Aguilar. Tras las prácticas, un mensaje importante: “Cerramos la bomba, paramos la línea y limpiamos todo”, recuerda Vanesa Belenguer.

La toma de contacto con la práctica profesional se completa en los cinco laboratorios, con predilección entre el alumnado. Los dos centrales sirven para el control de calidad de materias primas y semielaborados, como el control de fundencia de fritas; y para el análisis y producto acabado, donde se mide, entre otras, la resistencia mecánica de la baldosa con el flexómetro. Frente a este artilugio y bajo la atenta mirada de las profesoras de ‘Técnicas y ensayos de productos cerámicos’ Silvia López y Susana Masiá, practican Patricia Santacatalina y Luis Heredia, dos de los alumnos veteranos del ciclo. Han pasado por todas sus fases: FP Básica, Grado Medio y Grado Superior, y un periodo de prácticas “satisfactorio” en Torrecid y en el Instituto de Tecnología Cerámica (ITC), respectivamente.

En otro de los laboratorios, preparando un pigmento, está Álex Campillo, de 20 años y alumno de primer curso del ciclo superior, tras completar el grado medio. Este recorrido académico lo sigue la mitad del estudiantado del centro. A pesar del “nivel de excelencia brutal” con el que sale -recuerda Jesús González- el salto a la universidad desde el ciclo superior aún es anecdótico.

Sí es común, a pesar del tirón para el empleo que tienen los ciclos formativos sobre cerámica, que no sean la primera opción. “Quizás es algo generacional, la gente joven lo ve como un trabajo duro, con sistema a turnos…”, argumenta el director de El Caminàs. Aunque acaban completando plazas, no hay lista de espera “como ocurre en informática o comercio”. Sin embargo, la mayoría los finaliza. “Gusta”, coinciden los profesores.

“Quería hacer un ciclo de deporte, acabé aquí, he hecho las prácticas en Kerafrit, una firma de Nules dedicada a la frita, y decidí seguir con el grado superior; quiero trabajar en una fábrica del sector”, apostilla Álex Campillo.

Para su compañera Sheryl O Campo, de 19 años, este curso es su primera toma de contacto con la industria, que desconocía, pero que le ha despertado interés. Directa desde Bachiller, su meta era diseño gráfico, “pero me dieron plaza aquí y de momento me gusta mucho, es entretenido”.

“La mayoría de las veces no pensamos cómo se hacen las cosas, el procedimiento que lleva hacer una baldosa, las piezas cerámicas… y es muy curioso. ¿Sabías que el pigmento, antes de calcinar tiene un color y luego cambia?”, relata, con entusiasmo. Su objetivo es terminar el grado superior, y continuar con el diseño gráfico aplicado a la cerámica. “Ahora sí me imagino trabajando en la industria”.

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