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La rocambolesca fuga del preso que quería dar un beso a su madre

La investigación de Interior sobre la evasión en septiembre de un recluso de la cárcel de Melilla desvela la supuesta negligencia de dos trabajadores y deficiencias en la seguridad

Óscar López-Fonseca
Madrid -
Exterior del centro penitenciario de Melilla.
Exterior del centro penitenciario de Melilla.EFE

Bilal M. asegura que la fuga que protagonizó el 15 de septiembre del Centro Penitenciario de Melilla fue “algo espontáneo”. Que vio la ocasión de escalar el muro y la aprovechó. Entre la evasión y su arresto —fue detenido 17 horas después—, Bilal tuvo ocasión de visitar a su familia y subir a las redes sociales vídeos en los que alardeaba de su huida. “Estoy aquí, con mi madre, para darle un beso”, aseguraba en uno. Nueve meses después, Instituciones Penitenciarias ha concluido la investigación sobre el suceso con un informe en el que se propone sancionar con siete meses de empleo y sueldo a dos trabajadores de la prisión como presuntos autores de una falta grave por “dejadez de funciones”. El documento, al que ha tenido acceso EL PAÍS, también apunta a deficiencias en la seguridad “que, sin duda, favorecieron” la fuga.

La investigación revela que la evasión se inició sobre las 19.09, según grabaron las cámaras videovigilancia. Bilal, que se encontraba en el patio del Módulo de Preventivos junto a otros 52 internos catalogados como “conflictivos”, comenzó a escalar por la pared “utilizando ventanas y techados hasta llegar a las terrazas”. No era la primera vez que lo hacía, según la declaración de Omar O., otro recluso: “Esa tarde habían caído [en el tejado] dos bolas [de droga lanzadas desde el exterior]. Entonces, S. [otro interno] mandó a Bilal para que subiera a cogerlas porque ya había subido siete veces a las terrazas. Le habían pillado algunas veces y no le habían hecho nada”, añadió. Omar admitió que él avisó cuando “era el mejor momento para subir”, pero insistió en que no sabía “que se iba a fugar”.

La escalada no fue fácil, según declaró el propio Bilal: “Estuve alrededor de tres minutos en la pared intentando salir a la terraza [del módulo] porque se me enganchó [en la concertina] un cordón del zapato y pensé que me iban a ver en el tejado, pero vi que nadie venía y continué la fuga”. El recluso aseguró que Francisco P. y David B., los dos funcionarios a los que ahora Instituciones Penitenciarias propone sancionar, pasaron por el patio mientras trepaba la pared: “Yo los veía, pero ellos a mí no me vieron porque no miraron. De haber mirado, me habrían visto”. Según recogen las cámaras de seguridad, los trabajadores cruzaron el patio rumbo a las duchas para, según dijeron, evitar una pelea entre internos y volvieron a atravesarlo dos minutos después rumbo a la garita “sin percatarse en ninguno momento de que el interno se encontraba en la parte superior de la pared”.

Y todo ello pese a que buena parte de los presos que estaban en el patio se habían situado en la pared contraria y miraban hacia la parte alta del muro donde ya estaba Bilal. Uno de ellos, Adrián R., señaló a los investigadores que “lo vi subiendo y, como todo el mundo miraba, nos quedamos sorprendidos”. Poco después, Bilal conseguía subir a la terraza y, desde allí, acceder al tejado de otro módulo. “Había una viga, he bajado como en un columpio. Después he salido encima de la garita, me he enganchado y he saltado para abajo de pie y he empezado a correr”, presumía en un vídeo que grabó.

Cuando los funcionarios se dieron cuenta de que un preso había accedido a la terraza ya era tarde. “Salí al patio, observando que algo había pasado, pero no sabía qué. Los internos estaban nerviosos y miraban hacia las terrazas”, relató un compañero de los trabajadores expedientados. Cuando dos responsables subieron a los tejados, ya no encontraron a nadie. Bilal estaba en la calle. La policía lo detuvo al día siguiente en el barrio melillense del Rastro, una zona de intrincadas callejuelas adyacente al centro de la ciudad. Allí vive su madre, a la que había acudido a visitar tras evadirse.

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“Incomprensible actuación”

El informe concluye que los dos trabajadores expedientados, que estaban encargados de vigilar a los reclusos en el patio, tuvieron una “incomprensible actuación” al permanecer dentro de la garita. El documento destaca que el fugado manifestó que pudo escaparse “porque los funcionarios siempre están en la oficina, nunca en el patio”. El informe destaca que uno de los trabajadores admitió que aquella tarde no salió al patio “porque habían bajado pocos internos”, mientras que el segundo afirmó que solo lo hacía si se le reclamaba para algo. “De haber estado alguno de los funcionarios de servicio en el patio difícilmente se hubiera producido dicha escalada”, señalan los investigadores.

Los investigadores también consideran “inconcebible” que, pese a ser “muy usual el lanzamiento de droga desde el exterior” (como reconocieron varios responsables del centro penitenciario y algunos internos), los dos funcionarios no vigilaron los patios para interceptar esos paquetes. Por todo ello, el informe concluye que los dos funcionarios cometieron una falta grave. “El resultado de esta pasividad produjo unas consecuencias muy importantes, como es la huida del interno del módulo, que fue el paso previo para la posterior evasión del centro”, destaca el informe.

El documento, que recalca que el objetivo de la investigación era exclusivamente determinar si hubo negligencia de los funcionarios, apunta supuestas deficiencias en la seguridad. Así, señala que en el momento de la fuga no había ningún funcionario en la torre del recinto, lugar desde el que se ven los tejados y se hubiera detectado la presencia de Bilal. También admite que la existencia de marquesinas “instaladas para dar sombra en el patio” favorecieron la escalada del interno. Los dos trabajadores también alegaron que existía un “agujero justo encima de la garita de seguridad” y que la viga por la que se deslizó en preso en su huida no tenía ningún obstáculo. Tras la huida, Prisiones eliminó las marquesinas, cerró el agujero y colocó una concertina sobre la viga. Bilal no podrá repetir su rocambolesca fuga para ir a dar un beso a su madre.

21 evasiones desde dentro de las cárceles en 16 años

Desde 2005 hasta ahora, se han fugado de las cárceles españolas más de 10.000 presos. La inmensa mayoría lo hicieron aprovechando permisos. Otro parte importante, durante salidas para acudir a los juzgados o cuando estaban ingresados en hospitales. Solo 21 lo hicieron desde el interior de las cárceles en estos 16 años y medio, según datos del Ministerio del Interior a los que ha tenido acceso este diario. Tres de estas fugas se produjeron entre septiembre y diciembre del año pasado. Una fue la que protagonizó Bilal en la cárcel de Melilla. Los otros dos huidos son Jonathan Moñiz, ‘El Piojo’, y su hermano Miguel Ángel, que el pasado 5 de diciembre escaparon de la cárcel de Valdemoro. Era la primera vez que en ambos centros se producían fugas. Los tres fueron posteriormente detenidos.

 

Nueve días después de la evasión de los hermanos Moñiz, Interior impartió instrucciones a los directores de todos los centros penitenciarios para revisar los sistemas de seguridad de las prisiones y la aplicación correcta de las medidas contempladas en los protocolos para evitar fugas. El documento ordenaba “un chequeo minucioso y pormenorizado” de todos los medios pasivos (muros, vallas, portones y concertinas, entre otros) y activos (circuito de cámaras de videovigilancia, sensores volumétricos, barreras de infrarrojos, iluminación...) de seguridad.

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Sobre la firma

Óscar López-Fonseca
Redactor especializado en temas del Ministerio del Interior y Tribunales. En sus ratos libres escribe en El Viajero y en Gastro. Llegó a EL PAÍS en marzo de 2017 tras una trayectoria profesional de más de 30 años en Ya, OTR/Press, Época, El Confidencial, Público y Vozpópuli. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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