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'MORBUS NAUTICUS'
Columna
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La memoria de los mayores

"No busco ensalzar el sacrificio silencioso, como no quiso Camus que la pobreza fuera un objetivo"

En El primer hombre, Camus dedica líneas inolvidables a lo que llama la memoria de los pobres, entre los que se contaban su madre y su abuela, que fueron quienes lo criaron. No pretendo emularle. No podría. Pero, miope y reservada, de niña también yo observaba a los mayores. Y comía muy despacio para acechar sus gestos. Cada una de sus palabras. Aquellas tertulias en las que discutían, sin jamás enfadarse o insultar al otro. Y ahora que para mí los mayores son cada vez mayores, aún me fascinan.

Por ejemplo, los que se resisten a abandonar una actividad con la que, más que ganar dinero, hacen que la vida de los demás resulte un poco más llevadera. El otro día iba por la calle cuando me crucé con Nines, correteando a sus 76 años bajo la lluvia con un jerseicillo y el delantal sujeto con imperdibles, su carrito de la compra, su sonrisa y sus pasitos cortos, pero apresurados. Trabaja desde los 12. Y nunca se queja, pero ahora las lágrimas le corren por las mejillas cuando confiesa que pronto tendrá que jubilarse. No quiere dejar de servir, ni a los clientes ni a los vecinos que apenas tienen con qué pagarse la comida y que algunas noches desfilan por el restaurante con sus batas y sus soperas, que entran vacías y vuelven humeantes. En los fogones la acompañan Agustina, una mujer de una fuerza extraordinaria, que merecería también ella otra columna y hasta un monumento, e Iluminada, que con sus 78 madruga casi cada día para coger el autobús en Villalba y llegar bien temprano.

No busco ensalzar el sacrificio silencioso, como no quiso Camus que la pobreza fuera un objetivo. Tan solo recordar a quienes con su esfuerzo y su buena voluntad pueden ser un ejemplo para seguir adelante.

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