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El Banco Mundial recorta sus previsiones globales: “Esta década puede ser la de las oportunidades perdidas”

La institución avisa de que se cierra el peor lustro de las últimas tres décadas. El 40% de los países de rentas bajas es más pobre que antes de la pandemia

OMC Trasporte Marítimo
Vista de la terminal de contenedores del puerto de Barcelona.Alejandro Garcia (EFE)
Lluís Pellicer

La década de 2020 debía ser la de los grandes retos: poner fin a la pobreza y al hambre, reducir las desigualdades internas y externas, erradicar las enfermedades más graves o reducir de forma drástica las emisiones contaminantes. Pero el mundo entra en el ecuador de ese decenio y el balance que efectúa el Banco Mundial es demoledor. “Sin una corrección importante del rumbo, la década de 2020 pasará a la historia como una década de oportunidades desperdiciadas”, afirma el economista jefe del organismo con sede en Washington, Indermit Gill. Por tercer año consecutivo, la entidad prevé una desaceleración de la economía, que crecerá un 2,4%, dos décimas menos que en 2023. Según las Perspectivas económicas mundiales, ese dato supone dejar al planeta a las puertas de “batir un lamentable récord a finales de 2024: los cinco años con el menor crecimiento del producto interior bruto (PIB) de las últimas tres décadas”.

El aterrizaje suave de las grandes economías se ha convertido en el escenario central para los encargados de elaborar previsiones. La Reserva Federal y el Banco Central Europeo esperan haber enfriado sus economías sin la necesidad de sumirlas en una recesión. Los inversores también se decantan por ese escenario y empiezan a trasladar la euforia a los mercados de valores, que han emprendido otro rally desde noviembre con la perspectiva de que una rápida desinflación obligue, además, a los banqueros centrales a reducir los tipos de interés más pronto que tarde. Las previsiones del Banco Mundial no rezuman ese optimismo. Ni de lejos. Sin embargo, sí creen que no habrá sangre al constatar que la economía ha resultado ser “sorprendentemente resiliente”. “La inflación global está siendo domada sin sumir al mundo en una recesión”, apunta el documento.

La lucha contra la inflación, no obstante, tiene un coste. Los bancos centrales retiran liquidez de los mercados y encarecen el precio del dinero. Eso se traduce en menos crédito y más caro. Y buena parte de las consecuencias pueden no haberse visto aún. De entrada, eso ya lastrará la economía, en especial en regiones como la zona euro, que constituye el bloque económico sobre el que el Banco Mundial aplica un mayor recorte en sus previsiones. Según el documento, los países de la moneda única crecerán un 0,7% en 2024 y un 1,6% en 2025. En total, en la suma de los dos ejercicios se deja un total de 1,3 puntos porcentuales después de un mediocre 2023, en el que los 20 socios del euro avanzaron solo un 0,4%.

En general, la economía mundial avanzará un 2,4%. La cifra es muy modesta si se tiene en cuenta que las tasas de crecimiento de esta década están por debajo de la media del 3,1% del decenio pasado. A pesar de que los líderes mundiales han tratado de conjurarse para preservar las inversiones, estas aún serán la mitad que las realizadas en los 20 años precedentes, a pesar de todos los desembolsos necesarios para cumplir con los objetivos climáticos. En las pasadas reuniones anuales del Banco Mundial y el FMI en Marraquech, las instituciones ya advirtieron de que las necesidades para invertir en tecnología contra el cambio climático dispararán la deuda pública en 50 puntos porcentuales en 2050, haciendo insostenibles las finanzas de los países más empobrecidos.

Precisamente, el informe se detiene en estos Estados, puesto que han sido los más perjudicados por las sucesivas crisis que ha afrontado el planeta desde que arrancó la década. Al golpe de la pandemia, que afrontaron con mayores dificultades que otras economías, le siguió una crisis energética y sobre todo otra alimentaria que hacía décadas que no veían. Y como resultado de todo ello, han acabado de nuevo con elevados volúmenes de deuda. Según el Banco Mundial, a finales de 2024 la población del 40% de los países de rentas bajas seguirá siendo más pobre de lo que era antes del estallido de la pandemia.

Misión del Banco Mundial

“El crecimiento a corto plazo seguirá siendo débil y llevará a que muchos países en desarrollo, sobre todo los más pobres, caigan en una trampa, con niveles paralizantes de deuda y un acceso precario a los alimentos para casi una de cada tres personas. Ello obstaculizará los avances en muchas prioridades mundiales”, afirma Gill, en referencia a que esa situación puede desbaratar los planes para liberar al mundo de emisiones contaminantes en 2050. Precisamente, en las reuniones de Marraquech se decidió encomendar al Banco Mundial y al resto de prestamistas multilaterales, entre ellos el Banco Europeo de Inversiones, la misión de luchar contra el cambio climático, además de acabar con la pobreza y procurar la prosperidad común.

Los riesgos, advierte el documento, son múltiples: el crecimiento mundial puede ser todavía más bajo si hay otro brote inflacionista, los mercados financieros viven nuevos episodios de estrés como el del Silicon Valley Bank o el crecimiento de China es más débil de lo previsto. Y si, además, las tensiones comerciales entre grandes bloques siguen escalando y estos siguen replegándose. Pero también las crecientes crisis geopolíticas preocupan al Banco Mundial. “El reciente conflicto en Oriente Medio, que se añaden a la invasión de Ucrania por parte de la Federación Rusa, han aumentado los riesgos geopolíticos”, señala el documento, que teme que un aumento de las hostilidades en la región dispare los precios de la energía y dificulte el comercio global —como está sucediendo ya con las grandes navieras—, lo cual supondría un repunte de los precios.

Hay también una gran esperanza: se llama Estados Unidos. El Banco Mundial mejora en ocho décimas su previsión para este año —hasta el 1,6%— para un mercado que está resistiendo a las subidas de tipos de interés gracias a la fortaleza del empleo y a los programas gubernamentales impulsados por Joe Biden. Y no descarta que, visto el impulso de esa economía, pueda ir mejor de lo esperado. “En esas condiciones, las ganancias continuas en el empleo ayudarán a apoyar los ingresos de los hogares, mientras que el aumento de la oferta de trabajo, junto con la mejora de la productividad, ayudarán a contener los costes laborales de las empresas”, apunta el informe, que también señala que eso tendría efectos de arrastre en las economías desarrolladas y emergentes.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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