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‘Fiestas de la libertad’, definitiva o de fin de semana, a la puerta de la prisión de Albolote en Granada

Los funcionarios de la cárcel más masificada de España se quejan de que la entrada del edificio acoge celebraciones de la salida de los presos de hasta un centenar de personas

Cárcel de Albolote en Granada
Captura de vídeo de una fiesta a las afueras de la cárcel de Albolote, de Granada, tras la puesta en libertad de presos.
Javier Arroyo

La puerta de la prisión de Albolote (Granada) se parece con demasiada frecuencia desde hace un año al exterior de un juzgado o una iglesia tras una boda. Al menos, eso piensan los funcionarios que trabajan ahí y lo cierto es que los vídeos que circulan por las redes sociales corroboran esa versión. Decenas de personas en la puerta misma del edificio de entrada a la prisión celebrando por todo lo alto la libertad de sus parientes con confeti y serpentinas, botellas de sidra que riegan a los demás, petardos y mucha algarabía conforman un panorama que, relatan los funcionarios de prisiones, ocurre cuando algún interno sale en libertad o, incluso, de permiso. Pero el problema no es solo de exteriores. El control de seguridad propio de una prisión no abarca cada metro cuadrado de las instalaciones sino que cualquiera puede acceder al interior del edificio para pasar, por ejemplo, a la cafetería o al baño. En el último año, cuentan los sindicatos, han encontrado una bala en ese baño de acceso libre.

El problema, explica Cecilia Vargas, delegada de CC OO en la prisión, está claramente identificado y se arrastra desde la apertura del centro, en 1997. Y no es solo la visión de este sindicato. Las seis centrales de la prisión granadina han emitido un comunicado conjunto sobre este asunto. Según ese escrito, el centro penitenciario de Albolote “es el único centro penitenciario de los denominados tipo, por su estructura, que carece de un puesto de barrera desde donde se controle el acceso de personas y vehículos autorizados a entrar en el mismo”. Por “centro tipo”, aclara Vargas, se refieren a los construidos en las últimas tres décadas que “tienen una estructura y tipología muy similar”. Esta prisión, en mitad de la nada y a media hora de la capital, tiene también delante un magnífico aparcamiento de alrededor de 8.000 metros cuadrados al que se accede libremente.

Estas fiestas de la libertad se celebran no solo en las grandes oportunidades —es decir, en las salidas definitivas de la cárcel—, sino también en las salidas breves. “Es un circo cada viernes a las cinco de la tarde, cuando llega la hora de estos permisos de fin de semana o de pocos días”, menciona Cecilia Vargas. “Llegamos a tener hasta 100 personas haciendo sus fiestas en la misma puerta y, si quieren, entran y salen del edificio”, añade. Y esto no es solo un problema de ruidos, jolgorio en el sitio equivocado o suciedad por el confeti y el champán en el suelo. Es un asunto que afecta a la seguridad y la confidencialidad.

Estas fiestas se graban y se suben, claro, a las redes sociales y en esos vídeos es perfectamente posible que aparezcan otros reclusos, abogados, personal de las empresas que suministran a la cárcel, personas que entran a comunicaciones con sus familiares y, por supuesto, funcionarios que entran y salen. Los empleados públicos están preocupados porque estas grabaciones, además, comprometen su intimidad y, en consecuencia, su seguridad.

@goomeezz_21

Libertad pa mi tio y pa to los presos😘🕊️#albolote #libertadpalospresos

♬ Salud y libertad - Josue Rarujo

A pesar de llevar más de 25 años abierta, el problema de estos jolgorios comenzó hace poco más de un año. Aunque la petición de la barrera es antigua, comentan desde los sindicatos, no había estos problemas hasta hace poco. Eso sí, no ha habido problemas, pero el libre acceso a ciertas partes de la prisión provoca situaciones cuanto menos curiosas para un centro penitenciario. No es raro, comenta Vargas, que numerosos ciclistas —“la prisión está en un recorrido frecuentado por ellos”, aclara— hagan una parada en la prisión a desayunar en su cafetería. Así, la de Albolote podría ser la única cafetería en una prisión de uso general en la que se juntan funcionarios, familiares de presos y ciclistas.

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La solución teórica a este problema de pancartas, música a todo trapo, fiestas y alcohol —también cohetes y petardos, “con el riesgo que supone en un centro penitenciario escuchar una explosión, además del peligro de incendio”, escriben los sindicatos en su comunicado conjunto— ya está sobre el papel, con un proyecto arquitectónico y su consiguiente valoración económica. Todo acabaría con una barrera que creara un espacio intermedio exclusivo por el que solo transitarían quienes tuvieran autorización para entrar o salir de la cárcel. También se requiere, según ese proyecto, de una cabina para dos personas: un agente de la Guardia Civil, responsable de la seguridad exterior, y un funcionario. Eso, dice la responsable de Comisiones Obreras, está cuantificado en 80.000 euros desde el año pasado.

Hace unos días acudió a la prisión, aunque para otro asunto, Ángel Luis Ortiz, secretario general de Instituciones Penitenciarias. Los seis sindicatos pidieron reunirse con él para analizar esta situación y Ortiz aceptó hablar. “Le hemos contado todo esto y le hemos preguntado si teníamos que esperar a que hubiera un incidente grave para darle una solución”, comenta Vargas, quien añade: “Y el secretario ha dicho que este año no se hace la barrera porque no hay dinero y, además, porque aún no ha ocurrido ningún incidente grave”. EL PAÍS ha intentado confirmar el resultado de esta reunión con el gabinete de prensa de Instituciones Penitenciarias, que ha tomado nota de la consulta, pero no ha devuelto la llamada ni ofrecido su versión.

Ángel Luis Ortiz ha reconocido en la reunión, siempre según Vargas, que “cuentan con un presupuesto de seis millones para obras de este tipo, en las distintas prisiones, pero se destinarán a cosas más urgentes, no considerando urgente la barrera porque aún no ha pasado nada grave”. Y si no grave, sí ocurre, según explica el comunicado de todos los sindicatos, que se generan “auténticos botellones” que “producen en ocasiones disputas, peleas y amenazas entre familiares”.

La prisión más masificada de España

El centro penitenciario de Albolote fue inaugurado por el entonces ministro de Interior Jaime Mayor Oreja (PP) en 1997. Se diseñó para 900 reclusos y, según CC OO, hasta inicio de este verano acoge a 1.281, un 40% más de los previstos. Eso la convierte, dice Cecilia Vargas, según ha reconocido el secretario general de Instituciones Penitenciarias, en la más masificada de España en relación con su capacidad. Es, además, según la sindicalista, la que más volumen de comunicaciones tiene de internos con sus familiares y abogados de España. “Y con este circo en la puerta”, termina Vargas su explicación.

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