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La crisis de la vivienda y el repunte de la desigualdad desbordan a Cáritas

La entidad acusa una fatiga en las donaciones y se plantea cambiar el modelo de asistencia para llegar a más gente necesitada

Josep Catà Figuls
Personas frente a la Oficina de Prestaciones sociales del Ayuntamiento de Barcelona.
Personas frente a la Oficina de Prestaciones sociales del Ayuntamiento de Barcelona.

Cáritas Diocesana de Barcelona atendió el año pasado a 44.526 personas, una cifra que, comparada con el conjunto de atendidos el año pasado, significa un incremento de solo un 1%. Pero la causa de que el crecimiento de las personas atendidas sea prácticamente nulo no es que la pobreza se haya frenado, sino que la entidad está al límite de su capacidad y no puede atender a más personas. “No podemos crecer al ritmo que crecen las necesidades sociales”, ha dicho Eduard Sala, director general de Cáritas Barcelona, en la rueda de prensa para presentar la memoria de 2023. Esto implica tener que decir muchas veces “no”: por ejemplo, el año pasado solo recibieron ayuda económica directa 4.420 personas, y solo se ofrecieron 2.000 plazas de vivienda. La entidad, que acusa “desgaste y fatiga” en las donaciones —los recursos utilizados, de 23 millones de euros, se han mantenido más o menos estables en el tiempo, pero el número de socios y donantes sí ha caído, pasando de los 11.939 en el año 2020 a los 8.996 el año pasado— y avisa de que está llevando a cabo tareas propias de la administración, en especial en lo referente a la crisis de la vivienda. Ante esta incapacidad para llegar a toda la gente que lo necesita, Cáritas se plantea cambiar su modelo de asistencia, llevando a cabo proyectos menos intensivos o reduciendo los recursos por persona, para atender a más gente.

Para explicar la situación actual, Sala ha hecho un símil con el hundimiento del Titanic. “No solo había pocas barcas para salvar a la gente, sino que lo que la gente no sabe es que las que se utilizaron lo hicieron a la mitad de su capacidad. En nuestro caso, la barca está llena, pero la gente sigue ahogándose”. El director general reconoce que “no es fácil” tener que negar la ayuda a la gente que lo necesita porque no hay recursos. “Cada día tenemos que decir no sé cuantas veces que no podemos atender a gente, y no es fácil, porque lo que querríamos es tener una varita mágica y que cada uno se lleve aquello que necesita y aquello a lo que tiene derecho”, ha señalado Sala.

El aumento de la desigualdad, la agudización de crisis como la de la vivienda y la llegada creciente de personas vulnerables de origen extranjero tensionan a una entidad que además funciona de forma contracíclica: cuando tiene más ingresos es cuando hay crisis. “La gente se vuelca con nosotros cuando hay problemas, como pasó en la crisis financiera, la covid o con la guerra de Ucrania. Pero luego se olvida, cuando las cosas parece que empiezan a ir mejor baja la sensibilidad de colaborar”, ha explicado el director general, que añade: “También ha bajado el porcentaje de empresas que trabajan con nosotros, porque hay un tema de relevo generacional. Las nuevas generaciones quizá miran a otras entidades. Lo que notamos es que ahora tenemos que ir a buscar a cada donante”, ha dicho el responsable de la entidad, que se financia en un 76% con recursos privados”.

Cáritas, la entidad de asistencia social de la Iglesia católica que en Barcelona atiende a personas en el ámbito territorial de la diócesis barcelonesa —incluye Barcelona ciudad y varias ciudades del Baix Llobregat y del Maresme— atiende a 44.526 personas que viven en 20.379 hogares. Pero la cifra total de atendidos en la diócesis, si se suman la de los que acuden a las parroquias y que no está digitalizada, asciende a casi 100.000 personas. “De estas, solo podemos dar ayuda económica a 4.420 personas, y plazas de vivienda a 2.000 personas, así que cada día tenemos que decir que no a mucha gente”, ha insistido Sala, aunque más allá de la asistencia económica o de recursos, todos los usuarios reciben algún tipo de atención, ya sea de apoyo jurídico, con recursos educativos o otros.

Casi la mitad de las personas atendidas, el 45%, son personas solas, mientras que los hogares atendidos con niños o adolescentes representan el 40% del total. Además, seis de cada 10 personas atendidas son mujeres. A este perfil, mayoritariamente femenino, se añade un elemento muy común entre todas las personas pobres que acuden a Cáritas: el principal problema es la vivienda. El 72% de los atendidos está en situación de exclusión residencial: ya sea porque viven en habitaciones realquiladas (la mitad de los atendidos), o porque viven en entidades, ocupando, en alquileres sin contrato o directamente en la calle. “Las administraciones tienen que ponerse de acuerdo de una vez para hacer políticas sociales de mirada larga y consensuada. Necesitamos consensos en políticas sociales como la vivienda”, ha reclamado Sala. En este sentido, los responsables de Cáritas, donde más de la mitad de los atendidos están en situación irregular, han criticado las dificultades de empadronamiento en los municipios: en Barcelona, por los cambios que ha habido, pero sobre todo en los municipios de alrededor, que no permiten el padrón a personas que no pueden certificar que viven en un domicilio concreto.

La entidad que preside el cardenal Juan José Omella —que, como presidente de la Conferencia Episcopal Española, ha estado en el centro de las críticas por la gestión del escándalo por los casos de pederastia en la Iglesia— no ha permitido en la rueda de prensa preguntas que no fuesen sobre el contenido de la memoria de Cáritas. La entidad ha reclamado a las administraciones políticas en tres direcciones: el acceso y mantenimiento de una vivienda digna, garantizar la buena administración y la protección social, y el apoyo a las familias con niños y adolescentes.

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Sobre la firma

Josep Catà Figuls
Es redactor de Economía en EL PAÍS. Cubre información sobre empresas, relaciones laborales y desigualdades. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona. Licenciado en Filología por la Universidad de Barcelona y Máster de Periodismo UAM - El País.
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