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Las joyeras olvidadas por la historia

Oficio de tradición masculina, la joyería conoció la modernidad cuando las mujeres se hicieron cargo de ella. Un libro recupera ahora la memoria colectiva de aquellas pioneras.

Jeanne Toussaint, en 1962. Fue directora de alta joyería de Cartier. La imagen está inlcuidoa en 'Libres et créatrices' (Editions de La Martinière).
Jeanne Toussaint, en 1962. Fue directora de alta joyería de Cartier. La imagen está inlcuidoa en 'Libres et créatrices' (Editions de La Martinière).Cecil Beaton's Archives

Cada día, a las seis de la mañana, Louis Aragon cruzaba París desde Montparnasse hasta la rive gauche, maletín en ristre, como un representante cualquiera. Monsieur Triolet, se presentaba. En la valija, seis bandejas de fieltro, unas sobre otras, listas para ser desplegadas ante los compradores de las principales casas de moda. La mercancía a colocar era tan imposible como excepcional: piezas de crin de caballo blanca, cuentas de vidrio translúcido, porcelana y algodón retorcido y recubierto de pintura nacarada. “Collares de nieve y sueños”, dijeron cuando se exhibieron por primera vez en el Salón de la Unión de Artistas Modernos parisiense, en 1929. “Estas joyas hechas de nada”, respondía su autora, Elsa Triolet, madre de la joyería moderna. Ya iba siendo hora de que se supiera de tamaña contribución.

Pendientes Sakura de Suzanne Belperron para Bernard Herz. Foto del libro 'Libres et créatrices' (Editions de La Martinière).
Pendientes Sakura de Suzanne Belperron para Bernard Herz. Foto del libro 'Libres et créatrices' (Editions de La Martinière).

La de Elsa Triolet y Louis Aragon es una de esas historias que encienden el orgullo nacional francés. Él, poeta, escritor, ensayista e historiador, uno de los fundadores del surrealismo, intelectual del comunismo, miembro de la Resistencia durante la ocupación nazi. Ella, novelista, periodista y traductora, la primera escritora en ganar el Premio Goncourt de literatura en 1945. Se conocieron en 1928, en La Coupole, una brasserie en la que alternaban con Duchamp, Picabia, Kisling, Man Ray y el matrimonio Delaunay, y se casaron en 1939. Cómo sería el alcance de su romance que hasta Agnès Varda le dedicó un documental, Elsa la rose (1966). Lo que no se había contado es que tanto fue ese amor que él llegó a renunciar a su insigne nom de guerre para apoyar las seminales inquietudes artísticas de ella. Hasta ahora. “Aunque los trabajos como joyera de Elsa Triolet tienen cierta repercusión, en realidad casi nadie conoce la verdadera historia. Por eso quise escribir este libro”, cuenta Pauline Castellani, autora de Libres et créatrices: Elles ont inventé le bijou moderne (Libres y creadoras: ellas inventaron la joya moderna), el volumen editado por La Martinière a finales del pasado año que, sorpresa, destapa la joyería como aliada de la mujer en su lucha por la igualdad.

Coco Chanel, en 1935, con los brazaletes con la cruz de Malta que
creó Fulco di Verdura para ella. Imagen del libro 'Libres et créatrices' (Editions de La Martinière).
Coco Chanel, en 1935, con los brazaletes con la cruz de Malta que creó Fulco di Verdura para ella. Imagen del libro 'Libres et créatrices' (Editions de La Martinière).Man Ray

Quién lo iba a decir: metales nobles y piedras preciosas con discurso feminista. “La joyería siempre ha acompañado a las mujeres, haciendo visibles sus conquistas y nuevos gestos de libertad, a veces incluso de manera subversiva”, expone Castellani. La periodista, historiadora de formación, ha convertido a las pioneras de la artesanía orfebre en las cuentas con las que hilvanar una narración que no solo refiere los hallazgos creativos, sino también la evolución de la sociedad del último siglo. “Libros sobre Coco Chanel, Elsa Peretti o Loulou de la Falaise hay bastantes, pero ninguno hasta la fecha que las reuniera a todas y pusiera en perspectiva común sus contribuciones a este oficio y los tiempos que les tocaron vivir por igual”, explica. En un universo de tradición masculina, la irrupción femenina supuso, desde luego, revolución y avance. “Fueron ellas quienes finiquitaron la dictadura de la joyería aparatosa, heredera del siglo XIX. Bajo su liderazgo, a partir de mediados de los años veinte puede decirse que las joyas nos han seguido en nuestro camino hacia la emancipación”, continúa Castellani, que habla de creaciones pensadas por mujeres para las mujeres, no para ser elegidas y regaladas por padres, maridos, amantes o amigos.

Line Vautrin, en 1946, con sus herramientas de moldeado. Imagen del libro 'Libres et créatrices' (Editions de La Martinière).
Line Vautrin, en 1946, con sus herramientas de moldeado. Imagen del libro 'Libres et créatrices' (Editions de La Martinière).

Entre los episodios más significativos que recoge Libres et créatrices figura, claro, el momento disruptivo de Coco Chanel con la presentación de su primera línea de alta joyería, Bijoux de Diamants, en 1932. En las estancias del apartamento de la diseñadora, las 47 piezas de platino y diamantes lucían expuestas en maniquíes de cera, tremenda osadía. Chaumet, Cartier, Mellerio, Mauboussin, Radius y Van Cleef & Arpels, sus vecinos en el epicentro joyero de la Place Vendôme, respondieron a la provocación presionando para impedir no solo la venta de las joyas, sino que además fueran desmontadas. “Esta nueva generación de creadoras comienza a erradicar la mirada masculina que ha imperado en el oficio, algo que se siente como una amenaza”, dice Castellani.

Collar Vertèbres de Line Vautrin de mediados de los cuarenta. Imagen del libro 'Libres et créatrices' (Editions de La Martinière).
Collar Vertèbres de Line Vautrin de mediados de los cuarenta. Imagen del libro 'Libres et créatrices' (Editions de La Martinière).© 2005 J.C. MARLAUD

“Siempre me ha sorprendido que en Van Cleef & Arpels, por ejemplo, se nombre tan poco a Renée Puissant”, prosigue, refiriendo el caso de la que fuera primera directora creativa de la firma. Hija de Alfred van Cleef y Estelle Arpels, Rachel Renée Puissant es, en efecto, santo y seña de la reinvención del negocio. Al frente de la casa paterna desde 1926, los relatos suelen desplazarla en favor de René Sim Lacaze, ensalzado como genuino diseñador. De Puissant se cuenta que nunca aprendió el oficio, que lo suyo era el estilo y detectar tendencias; sin embargo, durante su jefatura y hasta su prematura muerte (se suicidó en 1942) se sucedieron las innovaciones tecnológicas, como la serti mystérieux, técnica patentada en 1933 que vuelve invisible el metal sobre el que se engastan las piedras preciosas.

Castellani aprovecha para visibilizar a aquellas pioneras cuyos nombres han quedado sepultados por el peso de las firmas en las que desarrollaron sus carreras. Ahí está la belga Jeanne Toussaint, modelo de determinación a la que Louis Cartier encomendó la dirección creativa de la alta joyería en 1933. Su extraordinario sentido del color, la proporción y el volumen atrapó para él un nuevo tipo de clienta, fuerte, poderosa e independiente. “Ha puesto la joyería en el camino de la modernidad sin sacrificar el buen gusto”, proclamaron los titulares. La pantera símbolo de la firma fue creación suya. Y las libélulas, las aves del paraíso, los flamencos, las extravagancias tutti frutti y las opulentas piezas inspiradas en el joyerío de los marajás indios, legado continuado tras su retirada, en 1970.

Loulou de la Falaise, en 1978, con un collar regalo de Yves Saint Laurent,
con quien colaboró como diseñadora de joyas. Imagen del libro 'Libres et créatrices' (Editions de La Martinière).
Loulou de la Falaise, en 1978, con un collar regalo de Yves Saint Laurent, con quien colaboró como diseñadora de joyas. Imagen del libro 'Libres et créatrices' (Editions de La Martinière).Guy Marineau

De la misma pasta era la suiza Suzanne Belperron, que en 1919, a los 23 años, conquistó la casa parisiense de René Boiven con sus formas simples y sus vivísimos contrastes de color. En las revistas, sus clips, brazaletes, carteras y pitilleras se usaban una y otra vez para enfatizar las prendas de Elsa Schiaparelli. Aliada con Bernard Herz, cuando el joyero fue detenido por la Gestapo y deportado al campo de concentración alemán de Drancy (donde morirá en 1943), se las ingenió para salvar la firma del expolio nazi haciéndose con el negocio. En las filas de la Resistencia francesa siguió creando incluso cuando el Banco de Francia prohibió el comercio de oro. En Karl Lagerfeld tuvo un rendido admirador y coleccionista.

“No se trata de unas joyeras entregadas a la belleza, son creadoras que responden a las necesidades de su tiempo, dinamizando el sector con su visión”, afirma Castellani, que cita a Line Vautrin y Elsa Triolet como favoritas, por el plus artístico de sus piezas: “Ambas imbuían de poesía todo lo que creaban”. “Me he empeñado en hacer collares con materiales nunca antes utilizados, para que nadie tuviera que enseñarme la técnica”, escribió Triolet en Colliers de Paris. Lo que queda de su obra, apenas unas 56 piezas, se conservan en la Biblioteca Elsa Triolet de Saint-Étienne-du-Rouvray, en Normandía.

El poeta Louis Aragon con su esposa Elsa Triolet. Imagen del libro 'Libres et créatrices (Editions de La Martinière).
El poeta Louis Aragon con su esposa Elsa Triolet. Imagen del libro 'Libres et créatrices (Editions de La Martinière).AFP (AFP)

La memoria de Libres et créatrices también alcanza a las siguientes generaciones que han continuado sincronizando la joyería con el momento sociocultural y político. En plena segunda ola del feminismo, a principios de los setenta, Elsa Pe­retti y Loulou de la Falaise simbolizan esta nueva sensibilidad con piezas que abrazan cada ondulación de un cuerpo cada vez más libre. A partir de los años dos mil, el relevo lo encabeza la irreverente Victoire de Castellane desde Dior, bien secundada por Marie-Hélène de Taillac, Marion Vidal, Charlotte Chesnais, Valérie Messika, Gaia Repossi, Solange Azagury-Partridge… “Como sus mayores, han conseguido zafarse de los códigos vincu­lados a las piedras preciosas y la estética misma de la joyería, que todavía resultan demasiado estrictos”, concluye la autora. “La suya es una conquista que se ha prolongado a lo largo de un siglo, por eso creo que es importante conocer sus historias. Eso y ponerlas en el lugar que merecen: el centro de la creación”.

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